viernes, 16 de octubre de 2020

A LA PATRONAL LE DUELE LA CABEZA

 


Vicente Bernaldo de Quirós

En el imaginario popular existe la creencia de que las parejas que llevan unos cuantos años juntas tienen muy difícil la práctica de la coyunda dentro del matrimonio, quizás porque el aburrimiento, el tiempo transcurrido en común o porque la pasión se la llevó la grasa acumulada de sofá y cervecitas retrasan sine die el contacto físico. Que si me duele la cabeza, que si estoy en un día de esos, que si vengo muy cansado de la oficina, que si me tengo que duchar y me da pereza y otras cuantas excusas más o menos razonables, ponen de manifiesto el caldo de cultivo para que la convicción del personal sea la que es y por eso el cincuentón que el otro día en mi chigre favorito se lamentaba de que nunca era el momento de echar un kiki en casa, reflejaba, en cierta manera, la tradición en materia de sexo.

   Bueno, pues a la patronal también le duele la cabeza y nunca encuentra el momento de cumplir con sus obligaciones y sus responsabilidades constitucionales, por lo que se refiere al cumplimiento del artículo que establece una progresividad fiscal para el pago de impuestos.
   Si el Gobierno español plantea, como en otros países europeos, que se ponga una tasa a las empresas digitales, los empresarios patrios responden con un admonitorio recuerdo de lo que puede pasar a los clientes sobre los que repercutiría el tributo y mantiene que la cosa tiene que estar como hasta ahora.
   Si es a los bancos a los que se propone que se le grave con una cantidad porcentual razonable para que, entre otras cosas, contribuyan al crecimiento y a la distribución equitativa de la riqueza, por no alegar la devolución del rescate que hicimos en 2008 todos los españoles, nuestro emprendedores y especuladores, todos a una, te exhortarán a que no mentes la soga en casa del ahorcado por las graves consecuencias económicas que tendrá para la mayoría.
   Y como estos argumentos impositivos, se repiten igualmente los que se refieren a la derogación de la reforma laboral, al incremento de las cotizaciones a la Seguridad Social o a cualquier otra medida en la que los dueños de las empresas tengan que aprochinar. Si hasta costó Dios y ayuda que la CEOE terminase suscribiendo el pacto de los ERTES por cuatro miserables euros y eso que la mayoría de los acuerdos les beneficiaban sobremanera.
   Eso sí, cuando se trata de que paguen otros la factura y se flexibilice el empleo o el salario de los trabajadores, los patronos españoles se apuntan inmediatamente y mantienen que esa es la línea por la que se tiene que seguir, incluso, profundizando más en que el despido sea libre.
   Pues, hombre, ya está ben de que a la patronal le duela la cabeza y cumpla con sus obligaciones como todos los contribuyentes españoles tienen que hacer, aunque no sea de su agrado. Que los más ricos y los que más ganan deben contribuir proporcionalmente más que el resto a sostener los gastos del Estado y de la mayoría de los españoles, no es más de izquierdas que de derechas. Lo dice la Constitución y lo llevan a cabo todos los países de nuestro entorno, especialmente los más nórdicos.
   De alguna forma hay que preservar el mandato constitucional, le guste o no a nuestra cúpula empresarial y si no aceptan por las buenas en las mesas del diálogo, habrá que imponerlo con los votos de la mayoría progresista en el Congreso de los Diputados. Pero tanto dolor de cabeza no es conveniente para la salud del país. Si tienen migraña, que se cuiden y dejen su actividad ante el riesgo de que España no funcione. Por prescripción facultativa, pónganse en forma.

        DdA, XVI/4640      

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