Recuerdo dejado por la familia en el osario del cementerio de Ávila
Félix Población
Para iniciar este artículo,
es preciso puntualizar que hubo otras muchas víctimas mortales del franquismo
tan jóvenes o más que la hija de Dolors durante la guerra y la posguerra en
España, cuyos nombres han quedado sepultados en el silencio de la dictadura y décadas
siguientes. Solo hay que recordar como más representativo el caso de la cárcel
central de mujeres de Saturrarán, en la bahía de Ondárroa (entre Vizcaya y
Guipúzcoa), que funcionó como penal de represión franquista entre 1938 y 1944.
En sus celdas estuvieron encarceladas un total de cuatro mil presas
republicanas, de las que 116 perdieron la vida, junto a 57 niños. Algunos
fueron considerados "débiles mentales" y entregados en adopción a
familias afines al régimen. De la cárcel no queda memoria pues fue
demolida en 1987.
En 2018, los arqueólogos de
la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) localizaron
en Ponferrada (León) una fosa común con los restos mortales de una mujer
embarazada y de su hijo. Se trata de Jerónima Blanco Oviedo, que tenía 22 años
en el momento de su muerte y estaba en avanzado estado de gestación, y de su
hijo Fernando Cobo Blanco, de 3 años. Según la tesis de la ARMH, ambos fueron
tiroteados por integrantes de la Falange el 23 de agosto de 1936 como
represalia por la huida de Isaac Cabo Blanco, marido de Jerónima y padre de
Fernando, que había dejado su domicilio desde el comienzo de la Guerra Civil.
La joven víctima que me ocupa
no falleció en Saturrarán sino en la prisión de Ávila, según pudo descubrir no
hace mucho mi estimada amiga y colaboradora Remedios Palomo durante su
visita al cementerio de la pequeña ciudad castellana. Después de ochenta
años, divididos en cuarenta de mordaza y difamación, y otros muchos de
olvido -el viento del olvido/que todo lo
mata, escribió Cernuda-, los familiares de esa víctima quisieron dejar
constancia de su muerte y olvido en
un breve recordatorio.
La niña nació -sin que se
especifique la fecha- con el año en que se inició el gran holocausto español
(Paul Preston), del que esa criatura que no llegó a los tres años de vida
formará parte. Se llamaba Luz Ibáñez de Requesens y falleció en la prisión de
Ávila el 10 de noviembre de 1938. La fotografía del texto hallado en la puerta
del osario del cementerio abulense testimonia la elocuencia del mensaje,
fechado el 28 de noviembre de 2018: "Luz, te robaron la vida, y casi
nos roban tu memoria. Ochenta años después tus sobrinas, sobrinos y hermanos te
acompañan. La vida que no pudo ser, la vivieron tus hermanos. Ahora sí,
descansa en paz. Luz murió a los 22 meses de edad a causa de las
condiciones inhumanas de la prisión de Ávila, junto [debe entenderse que estuvo
con] su madre Dolors de Requesens Inglés, nuestra abuela. ¡¡¡Una verdadera
heroína de la injusticia machista, humana y política!!! Bajo el régimen
franquista fue privada de libertad por ser la esposa de un republicano que se
exilió a Tánger para evitar ser fusilado, finalmente encausado por el delito de
adhesión a la rebelión argumentando en su causa literalmente, "posee ideas
políticas de izquierda".
Remedios nos aclaró su hallazgo
con esta sucinta información y las correspondientes imágenes ilustrativas de la
puerta del osario del cementerio abulense, en el que se descubrieron los restos
mortales de Luz: "Buscando completar el destino final del cuerpo asesinado
de mi abuelo paterno Lorenzo Palomo Chozas, he visitado el cementerio de Ávila.
Con un resguardo de la tumba que lo alojó durante 30 años, en días pasados
indagué en el propio cementerio dónde había estado su tumba y qué había sido de
sus restos. Un funcionario amabilísimo y sensible supo transformar la obsoleta
numeración de mi recibo en datos actuales; pude visitar la tumba donde estuvo
su cuerpo durante treinta años y también el osario donde se encuentran hoy
sus huesos. Es seguro que están allí porque en Ávila comenzaron las
incineraciones hace veinte años y los restos anteriores no han sido ni
destruidos ni trasladados".
