miércoles, 18 de noviembre de 2020

OLGA Y VINCENZO


Félix Población

También está sufriendo especialmente Italia esta segunda ola de la pandemia, aunque al principio de la misma parecía que allí se habían tomado medidas para que no se repitiera la gran tragedia que causó la primera. Ayer fallecieron en aquel querido y admirado país 731 personas. Sin saber la incidencia que el virus está teniendo en los ancianos, es muy probable que sea otra vez tan alta como en el nuestro y que casos como el que el diario La Repubblica da a conocer en portada en su edición de ayer no sean, por desgracia, excepcionales. 

Olga y Vincenzo Molina residían en un modesto piso en Sesto San Giovanni (Milán). Ella tenía 83 años de edad y él uno menos. Por cautela ante la epidemia, apenas salían de casa. Según una de sus nietas, el abuelo era el que iba exclusivamente al supermercado y a la farmacia. El pasado 23 de septiembre  habían celebrado nada menos que 63 años de matrimonio. Se habían conocido a los 18 en Puglia y luego , en 1957, se mudaron a vivir en Milán.

Los dos fueron hospitalizados el pasado 11 de noviembre en San Gerardo, en Monza, pero antes habían estado enfermos durante diez días con una fiebre muy alta. “Fue el abuelo el que mostró los primeros síntomas -dice su nieta Katia en el diario Eco di Bergamo -, y luego la abuela también. A pesar de la fiebre alta, durante más de una semana el médico nunca salió a visitarlos. Se limitó a darles medicación creyendo que se trataba de una gripe". G 

Olga y Vincenzo no pudieron estar en la misma habitación del hospital para morir juntos, después de haber vivido así más de sesenta años. Al cabo de sólo cuatro días de su ingreso, a las dos de la tarde del pasado domingo murió Olga y una hora después Vincenzo. Sobre la cama de la anciana reposaba la chaqueta de su marido que quiso tener con ella para sentirlo tan cerca como durante tanta vida juntos.

La niñez de aquellos ancianos que como Olga y Vincenzo discurrió en medio de una guerra debería haber merecido otro final. La vida de aquellos ancianos que como Olga y Vincenzo levantó las de sus países debería haber merecido otro final. Se nos está gritando que la sanidad pública debe merecer la máxima atención y prioridad en los presupuestos de cada Estado. Nos lo están gritando desde sus pechos agónicos ancianos como Olga y Vincenzo con las credenciales de su existencia en lucha contra la adversidad. Les debemos mucho para que mueran solos.

       DdA, XVI/4672      

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