Félix Población
Entre las más grandes manifestaciones que
tuvieron lugar durante la programada Transición, la celebrada con motivo del entierro en
Madrid de los restos mortales de Francisco Largo Caballero fue sin duda una de
las mayores. Lo sé porque estuve allí el 8 de abril de 1978, después de que
procedentes del cementerio de Pére Lachaise de París, en donde había fallecido en 1946, los restos mortales del
histórico dirigente socialista llegaran a España.
La multitudinaria comitiva partió de la Plaza
de las Ventas, con casi medio millón de personas en las calles, y se dirigió al
Cementerio Civil, encabezada por los hijos de Caballero y algunos históricos
militantes del Partido Socialista, junto a su líder, Felipe González, y el secretario
general de la UGT, Nicolás Redondo, que pronunció el correspondiente discurso
en la necrópolis madrileña.
Según Rubén
Vega García en su Historia de la UGT, la cúpula del PSOE
se mostró un tanto renuente a intervenir en una manifestación de ese carácter
cuando aún no se había aprobado la Constitución. Finalmente, ante el efecto
movilizador que tuvo el evento, su
secretario general no sólo acudió con un cierto retraso al histórico entierro sino
que portó a hombros, junto con otros compañeros, el féretro de Francisco Largo
hasta su tumba, ubicada al lado las de Pablo Iglesias y Julián Besteiro,
en medio de un impresionante silencio.
Nadie ha tenido la oportunidad preguntarle a González Márquez estos
días por la determinación tomada por el gobierno guerracivilista del Ayuntamiento de
Madrid de dejar sin nombre y sin estatua la memoria de Largo Caballero en el
callejero de la capital. Puede que no la comparta. Lo que no tengo claro es si
el Felipe González del que venimos teniendo conocimiento cabal los últimos años sería capaz hoy de portar a hombros el féretro de quien
fuera presidente del Consejo de Ministros de la segunda República Española, cuando con tanto denuedo ensalza la monarquía, seriamente tocada por las
sombras de la corrupción, y critica acerbamente al Gobierno de coalición que su propio partido ha formado y se enfrenta nada menos que a una derecha extrema y a una extrema derecha asociadas en esas mismas críticas.
La sola duda nos sitúa en la creciente degradación que ha sufrido nuestra democracia, sobre cuya gestación, raíces y transición se urdió un inmerecido ensalzamiento.
DdA, XVI/4628
No hay comentarios:
Publicar un comentario