Dolores es la tercera de las hermanas
Gracias a los dos apellidos
de la fallecida pude conocer más datos acerca de la identidad de su marido por
medio de la esquela de su fallecimiento. Se trataba de Luis Ibáñez Morlán, cuyo
óbito tuvo lugar cristianamente el 23 de abril de 1993 a la edad de 93 años,
sin más datos acerca de su persona que el de haber sido viudo de Dolors, según
se especifica en la propia esquela. Contar con los apellidos de padre y madre
fue fundamental para contactar con los descendientes del matrimonio, entre los
que amablemente pude contar con el testimonio de Miguel Ibáñez, nieto de Dolors
y Luis, que durante su niñez no dejó de escuchar tanto los recuerdos de su
abuelo como los de su padre sobre lo que para la familia siempre una gran
tragedia:
"En 2004, ya con 33 años
–nos dice-, empecé a escribir, leer, recopilar información, entrelazar datos e
investigar todos los detalles de lo sucedido. Volví a escuchar a mi padre
relatando los mismos hechos, una vez y otra, siempre tratando de confirmar la
veracidad de los mismos, como si, inconscientemente, tratara de encontrar
fisuras de inconsistencia en su recuerdo de los acontecimientos. Pero gracias a
su asombrosa memoria, y a pesar de tener
solo 5 años en el inicio de la contienda, he podido reconstruir el relato de la
memoria familiar”.
Miguel, mediante los datos
facilitados por transmisión familiar, los documentos privados y la
correspondiente búsqueda en los archivos militares y civiles, y contando con la
colaboración de su prima hermana Luisa María Lanza Ibáñez, logró coordinar un
relato lo más detallado posible de esta
historia. Luz Ibáñez de Requesens falleció exactamente el 10 de febrero de 1938 en la
prisión provincial de Ávila, con apenas 22 meses de vida, como consecuencia de
las pésimas condiciones de vida que se daban en la cárcel y la deliberada
desatención médica. Dolores de Requesens había ingresado en el penal ocho meses
antes, el 2 de junio de 1937, acompañada de sus dos hijos menores de cuatro
años, Luz y Carlos. Otros de sus cuatro hijos, al contar con más de cuatro
años, quedaron desamparados y abandonados a su suerte en las calles de la
ciudad de Ávila, hasta que fueron recogidos por una familia amiga en Salamanca.
“Así de cruel era la posguerra para los vencidos –comenta Miguel-, en este caso
para el matrimonio formado por Dolores y Luis Ibáñez Morlán, funcionario de
telégrafo durante al menos veinte años, depurado al final de la guerra incivil
por su activa defensa del gobierno legítimo de la segunda República”.
Dolores y su marido de jóvenes
Dolors había nacido en 1895 en Arenys de Mar, en el Maresme
barcelonés, hija de José de Requesens, notario y primer archivista de
Barcelona, un intelectual de su tiempo, casado con Pilar Inglés, con quien tuvo
once hijos, dos de los cuales tomaron el camino de emigración al continente
americano. Dolors y Luis Ibáñez, un hombre también cultivado, se conocieron
siendo muy jóvenes y tuvieron un total de ocho hijos. Luis descendía de una
familia modesta de un pueblo minero de La Rioja. A los quince años inició sus
estudios de ingeniero de caminos en Madrid, aunque no pudo continuarlos. Desde
1926 fue técnico de instalaciones de telégrafos. Tres años después ganó por
oposición una plaza de jefe de línea de telégrafos. En
1931, estando en Salamanca como jefe de línea provincial, se afilió al PSOE (ya
era miembro de las Juventudes socialistas desde el año 1917) y posteriormente
se adhirió a la Agrupación al servicio de la República. Durante el régimen
constitucional del 14 de abril fue miembro del Sindicato profesional de
Telégrafos.
