lunes, 5 de octubre de 2020

¿IRÍA HOY FELIPE GONZALEZ AL ENTIERRO DE LARGO CABALLERO?

Félix Población

Entre las más grandes manifestaciones que tuvieron lugar durante la programada Transición, la celebrada con motivo del entierro en Madrid de los restos mortales de Francisco Largo Caballero fue sin duda una de las mayores. Lo sé porque estuve allí el 8 de abril de 1978, después de que procedentes del cementerio de Pére Lachaise de París, en donde había fallecido en 1946, los restos mortales del histórico dirigente socialista llegaran a España.

La multitudinaria comitiva partió de la Plaza de las Ventas, con casi medio millón de personas en las calles, y se dirigió al Cementerio Civil, encabezada por los hijos de Caballero y algunos históricos militantes del Partido Socialista, junto a su líder, Felipe González, y el secretario general de la UGT, Nicolás Redondo, que pronunció el correspondiente discurso en la necrópolis madrileña.

Según Rubén Vega García en su Historia de la UGT, la cúpula del PSOE se mostró un tanto renuente a intervenir en una manifestación de ese carácter cuando aún no se había aprobado la Constitución. Finalmente, ante el efecto movilizador que tuvo el evento, su secretario general no sólo acudió con un cierto retraso al histórico entierro sino que portó a hombros, junto con otros compañeros, el féretro de Francisco Largo hasta su tumba, ubicada al lado las de Pablo Iglesias y Julián Besteiro, en medio de un impresionante silencio.

Nadie ha tenido la oportunidad preguntarle a González Márquez estos días por la determinación tomada por el gobierno guerracivilista del Ayuntamiento de Madrid de dejar sin nombre y sin estatua la memoria de Largo Caballero en el callejero de la capital. Puede que no la comparta. Lo que no tengo claro es si el Felipe González del que venimos teniendo conocimiento cabal los últimos años sería capaz hoy de portar a hombros el féretro de quien fuera presidente del Consejo de Ministros de la segunda República Española, cuando con tanto denuedo ensalza la monarquía, seriamente tocada por las sombras de la corrupción, y critica acerbamente al Gobierno de coalición que su propio partido ha formado y se enfrenta nada menos que a una derecha extrema y a una extrema derecha asociadas en esas mismas críticas.

La sola duda nos sitúa en la creciente degradación que ha sufrido nuestra democracia, sobre cuya gestación, raíces y transición se urdió un inmerecido ensalzamiento.

     DdA, XVI/4628     

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