El reducir el debate público al debate de versiones deshidratadas de ideologías solo tiene el propósito de la distracción y a ese aspecto de la propaganda neoliberal se aplican Vargas Llosa, las derechas y los socialistas que gustan a Vargas Llosa y a las derechas.
Enrique del Teso
«Pocas personas hay mejor preparadas intelectualmente
que Cayetana, con un doctorado en Historia en la Universidad de Oxford», dice
Vargas Llosa. La frase tiene letra grande y letra pequeña. Vargas Llosa fue
escritor, como Felipe González fue Presidente. De González hay que recordar que
no hace nada que tenga que ver con el impulso a la democracia y las libertades,
salvo que la democracia coincida con sus intereses por azar. No fue por la
democracia por lo que defendió a Pinochet, ni por lo que fue hermano de Carlos
Andrés Pérez, ni por lo que ignora el golpe de estado de Bolivia, ni por lo que
se opone a Maduro o tiene a Guatemala fuera de su radar. Fue por negocios y
complicidades, la misma razón por la que entró en el Consejo de Administración
de PRISA pegando una patada en la puerta cuando el Gobierno habló de un
impuesto a las grandes fortunas por una emergencia nacional. De Vargas Llosa
hay que recordar que no hace nada que tenga que ver con la promoción de la
cultura y el conocimiento. Utiliza su prestigio de escritor para derramar
sucedáneo de cultura sobre la barbarie neoliberal, a ver si cuela. Lo que
realmente seduce a Vargas Llosa es lo mismo que a González: los ricos. No la
riqueza; los ricos. Pocas personas hay mejor preparadas intelectualmente que
Cayetana, dice. Con la extrema derecha en su cruzada habitual contra el
conocimiento, la letra grande es buena: mejor presumir de preparación
intelectual, aunque sea impostada, que de desprecio a la inteligencia. Pero hay
letra pequeña. Hay muchos doctores y doctoras en España, en Historia y en más
cosas. Es muy meritorio que Cayetana sea doctora en Historia, desde luego más
meritorio que exhibir másteres de Aravaca hechos en un recreo. Pero eso no hace
que una persona esté preparada como muy pocas, porque como digo doctores hay
muchos. La frase no se desliza por la boca de Vargas Llosa como un flan porque
susurre que Cayetana sea una persona preparada, sino porque susurra que es
rica. El sabor de su doctorado en Oxford es para el escritor el de su riqueza
de cuna y a su marquesado (aunque a Vargas Llosa le sorprendería cuántos
titulados nuestros se doctoraron en sitios como Oxford, sin ser ricos ni
marqueses, gracias a esa organización social nuestra que él se afana en
arrumbar; y deberían contarle lo normal que es que se publiquen tesis
doctorales antes de intentar extasiarnos con que Cayetana haya publicado la
suya).
Cayetana no destacó en el Congreso por ilustrada ni
por argumentos elevados y discursos brillantes bien trenzados. Destacó por
bocazas destemplada. Insultar y vocear simplezas ultras, más vistas que el
tebeo, no es credencial de convicciones firmes, alta preparación o «valentía».
En cualquier chigre se alcanza ese nivel intelectual cuando pitan un penalti
contra el Sporting. Lo interesante del panegírico simplón de Vargas Llosa es la
espina dorsal del argumentario neoliberal que desparraman quienes se siguen
empeñando en una España con todo atado y bien atado, en una democracia filtrada
por amos y en una Monarquía todo lo republicana que usted quiera creer. La
propaganda de su neoliberalismo asilvestrado se contiene en un maletín con unos
pocos tópicos a los que se recurre como si fueran herramientas según las
circunstancias. La presencia de Podemos en el Gobierno hace propicio uno de
esos tópicos propagandísticos: distraer a la gente del debate sobre sus
problemas sustituyéndolo por un debate ideológico de garrafón en el que se
anuncian los grandes males que traerá la ideología del rival. Lo primero es
atribuir al rival la ideología que conviene, y así deciden que Podemos es
comunista y el Gobierno social-comunista. Lo segundo es simplificar o inventar
la historia y reducir la ideología atribuida a clichés banales, cuya
enumeración sustituirá al debate de los problemas reales. Hubo comunistas que
hicieron gulags, que mataron masas enteras de gente y que instauraron
dictaduras dementes. Y Podemos es comunista, así que hablemos de aquellos
gulags.
