Partieron
desde los puertos de Asturias en el otoño de 1937, poco antes de que la región fuera ocupada por las tropas sublevadas.
Félix Población
La limpia imagen del
vapor Gaviota evoca en mi memoria, en primera instancia, las
muchas tardes de pesca en compañía de mi padre en el puerto gijonés de El
Musel, cuando todavía era posible ver barcos de esa hechura y mi imaginación
los hacía navegar por las rutas más exóticas de mi atlas. La fascinación por
los barcos fue tanta en mi niñez marinera como mi sentimiento de pesadumbre
-del que ya hablé en ocasiones precedentes- por todos aquellos niños de la
guerra que salieron desde ese mismo puerto en buques similares con destino a la
Rusia soviética, un mes antes de que Asturias fuera ocupada el 21 de octubre de
1937 por las tropas sublevadas.
El vapor Gaviota no
fue uno de los que hizo esa larga singladura con un pasaje de tan tiernas
edades, en el que había niños de muy pocos años acompañados de sus hermanos
mayores, todos con la idea de que la separación de sus padres sería breve o no
se prolongaría más allá de una corta temporada. Ninguno de ellos posiblemente
imaginara que la distancia y el tiempo iban a ser insalvables, y que la mayoría
no volvería a abrazar a quienes los despidieron entre lágrimas y abrazos. En el
libro Los niños españoles evacuados a la URSS, se cifra en un
millar el número que salió del puerto de El Musel en la madrugada del 24 de
septiembre de 1937, mientras la aviación facciosa bombardeaba los depósitos de
combustible de la ciudad.
El vapor Gaviota estaba previsto para una más corta y aún más
desesperada singladura casi un mes después. Fue uno de los que se pusieron
al servicio de los defensores de la República en Asturias para abandonar la
región, entre los que se contaban una serie de buques mercantes más y un número
indeterminado y difícil de precisar con exactitud de grandes y pequeñas
embarcaciones de pesca, que en las fechas previas al 21 de octubre y bajo los
últimos bombardeos de la Legión Cóndor, trataron de ganar un destino que
privara a sus pasajeros de las cárceles o la muerte.
La fotografía del Gaviota pertenece
al archivo de Tino Suárez y sorprende por la placidez del mar y la airosa
estampa del barco, con esa leve humareda de su chimenea flotando en una
atmósfera no menos apacible. Desprende tal serenidad la pulcritud de la
imagen que parece impensable que en ese vapor con el nombre de las más
conocidas aves marinas se viviera después uno más de los infaustos hechos
de aquella guerra incivil, cuando la Armada del bando sublevado cortó las alas
al Gaviota en alta mar y apresó a todos sus pasajeros para
internarlos en los campos de concentración de Galicia, entre ellos el de Arnao,
en Ribadeo.
En los casos de Toni Argüelles, tío abuelo de mi estimado amigo Manuel
Antonio Goti del Sol -que me ha puesto en antecedentes del Gaviota-,
y Antonio Tello, primo de su madre, su internamiento no se prolongó más allá de
dos meses, al cabo de los cuales fueron puestos en libertad. Antonio trabajaba
en las oficinas del Partido Comunista en Gijón y Toni ayudaba a su hermano
Alfonso, secretario de partido en esa ciudad, con la contabilidad. Los dos se
trajeron de Galicia el buen recuerdo de la gente solidaria que los ayudó con
ropa y comida cuando por todos lados crecían la miseria, el hambre y el miedo.
El de Arnao fue el recinto penitenciario que más personas albergó en España
durante la posguerra y el que más tiempo de actividad mantuvo, hasta el año
1943, con dos etapas diferenciadas: una primera para prisioneros de guerra y
otra para familiares y supuestos colaboradores de las tropas republicanas. La
mayoría de los internos procedían, obviamente, de la caída del frente de
Asturias. De todo quedó testimonio en la memoria oral de los hijos que
acudían con sus madres a socorrer con alimentos a los presos y también en la de
aquellos ancianos de hoy residentes en el entorno que guardan en su memoria
infantil la solidaridad de sus familias con los internos.