En 1935 el
matrimonio y sus hijos residían en Ávila. En esta pequeña ciudad castellana nació
Luz, la última hija del matrimonio, y en Ávila llevó a cabo una activa labor
política Luis Ibáñez como militante de la Agrupación Socialista. Formó parte del equipo de propaganda que
recorrió toda provincia en las elecciones que dieron el triunfo al Frente
Popular en febrero de 1936. Pocas semanas antes del
levantamiento militar de julio de ese año, Luis Ibáñez es destinado a la
oficina telegráfica del estado español en Tánger para sustituir al técnico que
estaba a cargo de la estación, sospechoso al parecer de simpatizar con los
militares felones. El 10 de julio sale de Ávila, concertando con su esposa e
hijos un ulterior reencuentro en su nueva residencia. No pudo ser.
Mientras a Ibáñez se le encarga
mantener en Tánger las comunicaciones entre la ciudad y otros enclaves del
norte de África y el sur de España, con diversos servicios en defensa de la República en Málaga, Almería y
Valencia –entre las que destaca una misión especial en el cuartel general de
Los Llanos con los mandos de la aviación rusa-, su familia en Ávila padece las
consecuencias de la dura represión llevada a cabo por las tropas facciosas.
Aunque no hubo resistencia armada, el rigor fue el mismo que en otras
provincias españolas que tampoco la registraron. Entre las personas asesinadas
estuvo el gobernador civil de Ávila, el escritor Manuel Ciges Aparicio
(1873-1936), padre del fallecido actor Manuel Ciges,
que para purgar ese antecedente familiar hubo de alistarse luego en la División
Azul que combatió junto a los nazis en Rusia. También figuraba en la lista el
telegrafista Luis Ibáñez, por su notorio activismo político, cuya ausencia fue
subsanada con la detención y encarcelamiento de su esposa Dolors y dos de sus
hijos de corta edad. Gracias a los contactos y amistades del matrimonio, el
resto de sus hijos pudieron encontrar refugio en las casas de algunas familias,
tanto en Salamanca como en Ávila, mientras su madre estuvo en prisión con dos
de los niños menores.
La orden de detención y
encarcelamiento de la abuela Dolors provino del Alto Comisario de España en
Marruecos y persiguió, sin duda, vengar las actividades de índole política y
civil impulsadas por Luis Ibáñez desde las ya mencionadas ciudades en los
primeros meses de la contienda. Dicho de otro modo -y tal como solía ocurrir
por parte de las tropas sublevadas-, al no poder detener y ejecutar a su marido
en los momentos iniciales del levantamiento militar en el lugar donde se le
suponía su residencia, y al constatar su papel en defensa del Gobierno
republicano desde su posición de responsable de línea, se tomó la decisión de
aplicarle el castigo más cruel, encarcelando a su esposa y dos de sus hijos:
Conducida por una pareja
de la Guardia Civil envío para que
quede detenida a disposición del Alto Comisariado de España en
Marruecos, a la vecina de esta ciudad de Ávila, DOLORS DE REQUESENS INGLÉS, a la cual acompañan sus dos hijos menores de cuatro años.
Dios guarde a V. muchos
años. Ávila a 2 de Junio de 1937.
EL CAPITAN JEFE DE LA
POLICIA.
Jesús Velázquez Quirós
Según los testimonios
aportados por Dolors, el tiempo de presidio fue sumamente penoso, tanto física
como psicológicamente: "Los fusilamientos arbitrarios de otras
reclusas, el frío, la humedad, el hambre y la ausencia de atención médica
provocaron que la situación se deteriorase hasta el punto de que el estado de
salud de los hijos Luz y Carlos se viera seriamente afectado. Ante esa
situación, en julio de 1937, Dolors solicitó por escrito la excarcelación para
poder cuidar de los pequeños en su domicilio, pero las autoridades le denegaron
el permiso”:
Visto el escrito del día
4 de este mes, al que acompaña la instancia de Dña DOLORES RECASENS INGLES, [estaba mal escrito porque el apellido es De
Requesens], solicitando salir
de esa Prisión para cuidar en su casa a dos hijos suyos que se hayan muy
delicados de salud, sírvase comunicar a la interesada que no depende de mi autoridad el conceder lo que
solicita, en razón a que su reclusión en esa Prisión no fue decretada por el
Jefe que suscribe.
Dios guarde a V. muchos
años.
Ávila
6 de Agosto de 1937
"SEGUNDO
AÑO TRIUNFAL"
El Gobierno Militar.
