Foto de Goti del Sol
Félix Población
Nadie posiblemente hubiera imaginado en aquellos años, al salir de la peluquería que lleva su nombre y mantiene el mismo rótulo y fachada que entonces, que pasado bastante más de medio siglo pudiese lucir la estatua del prócer ilustrado un tan impecable aspecto, colmado de prevención sanitaria con el uso de la mascarilla al que todos nos vemos obligados y no pocos cafres se saltan.
Mis recuerdos de niñez y adolescencia guardan del Jovellanos de la Plaza del 6 de Agosto una imagen bastante menos pulcra, no se si porque la vinculo con el avejentado y roñoso aspecto del Mercado del Sur (Plaza del Sur), situado también en su entorno, o porque a la figura de don Melchor, como a todas las estatuas en general, no se les prestaba mayor atención pública, como si lo suyo fuera adaptarse tradicionalmente a las pringosas deyecciones de las palomas, acaso para denotar -desde que se erigió la primera- la efímera relatividad de la gloria cuando se queda a la intemperie y llueve el tiempo sobre ella.
En cuanto a la mascarilla, sobra decir casi que ese aditamento era en aquel tiempo inimaginable en el broncíneo rostro del escritor y jurista, pues si bien algunos teníamos borrosas referencias de la mal llamada gripe española de 1918 -con algunas víctimas mortales entre nuestros antepasados-, hacer de Jovellanos un enmascarado para dar ejemplo a la población no formaba parte de la primarias campañas de promoción y propaganda que se daban en aquellos años. Muy al contrario, lo que hoy vemos con naturalidad podría haber sido interpretado como una burla en contra de la memoria y respeto debidos al homenajeado.
Justo es decir, en este punto, la concienciación con la que desde el primer momento -según pude comprobar- los ciudadanos de Gijón se aprestaron al uso de la mascarilla. Tan es así que hasta las estatuas hubieran desentonado de no lucirlas, tal como hace quien fuera mi vecino de más prestigio cuando me cortaba el pelo en su peluquería y acudía al colegio que también lleva su nombre.
Nadie posiblemente hubiera imaginado en aquellos años, al salir de la peluquería que lleva su nombre y mantiene el mismo rótulo y fachada que entonces, que pasado bastante más de medio siglo pudiese lucir la estatua del prócer ilustrado un tan impecable aspecto, colmado de prevención sanitaria con el uso de la mascarilla al que todos nos vemos obligados y no pocos cafres se saltan.
Mis recuerdos de niñez y adolescencia guardan del Jovellanos de la Plaza del 6 de Agosto una imagen bastante menos pulcra, no se si porque la vinculo con el avejentado y roñoso aspecto del Mercado del Sur (Plaza del Sur), situado también en su entorno, o porque a la figura de don Melchor, como a todas las estatuas en general, no se les prestaba mayor atención pública, como si lo suyo fuera adaptarse tradicionalmente a las pringosas deyecciones de las palomas, acaso para denotar -desde que se erigió la primera- la efímera relatividad de la gloria cuando se queda a la intemperie y llueve el tiempo sobre ella.
En cuanto a la mascarilla, sobra decir casi que ese aditamento era en aquel tiempo inimaginable en el broncíneo rostro del escritor y jurista, pues si bien algunos teníamos borrosas referencias de la mal llamada gripe española de 1918 -con algunas víctimas mortales entre nuestros antepasados-, hacer de Jovellanos un enmascarado para dar ejemplo a la población no formaba parte de la primarias campañas de promoción y propaganda que se daban en aquellos años. Muy al contrario, lo que hoy vemos con naturalidad podría haber sido interpretado como una burla en contra de la memoria y respeto debidos al homenajeado.
Justo es decir, en este punto, la concienciación con la que desde el primer momento -según pude comprobar- los ciudadanos de Gijón se aprestaron al uso de la mascarilla. Tan es así que hasta las estatuas hubieran desentonado de no lucirlas, tal como hace quien fuera mi vecino de más prestigio cuando me cortaba el pelo en su peluquería y acudía al colegio que también lleva su nombre.
DdA, XVI/4578
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