Un monolito, levantado por el Partido Socialista de Castropol, recuerda desde
hace algunos años a las víctimas con un texto en extremo equidistante, como
tantos otros repartidos por la geografía española. Se reitera en la mayoría la
norma de eludir la identidad de aquellos hombres y mujeres que se
comprometieron en defensa de la democracia y fueron víctimas por tanto de sus
adversarios, impulsores de una crudelísima y larga dictadura: "En
memoria de los hombres y mujeres -leemos en el monolito- que perseguidos por
sus ideas estuvieron aquí confinados". ¿Tanto costaba indicar la
naturaleza de los que defendieron esas ideas y de quienes los persiguieron por
pensar distinto?

El costero Sancho Panza en el Muelle de Gijón
El vapor Gaviota quiso tener un mejor destino en otra España,
pero le cortaron el vuelo en alta mar como a otras tantas embarcaciones que
esperaban ganar tierra libre. El incansable investigador Marcelino Laruelo Roa,
en su libro El Cervera a la vista [se trata del crucero
Almirante Cervera, que bombardeó la ciudad desde el mar durante la guerra,
sembrado el terror entre la población, según reflejó Nicanor Piñole en un
cuadro de estética simbólica similar al Guernica de Picasso], da cuenta de los
más de veinte barcos de todo tipo que partieron de los puertos asturianos y
fueron capturados por la Armada nacionalista. De tres sólo menciona el
nombre, sin más datos añadidos. Además del Gaviota está en la
relación el Montseny, en el que viajaba el periodista y escritor
Juan Antonio Cabezas, redactor del diario socialista Avance,
condenado en principio a muerte por el franquismo, si bien se le conmutó a posteriori
la pena capital por la de prisión:
ALICIA:
Había salido de la ría de Avilés.
AMADA:
Capturado el 21-10-37 por el "Júpiter" y el rastreador "Evencio
Álvarez".
ANCIOLA Nº
3: Había salido de Gijón.
ANTONIETA:
Había salido de Gijón, capturado el 21-10-37.
ARNAO:
Probablemente salió de Avilés.
ASUNCIÓN:
Vapor que salió de Gijón, capturado por el "Júpiter".
ASUNCIÓN:
Pesquero de Candás capturado por Cervera, se hundió en Cudillero.
CONCHITA
CRISTO DE
CANDÁS: Pesquero de Candás, hundido en Llumeres.
CUDILLERO:
Pesquero que había salido de la ría de Avilés.
ELISA: Salió
de San Juan de Nieva y fue capturado por el "Tritonia".
FERNANDO
GAVIOTA: Vapor que había salido de Gijón, capturado por Cervera.
GAVIOTA
(pequeño): Pesquero que salió de Gijón.
JOSÉ ANTONIO:
Había salido de la ría de Avilés.
JÚPITER nº
2: Pesquero de Avilés que salió de Gijón.
LA CUSCA:
Salió de la ría de Avilés.
LLODIO:
Salió de El Musel y fue capturado por el "Júpiter".
MARGARITA:
Había salido de Gijón, fue capturado el 22-10-37 por el "Maruja y
Aurora" con 400 personas.
MARISA:
Pesquero de Cudillero.
MARUJINA:
Había salido de la ría de Avilés.
MINA
SORRIEGO: Fue detenido el 21-10-37 por el "Júpiter" y apresado por
los rastreadores "Evencio Álvarez" y "Bilbao".
MONT SENY:
Salió del puerto de El Musel y fue capturado por el "Júpiter".
NEPTUNO nº
2: Salió de la ría de Avilés. Capturado y conducido a Santander.
NUESTRA
SEÑORA DEL CARMEN: Salió de San Juan de Nieva.
SAN ANTONIO
SAN JUAN DE
NIEVA: Había salido de la ría de Avilés, de San Juan de Nieva.
VICENTA PÉREZ: Barco esquero que había salido de la ría de Avilés.
Torpedero 3
El mismo investigador ofrece otra minuciosa relación -más numerosa- de
aquellas embarcaciones que lograron llegar a los puertos franceses, entre los
que figuran el pesquero Abascal, que salió del puerto de El Musel
y desembarcó en Brest al llamado Consejo Soberano de Asturias y León,
presidido por Belarmino Tomás. El alcalde de Gijón, el anarquista Avelino
Honzález Mallada, llegó a la isla de Griox, cerca de Lorient, en el pesquero
Toñín, y al puerto de Saint Nazare -pude hacer este viaje en ferry hace unos
años rememorando esa travesía de 1937- arribaron hasta tres embarcaciones con
más de 500 personas a bordo entre civiles y milicianos.
