Félix Población
El presidente del Principado de Asturias,
tal como hicieron sus antecesores en el cargo, asistió ayer a la ceremonia religiosa oficiada en la basílica de Santa María la Real de Covadonga con motivo del día de aquella región. Al tratarse de un Estado
aconfesional, la presencia de quien ostenta la máxima representación
institucional del Estado en Asturias, está de más. Barbón (PSOE) no lo ha tenido en
cuenta, siguiendo el mal ejemplo de quienes le precedieron y solo representaron y representan -como él- a aquellos asturianos que se consideran confesionalmente católicos.
Durante su asistencia, además, ha podido disfrutar de una verbal penitencia o recriminación
indirecta, impartida por el prelado Sanz, arzobispo de Oviedo, que si bien ha
valorado positivamente la gestión del gobierno regional de la crisis sanitaria
en Asturias, no ha desaprovechado la ocasión para hacer de su homilía un mitin
político en contra del gobierno central, como por otra parte Barbón podía esperar.
Monseñor Sanz Montes criticó la "improvisación" y las "mentiras" que se dieron, así como “los intereses
inconfesables que esconden estrategias en el control de las personas, de sus
movimientos y decisiones, donde los sentimientos, los divertimientos, las
creencias y la libertad quedaban confinadas al albur de los «magos de oz» o de
los gurús con los martillos de siempre”.
Ante un mensaje de estas
características, propio del líder de un partido muy conservador afín al prelado,
cabe preguntar por la ingente actividad desarrollada por el arzobispado de
Oviedo durante los meses más atroces de la pasada primavera, de la que no nos
ha llegado noticia alguna. Sí supimos de la actividad desarrollada por la ONG
Mensajeros de la Paz, presidida por el Ángel García Rodríguez (el padre Ángel), y de su mensaje de agradecimiento al vicepresidente segundo del Gobierno por su trabajo y el de su
equipo la pasada primavera.
Quizá esa carta de gratitud no merezca estimación alguna para el arzobispo Sanz, de cuya extenuante actividad durante los meses más duros de la pandemia nos gustaría tener noticia. Seguramente Barbón no le preguntó por ello al término de la misa mayor.
CONTRA EL ODIO, RESPETO Y DIÁLOGO
Pablo Álvarez
Soy ateo convencido, no creo en ningún dios, y eso no me hace ni mejor ni peor persona, ya que no son nuestras creencias sino nuestras acciones las que nos definen.
Soy comunista, defiendo valores como la justicia social y la solidaridad, valores que debieran defender muchas y muchos de los que se vanaglorian de su fe y la utilizan como elemento diferenciador para poder juzgar severamente a quienes no la profesamos.
Ayer, un sacerdote amigo mío, sí, se puede ser comunista y tener amigos dentro de la Iglesia, me enviaba un mensaje que, además de emocionarme por venir de quién venía, me reafirmaba aún más en mis convicciones. Él y yo, ambos lo sabemos, nunca vamos a coincidir ni en una celebración religiosa ni en un mitin del PCE, el venera a la virgen y yo a La Pasionaria, yo no voy a pedirle que cante La Internacional ni él va a sugerirme que rece un rosario, pero, aún así, la distancia que separa nuestras creencias desaparece desde el mismo momento en el que ambos las empleamos para luchar por un mundo en el que no tengan cabida ni las injusticias ni el odio.
Ni su fe me hace daño a mí, ni mi ideología supone un problema para él. Aquí no hay moralina ni pensamiento único, se trata de respeto y diálogo. No es tan difícil, aunque a veces nuestro sectarismo haga que lo parezca.
Amigo mío, no creo en tu dios, pero a tí te admiro y te aprecio.
DdA, XVI/4607
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