Por supuesto, Podemos no es comunista, más que para
quienes siguen con masones, comunistas y contubernios. Por supuesto, el
comunismo está tan asociado a crímenes y dictaduras odiosas como el
cristianismo o el neoliberalismo. Hay inquisiciones religiosas viejas y nuevas
(Jeanine Áñez coronó el golpe de estado entrando en el Congreso blandiendo una
biblia y grupos religiosos sectarios, tipo Abogados cristianos, auparon a
Bolsonaro y a Trump), pero los católicos hacen muy bien en no asociar su credo
con esas estridencias y exhibirlo como honorable. Hubo comunistas que mataron a
disidentes, pero los que mi generación conoció por aquí lucharon más que ningún
Borbón por nuestras libertades y por que esas libertades llegaran en paz.
Podemos no es comunista, pero Garzón hace bien en llamarse comunista con la
cabeza bien alta. Y los crímenes de Pinochet no definen la ideología
neoliberal, ningún neoliberal tiene que cargar con ese baldón.
El reducir el debate público al debate de versiones
deshidratadas de ideologías solo tiene el propósito de la distracción y a ese
aspecto de la propaganda neoliberal se aplican Vargas Llosa, las derechas y los
socialistas que gustan a Vargas Llosa y a las derechas. En los años 80 y 90
había ricos. Aquellos ricos pagaban muchos más impuestos que los ricos de
ahora, teniendo en cuenta que ya eran ricos. Por entonces, la mayoría de la
población podía permitirse los estudios universitarios hasta el final. Ahora
los grados van encogiéndose y cada vez menos gente se puede permitir los
másteres que realmente sirven. Los ricos son más ricos, pagan menos impuestos y
la mayoría de la gente pierde el acceso a la formación. Lo mismo va sucediendo
con la erosión de la sanidad pública y su entrega al lucro privado y con otros
servicios. El sistema se hace más desigual y cada vez más la suerte está echada
desde la cuna. Vargas Llosa, Cayetana, Bono, Felipe González y demás quieren
que no hablemos de los ricos y sus impuestos y que nos dediquemos a hablar de
los gulags de Stalin. Quien solo debate con el oponente su ideología y solo
aporta lecciones de historia sesgadas o directamente disparatadas es un
sectario que quiere distraer porque tiene algo que ocultar. Es sectario, porque
solo los sectarios tienen la ideología como referencia única. Y distrae y
oculta, porque se intenta apartar la atención de lo que realmente ocurre.
Y lo que ocurre es que los derechos no son entes
platónicos que funcionen solo por nombrarlos. Que la ley diga que tenemos
derecho a la educación y a la seguridad no hace que la gente se forme y esté
segura. Los derechos son reales cuando suceden en la vida de las personas cosas
buenas, como el acceso al estudio, y se evitan cosas malas, como que cualquiera
te pueda matar o robar. Y esas cosas suceden porque hay instituciones con gente
que realiza los actos que las hacen suceder; por ejemplo, escuelas con
enseñantes y cuerpos de policía. Esas instituciones cuestan dinero y el Estado
tiene que recaudarlo. Cuando el uno por ciento más rico de España acumula la
quinta parte de la riqueza del país, paga impuestos ridículamente bajos y se
lleva su riqueza a chiringuitos fiscales, las instituciones se debilitan y los
derechos decaen, porque se quedan en la letra de la ley. Por eso quieren que
pensemos en Stalin y en gulags y en si Podemos es comunista. Quien distrae
oculta.
Ni en España ni en Europa hay riesgo de totalitarismos
de izquierda. No hay grupos significativos que lo pretendan, no hay clase
adinerada que lo financie, no hay superpotencia que lo respalde. El
totalitarismo que amenaza a Europa es el de Hungría o Polonia, el que llegó a
asomar en el Gobierno de Italia, el que financia a Vox y el submundo ultra en
España, el único que coquetea con la violencia y con matar a hostias al coletas
y el único que apoya explícitamente asesinatos como los crímenes raciales
recientes de EEUU. Lo que está en juego es lo de siempre: nuestros derechos, el
fortalecimiento de las instituciones que los materializan, su financiación, la
forma justa de obtener los recursos. Quien nos distrae de nuestros derechos,
nos los quiere quitar.
La Voz de Asturias DdA, XVI/4596
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