Llama especialmente la atención en la puntualizada relación de Laruelo el
servicio humanitario prestado por el crucero Southampton, de la
Royal Navy, que permaneció a más de tres millas de las costa asturianas,
escoltado por dos destructores. Se encargaba de vigilar el cumplimiento de los
acuerdos del Comité de No Intervención en el Cantábrico, pero ante el riesgo de
naufragios que comportaba aquella gran evasión en condiciones extremadamente
urgentes e improvisadas y con un excesivo número de pasajeros a bordo, instó a
que esa misión la realizaran los dos destructores y se dedicó a patrullar
el mar hasta el golfo de Vizcaya a fin de prestar auxilio a las embarcaciones
que lo requiriese mediante un pequeño hidroavión. Se trataba, al fin y al cabo,
de los primeros refugiados de guerra del conflicto español, cuyo miedo a ser
avistados por uno de los buques de los sublevados queda reflejado en este
pasaje:
Crucero Almirante Cervera
"Cuando en la noche del martes 26 al miércoles 27
el Southampton fondeó en la bahía de La Rochelle -cuenta
Laruelo Roa- , traía a bordo 280 milicianos, 8 mujeres y 2 niños, recogidos
todos ellos en alta mar y que, de no haber sido por el barco de guerra inglés,
seguramente hubieran perecido. Estos náufragos se encontraban a bordo del
pesquero de altura Mary-Tere, que con la máquina totalmente
inutilizada navegaba con un velamen de fortuna, improvisado con los cobertores
y trozos de lona de los “coys” que había a bordo. Los vigías del Southampton creyeron
en un principio que se trataba de un pecio, de una especie de navío fantasma,
porque no se veía a ningún ser humano a bordo. Fue necesario que el acorazado
inglés mostrase el pabellón británico para que a bordo del Mary-Tere se
viera aparecer una cabeza que al poco volvió a ocultarse. Transcurrieron unos
segundos y, como por ensalmo, una masa asombrosa de gente afloró a la cubierta,
abarrotándola y provocando un estruendo con sus exclamaciones de alegría. Había
pasado lo de siempre, que los del Mary-Tere, al descubrir la columna de humo
del crucero inglés, en lo primero que pensaron fue en el Cervera,
así que corrieron a ocultarse en el interior del pesquero y allí permanecieron
hasta que el marinero que vigilaba vio la bandera inglesa y lo anunció al resto
de sus compañeros de odisea. Una vez a bordo del Southampton, se les
dio a los náufragos una comida caliente, el primer alimento que probaban en
cuatro días. Los milicianos fueron obligados a arrojar todas sus armas al mar y
antes de continuar rumbo hacia La Pallice, el Mary-Tere fue
hundido a cañonazos. Ese mismo día, a las diez de la noche, el Southampton llegó
a la rada de La Rochelle-La Pallice”.
Entre los republicanos que consiguieron llegar a las costas francesas en ese
primer éxodo desde las costas del norte estuvo el más popular de los
periodistas desde 1934, sobre todo a raíz de las torturas sufridas durante la
Revolución de Octubre en Asturias y después de haber sido herido en el frente
de Oviedo tras la traición del coronel Aranda, cuando cambió la máquina de
escribir por el fusil. Javier Bueno Bueno, compañero de Juan Antonio Cabezas y
director de Avance, llegó a las costas francesas a bordo del
pesquero María Elena aprovechando la pleamar de la madrugada
del 20 al 21 de octubre.
El pesquero Toñín, atracado en Lorient
Atracado en el Muelle de Oriente (el puerto
interior gijonés), muy cerca del Palacio de Revillagigedo, el María
Elena trasladó a 1.800 personas, entre las que figuraban unos 800
milicianos heridos que habían sido albergados en el viejo edificio, convertido
en hospital de sangre y que sufrió los efectos de los bombardeos facciosos, tal
como testimonió el fotógrafo gijonés Constantino Suárez. Bueno retornará a la
España republicana inmediatamente por Cataluña y después de dirigir en Madrid
el diario Claridad, será fusilado en septiembre de 1939 por
la naciente dictadura, en cuya agenda represora no podía faltar el nombre del
periodista revolucionario de Octubre.
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