Valentín Martín
Tal como éramos, tal como fuimos, tal como somos, ¿tal como seremos? Aquí
no hay una ninguna The Way We Were, los años felices, la dulzona conyugal de
los enamoramientos americanos en los sueños de Sidney Pollack compinchado con
Reford y Barbra para hacer una parábola. Ya se sabe: chico guapo que no falte,
chica comunista comprometida con todas las causas, el amor inevitable para
Dalton Trumbo, Coppola y otros que escriben sus vidas, el freno que el chico
guapo quiere imponer a la chica comunista cuando se casan, la monogamia de él
que salta por los aires, la acérrima actitud de ella a sus ideas, todo queda
hecho añicos, llega el inevitable desamor. Y dos adioses que son uno solo. Y
cuando años después llega el reencuentro trae consigo la nostalgia. Ninguno de
los dos ha cambiado y se van cada uno por su lado.
Olvidemos América, tal como éramos, tal como fuimos, tal como somos ¿tal
como seremos? es la Historia de una de las Españas contada en verso por Luis
Pastor, ese niño que salió de Berzocana, pasó por Navalmoral de la Mata donde a
los ocho años era chico de los recados, aterrizó en Madrid con su familia, y
allí El Pozo, Colonia Sandi, Vallecas, Fabriciano, la guitarra, el barracón
iglesia donde los curas cristianos daban el pan de la comunión sin la obligación
de confesarse. Y es aquí, en el cristianismo de base, junto a los curas
probablemente comunistas como Barbra donde Luis empieza a encontrar su sitio en
la música, la poesía, la cultura, las posibilidades que hay en él y que ya
había cuando salió un día de Berzocana.
Luego, la revolución personal. Y desde ella un Luis Pastor que despega
hacia el universo musical donde tenía un sitio reservado para él, conciertos,
guerra a la censura, viajes al extranjero donde esperan los emigrantes como él,
sólo que mucho más lejos, la emoción, la carretera, la creatividad que va
cambiando su perfil, el parón sentimental de dos años, y Nicolasa siempre como
las madres que saben hacer todo y todo lo hacen bien.
¿Y qué hago yo contado todo esto y dejando la hermosa bravura de un libro
en su esqueleto? Ser un pánfilo de agua dulce como un obispo jubilado a las
puertas de un cuartel que la guardia civil ha abandonado. Hay que escuchar a
Luis Pastor en su “Memorias en verso”. Porque en su voz todo gana, y cuando
habla él parece que hablo yo, que hablas tú, español que tuviste que subirte a
un camión para acabar lejos de tu pueblo y parar donde sólo Dios sabe. No
fuimos Luis Pastor, tú y yo -españoles vencidos por las vaquitas que siempre
eran de otros- los que partimos hacia un Erasmus, sino hasta encontrar un sitio
que se pareciese a un hogar con pan y con pasiones, y quedarnos ya allí si era
posible, que resultó a veces que no.
Luis Pastor ha escrito su vida en verso que es la vida de tantos, pero
paremos en la suya, la del hijo de Nicolasa, no nos desperdiguemos en
hermandades aunque se parezcan algo o mucho.
La vida de Luis Pastor en esta poesía oral está llena de versos que te
dicen, que te cuentan, desde el minuto uno hasta la prórroga que él vive con la
seducción siempre de Zeca, con la facilidad que tiene el hijo extremeño de la
jara para hilar la retahíla de su pasado, su presente, sus detalles, su
intimidad puesta a secar al sol.
Hay nombres y lugares, hay sucesos, hay historias, hay gente, y sobre todo
está él, pero siempre en un lenguaje hecho versos que no es un recurso sino la
manera que él escogió para darse a conocer desde que nació.
Una hora pasa Luis Pastor verso a verso, mientras tú escuchas, cierras los
ojos, y asientes: así fue, así sucedió cómo media España tuvo que subirse a un
tren, a un camión, y dejar atrás el ajuar que nunca tuvo. Una hora que da para
mucho más. Para conocer de su propia voz la carrera de un músico imprescindible
que salió hace tantos años de Berzcona para trabajar y dejarse oír.
Verso a verso vamos sabiendo cómo se fraguaron sus éxitos, sus fracasos,
sus canciones, sus andanzas por un mundo donde otros como él siempre tuvieron
que luchar no por su creación sino para que no se quedase en un cajón de los
señores de la industria, la política, o la religión.
La voz de Luis Pastor tiene aquí la misma envergadura que cuando fue
llamado a filas y le tocó Madrid. Y asombra que su textura no haya bajado ni un
centímetro en el mercurio que mide los besos y la edad. Y la memoria, ah la
memoria prodigiosa de Luis. Una vez se lo dije, le comuniqué mi perplejidad, y
él encontró el argumento para convencer: es que tengo una memoria musical.
Musical es este libro de versos, musical es el decir sus memorias, musical
es todo lo que le rodea. Y cuando habla y recita y dice y se dice toda su vida
recogida en una hora que se hace muy chica de tanto gusto como da, no puede
evitar que le oigamos como el gran músico que es.
No es noticia que Luis Pastor sabe escribir. No es noticia que escribe
poesía popular. Tampoco es noticia a estas alturas que sabe decir sus versos
como nadie, bajando y subiendo el tono como si estuviese ante colinas, llanuras
o montes. Pero siempre con esa masculina dulzura para el amor o para la
rebeldía, no porque todo pasó, que aún queda mucho por hacer, lo sabemos tú, yo
y él.
Pero si mañana clausuran el mundo y se apaga la vida y sólo nos queda una
casa donde parar, al menos tenemos esta grabación para no preguntar qué fue de
los cantautores, qué fue de Luis Pastor, Y para los reclutas, quién fue Luis
Pastor. Es este que nos hace sentir mientras se cuenta y se dice en versos para
la memoria de ahora y de siempre.
Sus “Memorias en verso” tienen la dirección de los ríos. Todos sabemos cuál
fue siempre la suya. Pues que sume a su caudal el mío porque en él está tal
como éramos, tal como fuimos, tal como somos ¿y tal como seremos?
Todavía queda mucho para que el río de Luis Pastor llegue a la mar y se
pare.
DdA, XVI/4681
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