Fdo Joaquín Fuis
Sr.
Director de la Prisión Provincial de esta PLAZA
En las memorias que tiene
manuscritas José Luis, hermano de Luz y
padre de Miguel Ibáñez, recuerda así la visita que en una ocasión hicieron a la
cárcel abulense: “Cuando íbamos a visitar a mi madre, nos dejaban
estar poco rato y la veíamos desde un sitio donde había una reja delante de
nosotros y otra delante de mi madre, y entre las dos, un pasillo de,
aproximadamente, un metro con un vigilante en medio. Un día mi hermana Luz
enfermó y murió, según mi madre nos contó después por no tener la asistencia
médica necesaria. Creo que Carlos también estuvo muy grave pero como Lucecita
había muerto prácticamente por abandono médico, parece ser que a mi hermano lo
atendieron un poco más y se curó. Del día en que murió mi hermana, creo que yo
ya tenía seis años, me acuerdo por completo, pues nos dejaron entrar a la
cárcel a mi hermana Lolita y a mí para ver a Lucecita muerta: estaba en una
caja negra, grande, encima de un mueble. Recuerdo ver a mi madre y a mi hermana
llorando. Al poco rato, taparon la caja y se la llevaron al cementerio, y ya no
supimos nada más. Mi madre quiso saber dónde estaba, pero no pudo averiguar
nada.”
Luz fue trasladada al
cementerio de Ávila y enterrada en el suelo el 11 de febrero de 1938 en una
sepultura sin féretro, lápida ni referencia alguna, para hacer así mucho mayor
su ausencia e imponer sobre su identidad y rastro el olvido. Su familia, padres
y hermanos no tuvieron la posibilidad de acompañarla. Después del
fallecimiento de Luz, en abril de 1938, Dolores fue excarcelada y volvió a
reagrupar a sus hijos:
Sírvase disponer que sea puesta en libertad, la detenida a mi
disposición, DOLORES DE REQUESENS
INGLES, a la que habrá de notificar en forma que queda residenciada en
esta capital, de cuyo término municipal no podrá ausentarse sin previo consentimiento de mi Autoridad, así como
de la obligación de presentarse cada cinco días en la Comisaria de
Investigación y Vigilancia.
Dios salve a España y
guarde a Vd. muchos años.
Ávila 5 de abril de 1938
II
Año Triunfal
El Delegado
Director de la Prisión de
esta Capital.
“Las gestiones realizadas por
su esposo desde Tánger para conseguir un intercambio de prisioneros a través de
la frontera franco-española de Irún –refiere Miguel Ibáñez-, por mediación de
la Cruz Roja Internacional, favorecieron que la familia pudiera reagruparse en
Barcelona más tarde”. Coincidiendo con la elaboración de este artículo, Miguel
recibió el documento que esperaba del archivo del Comité Internacional de la
Cruz Roja en el que, como sospechaba, su abuela y sus hijos (incluyendo a mi
padre, la madre de mi prima Luisa María y a la fallecida Luz) aparecen en una
lista de prisioneros a intercambiar entre el bando sublevado y el ejército de
la República. Para la pequeña Luz fue demasiado tarde.
A finales de 1937 Luis Ibáñez
recibió en Valencia órdenes de regresar
a Tánger, vía Marsella, incorporado a la estación de radio para mantener contacto
con Madrid y Barcelona. En Tánger actúa como secretario político del comité de
socialistas y es delegado del Partido Socialista en el Frente Popular que se establece.
En colaboración con el cónsul general Simeón Vidarte crean el Comité de Ayuda a
España para recoger alimentos y fondos, y enviarlos a la Península (Barcelona y
Valencia). Ocupa el cargo de primer secretario. Fue detenido por los militares
rebeldes bajo la acusación de “adhesión a la rebelón”, según se comprueba en
este documento y tal como figura en todos los expedientes de los republicanos
represaliados, defensores del régimen legalmente constituído:
Luis Ibáñez
Merlán: Plaza de Ceuta; Año 1940; Número
de Auditoria 894; Número de Juzgado 185;
CAUSA,
Instruida al paisano presentado de Tánger, LUIS IBAÑEZ MORLAN, por supuesto delito de "adhesión" a
la rebelión. Situación, Fecha del Juicio 22 de Octubre de 1940.
