jueves, 15 de octubre de 2020

El DIAGNÓSTICO Y EL PRONÓSTICO


Jaime Richart

El poder -tanto de un signo como de otro, tanto el político como el judicial, como de cualquier otra clase, y quienes lo representan están conspirando contra la población de todos los países. El teó­rico exceso de demografía mundial les está desbordando por el de­rrumbamiento del capitalismo que ya no es capaz de expansionarse más y ha muerto por implosión. Y entre los instrumentos de su conspiración está el contra­ataque. Ese llamar conspiraparanoicos, un "palabro" que alude a maniáticos, visionarios, esquizofrénicos, alucinados... que divulgan bulos, fakenews, etc en lo que colaboran precisamente los medios, aun los más progre- forma parte de la estrategia del "Poder". El mismo tono de alarma extrema que im­prime siguiendo órdenes a su vez quien nos cuenta cada día en  las televisiones el número de contagios por Comunidades, municipios, etc, es, tiene que ser, indudablemente intencionado e incompatible con la moderación y el buen sentido. Pues el tono debiera ser dramático, no progresivamente alarmista…  

Siendo así que los "negacionistas" (otro palabro, “negacionista”, sólo aplicado a los desacreditados del "Holocausto"), no hacemos más que estable­cer hipótesis sobre lo que no es posible comprender a cualquier ciudadano que no sea acomodaticio o viva sumido en el aturdi­miento. No pueden reprocharnos nada, pues "todavía" no hemos cometido ningún delito público ni político. Ni somos, for­malmente, sediciosos, ni rebeldes, ni hemos ido a las barricadas. Nos limita­mos a adelantarnos a una previsible censura severa en las Redes sociales y proclamar nuestra más absoluta desconfianza en los po­deres públicos, y especialmente el poder médico-farmac­éutico, que "adivinamos" colabora con el poder político y militar, lo mismo que estos cuentas con la complicidad del poder mediá­tico... para instalar un autoritarismo mundial.

 Un grande de los grandes pensadores, poco conocido por ser alemán (y en estas cuestiones ser alemán de aquellas épocas se hace sospechoso para "el poder") aunque ni rozó la segunda gran guerra, Oswald Spengler, no profeta ni visionario, sino argumenta­dor cuasi científico, en su magna obra "La decadencia de Occi­dente", de 1921, pronostica una dictadura mundial en torno a me­diados de nuestro siglo XXI. Y ese pronóstico lo basa en su expo­sición de lo que él denomina "épocas correspondientes", una inter­relación entre todas las manifestaciones culturales: arte, arquitec­tura, música, pensamiento, política, de todas las Culturas mayo­res.

 En definitiva, sea como fuere e independientemente del vaticinio de Spengler, vivimos tiempos oscuros, como fueron tantos otros a lo largo de la Historia. Y una de las coartadas de quien trama es la complicidad de los medios de comunicación. Incluso me parece sintomático que los medios a los que envío ordinariamente mis artículos que han publicado en su mayoría, no publiquen ahora los relativos a este vidrioso asunto; confundiendo ideario parti­dista con humanismo e ideología política con análisis socioló­gico…

 Porque lo que indica es que ven en mis escritos un ataque hacia este go­bierno, cuando siempre pongo de relieve que entiendo que son todos los gobiernos del mundo los que se han visto obligados por el poder médico-farmac­éutico a comprometerse; poder al que no pueden oponerse precisamente por su falta de argumentos médico-farmacéuticos.

 Pero hay otro síntoma: los medios deben evitar que se dispare la alarma social. Sin embargo, la provocan  de una manera escanda­losa que hace temblar a la población y la debilita. Lo que parece obedecer a una intención: la de preparar psicológica y anímica­mente a la ciudadanía para controlarla a través de “una vacuna” forzosa, sin informarle de los com­ponentes de la misma. Luego, a medida que vea ese poder cuáles son la reacción de las poblaciones ante sus decisiones políticas médicas, sanitarias y medicamentosas, y los resultados, se irá desarro­llando el plan preconcebido hace mucho tiempo...

    DdA, XVI/4639     

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