martes, 8 de septiembre de 2020

RODILLA EN TIERRA CONTRA EL RACISMO


Vicente Bernaldo de Quirós

Dolores Ibarruri pronunció en los primeros meses de la guerra civil la frase que le acompañó toda su vida y que la asoció a la dignidad y a la lucha heroica :"más vale morir de pie que vivir arrodillado", que también se le atribuye a Emiliano Zapata como su primer creador, pero que la historia y la leyenda le conceden el honor a Pasionaria, quien impulsó con esta declaración la rebeldía proletaria al golpe fascista de los generales africanistas.
   Pero hay lugares y circunstancias en las que arrodillarse más que un acto de sumisión es un ejemplo palpable de rebeldía. Hincar la rodilla en tierra y agachar la cabeza es lo que propugnan los afroamericanos y los blancos concienciados en Estados Unidos como forma de oponerse al brutal racismo policial  que periódicamente arranca la vida a las personas de color y que en el caso de George Floyd se extendió como una mancha de aceite por todas las ciudades de ese país, tras su muerte en Mineapolis, cuando el agente de policía blanco Derek Chauvin colocó  su rodilla en el cuello hasta asfixiarle.
   El asesinato de Floyd originó una masiva repulsa entre los ciudadanos de orden no solo de los USA, sino de gran número de países y popularizó la rodilla en tierra de muchísimos ciudadanos del orbe entero que, con este gesto pretenden simbolizar su rechazo más visceral al racismo estructural de la policía estadounidense.
   No será el último crimen contra un afroamericano que se produzca en Estados Unidos, cuya violencia racial es paradigmática. De hecho desde el asesinato de Floyd otros tres negros han perdido la vida por defender su dignidad como ciudadanos de igual categoría que los whites que dominan el país.
   No es de extrañar el racismo policial en Estados Unidos. De hecho los cuerpos de los agentes en gran parte de los estados nacieron a raíz de la necesidad de controlar el orden de los poderosos y eligieron a los perseguidores de los esclavos que huían de las plantaciones de los sureños para que les sacaran las castañas del fuego. Y vaya si lo hicieron.
   En cuanto al criminal que asfixió a Floyd es una mala bestia, que ya sufrió 17 denuncias por tratar despectivamente y maltratar a negros, sin que los jefes policiales y los responsables del fascista sindicato que protege a los agentes en ese país haya permitido que se le toque un pelo.
   Hacen falta leyes y decretos que expulsen de la Policía a los criminales racistas que la infestan y la infectan. Pero es difícil porque los legisladores norteamericanos no quieren enfrentarse a los poderosos sindicatos de agentes. Y no busquen en Joe Biden, si le gana las próximas elecciones al impresentable de Donald Trump, un aliado para acabar con los abusos de los uniformados. En el fondo, demócratas y republicanos beben de la misma jarra de cerveza y no se atreverán a legislar contra el racismo. Eso sí, rezarán mucho y prometerán el oro y el moro, pero después de metido, nada de lo prometido.
   Si hasta en tiempos de Obama, un mulato con la misma piel que gran número de víctimas de las agresiones policiales, en la Casa Blanca miraban para otro lado cuando se trataba de criticar la violencia de los agentes.
   Uno solo confía en la sociedad civil y en la movilización de las organizaciones negras y de clase para tratar de solventar un problema estructural de Estados Unidos, de difícil solución por lo enraizado que está, pero que es preciso desterrar para conseguir la paz social y racial en el país. Mientras tanto, habrá que seguir echando la rodilla a tierra para vivir con dignidad y voluntad de cambios.  

     DdA, XVI/4606     

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