JUEZ INSTRUCTOR COMANDANTE DE CABALLERIA,
D. Juan León López; Secretario, Suboficial de Caballería, D. Isidoro Cívico
Rodríguez.
Siguientes
páginas de la CAUSA:
Nació en Toledo en 1900.
Dirigente
marxista de extrema izquierda en Ávila, según la causa, pero en realidad
era miembro del partido socialista.
Según la CAUSA, huyó de Ávila al
estallar el movimiento nacional. Llegó a Tánger el 16 de Abril de 1937
procedente de Marsella vía Valencia.
Un consejo de guerra lo condenó a la pena capital, que se le conmutó por seis
años de cárcel gracias al apoyo de
algunas personas, entre las que no faltaban las que se había decantado por el
bando sublevado, que reconocieron sus buenas acciones. Posteriormente, parece ser que al cabo de un
año, salió en libertad y regresó a Barcelona, en donde se reunió con su familia
y sobrevivió realizando trabajos precarios como tantos otros de los vencidos
represaliados, hasta que en 1947 fue contratado por la editorial Mar combo como
traductor al castellano y revisor de libros de electrónica escritos en inglés,
francés y alemán. Así, hasta los 95 años de edad, tiempo suficiente como para
dejar grabados sus recuerdos y vivencias de la guerra, entre los que le faltó
conocer el lugar en donde había sido inhumada su hija Luz.
Diez años después del fallecimiento
de la pequeña, en 1948, sus restos fueron exhumados y depositados en el osario
del cementerio, donde reposan en la actualidad y en donde halló mi estimada
Remedios el rastro de esta familia catalana, dándome pie a que investigara en
los hechos. Setenta años después, Miguel Ibáñez logró obtener el certificado de
su defunción y rastrear en los libros de registro del cementerio hasta ubicar
la sepultura de sus restos mortales y trazar su destino con la debida dignidad:
“Las primas de Miguel Luisa María (Ya), Elena y Esther, sobrinas de Luz,
visitaron el cementerio abulense en noviembre de 2018 y, con gran emoción para
todos, depositaron un ramo de flores y una placa conmemorativa. Meses más
tarde, mi padre, hermano de Luz y varios miembros de la familia volvimos a
visitar el lugar en el que descansa una de las más jóvenes víctimas identificadas
de la dictadura franquista y darle cabida –subraya Miguel- en el relato de
nuestra memoria".
Los abuelos Dolores y Luis,
padres de Luz, fallecieron en 1993 tras una larga vida en común, solo
interrumpida durante aquellos años oscuros. La represión, el miedo, la miseria
y la continua preocupación por subsistir a las precarias condiciones de vida
posteriores a la guerra, no les permitió cumplir lo que sus descendientes lograron.
Cuenta Luisa María que una soleada mañana de febrero de 1993 se acercó hasta la
cama de su abuela Dolors en el Hospital Sagrat Cor de Barcelona. Le habían
dicho que la enferma, de 98 años de edad, estaba inconsciente pero podía oírla. No solo
la escuchó al hablarle y reconocerla entre sus diecisiete nietos, sino que
abrió los ojos y le salió del alma como si fuera en un suspiro una frase de
estímulo para que fuera independiente y se valiese por sí misma, para que
estudiase y no se sometiera nunca.
Fueron las últimas palabras
de una mujer que a lo largo de casi un siglo, según su nieta, sobrevivió a dos
guerras mundiales, a la terrible Guerra de España, a una posguerra que según
Luisa María se prolongó más años de los que cuenta la historia y al dolor de
perder a una hija con menos de dos años de vida entre los muros de una cárcel.
La memoria de Luz en un osario de Ávila ilumina como pocos episodios de la represión
franquista su atrocidad. Sobre ella se asentó un régimen dictatorial durante
casi cuatro décadas, al que después siguió un largo tiempo de amnesia que no
logró disolver en el olvido una vida tan breve. Puede que algo de esa vida aún
viviera en el corazón de su madre cuando falleció en 1993.
*Artículo publicado en El viejo topo del mes de septiembre
*Artículo publicado en El viejo topo del mes de septiembre
DdA, XVI/4609
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