lunes, 31 de agosto de 2020

LOS DESAHUCIOS DE LOS OKUPAS


Vicente Bernaldo de Quirós

   En casi todas las redes sociales y en los diarios nacionales de la extrema derecha, abundan las referencias a una profusa existencia de okupaciones de viviendas particulares, casi en plan invasión de asaltantes de domicilios. Incluso el diario El Mundo, que se ha convertido por méritos propios en el portavoz oficioso de Vox, llegó a abrir la portada con una referencia a la existencia de mafias profesionales de okupas.
   De la constatación de las noticias diarias creíbles y de los propios comunicados de las fuerzas policiales, parece ser que esa maraña de okupas es más una exageración política de quienes quieren hacerle cosquillas a la coalición de gobierno por no velar por la propiedad privada que una realidad pura y dura.
   Son, sin embargo, los ciudadanos que comparten cualquier bulo que tenga más o menos verosimilitud los que se han encargado de alarmar a la gente de orden con esas historias de asaltantes de pisos que la justicia apenas puede solventar con la expulsión de los invasores.
   Lo de las mafias de okupas tiene su punto, porque nadie conoce ninguna y, sobre todo, en los juzgados no ha sido presentada denuncia alguna sobre este particular. Personalmente, la única mafia que conozco deviene de hace unos cuantos años cuando un empresario (desconozco ahora si de Madrid o del País Vasco) pretendió expulsar de su casa a una pareja de ancianos de poca renta y muchos años para que se fueran del piso y así poder construir y vender caro en pleno boom del ladrillo. Para obligar a los viejecitos a renunciar a su domicilio de toda la vida, el mafioso recurrió a familias desestructuradas y a mercenarios de cualquier causa injusta para que montaran fiestas y escándalos diarios con el objeto de hacer imposible la vida de la pareja. No recuerdo muy bien cómo acabó aquella historia, pero sé que intervinieron los tribunales y hasta intuyo que los ancianos permanecieron en su casa.
   El rumor sobre las mafias locales no se sabe de quien emana, pero algunos amigos míos que tienen algo que ver con el mundo del derecho me apuntan hacia los grandes bufetes de abogados encargados de llevar los asuntos de propietarios muy solventes y empresas constructoras que buscan un atajo para conseguir sus objetivos.
   Otra línea de investigación es la de las empresas de colocación de alarmas que buscan con sus escandalosas informaciones convencer a los propietarios débiles de carácter de la necesidad de instalar en sus domicilios medidas de prevención de robos con enlaces con la Policía. Me dice algunos contactos que durante los casi  tres meses de confinamiento la colocación de alarmas se situó en el nivel más bajo (para qué cojones íbamos a instalar un chivato de esos si estábamos todo el puto día en casa).
   De las informaciones de tribunales no se extrae conclusión alguna que suponga un incremento de la preocupación de la población, ya que el número de okupas se mantiene en el  mismo nivel que en los últimos años y los que han optado por ese método son familias o ciudadanos que han sido desalojados de sus casas por impago a causa de sus nulos ingresos por el paro o la precariedad.
   Es sorprendente la argumentación de muchos de quienes propagan los bulos sobre las okupaciones que inciden en la inseguridad jurídica de la propiedad privada, pero no mentan, ni tangencialmente, el derecho constitucional a la vivienda de todo español o ciudadanos que resida en el país.
   Es inversamente proporcional la falta de vivienda barata para los ciudadanos con pocos recursos al mayor número de asaltos de viviendas, que sobre todo se origina en aquellos pisos ostensiblemente vacíos. Un tertuliano de derechas se quejaba hace unas semanas de que "después de seis años fui a ver uno de mis pisos en un barrio de la ciudad de X y lo vi okupado por una decena de individuos". Aparte de querer  conocer que hizo ese propietario durante los seis años de ausencia de la casa y si procuró que su mantenimiento fuera el correcto, a mí este tipo de categorismos  declarativos me resulta bastante poco creíble. ¿Que quereis que os diga?

    DdA, XVI/4598    

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