La catedral de León hizo que me entusiasmara por el arte desde la temprana edad en que la admiré, casi al tiempo que crecía en los primeros amores y lecturas poéticas. Nunca podré ser ajeno a una bella imagen que estampe su belleza, como con toda seguridad le ocurre a mi amigo y colega Félix Maraña, que ayer, al tiempo que contemplábamos la que ilustra esta brevería, tuvo la inspiración y emoción de escribir los versos que siguen y yo he leído y copiado, llevado del mismo o muy semejante sentir:
Félix Maraña
ELLA
Luce en la ciudad oscura
de humedad, historia y glosas,
brilla y relumbra en sus losas
y realza su figura.
Alumbra de noche a día
y resalta si anochece,
a ninguna se parece,
ninguna se atrevería.
Su belleza no perece
y a cada mirada crece,
dando renombre a León.
No es su piedra ni su hechura:
Está enferma de hermosura.
No admite comparación.
[Para Andrés Martínez Trapiello, que nos surte de imágenes para alimentar y sostener la nostalgia del origen].
SILENCIO
De la base hasta el crucero,
de la vidriera al balaustre
todo es armonía ilustre,
obra del mejor cantero.
Arquitectos, nobles, sabios,
y pueblo que en derechura
puso verbo, arquitectura,
puso música en sus labios.
Lo mejor de todo aquello,
que la historia ha conjugado
y los confines cantado,
noble Martínez Trapiello,
es la herencia que ha legado:
por su silencio resuello.
[Para
Eugenio Marcos Oteruelo
, fotógrafo exigente, y para Jorge Mato
, que sabe hacer catedrales]. DdA, XVI/4637
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