Álvaro Noguera
Félix Población
La inviolabilidad del rey emérito tiene efectos
permanentes. Con esta interpretación –nos dice Pérez Royo-, el monarca se sitúa
por encima de la Constitución, que se transformaría con ello en una suerte de
“Carta otorgada” del soberano a sus súbditos.
Si esto le parece
a la ciudadanía un lenguaje inapropiado para los tiempos corrientes, las
prédicas del arzobispo Cañizares, exprimado de España, y el exministro
Fernández a cuenta de Satanás nos retrotraen a Trento, por lo menos.
El primero da
por seguro la presencia activa del diablo en plena pandemia, durante una
homilía en la catedral de Valencia. La satánica faena estaría ubicada en los
laboratorios encargados de investigar en una de la vacunas contra la COVID 19,
fabricada a base de células de fetos abortados.
Fernández Díaz nos recuerda
una charla confidencial con el pontífice emérito en la que le advirtió de
cuatro herramientas para combatir a Lucifer, afanoso por buscar la perdición de
los mejores en el servicio a la iglesia católica y romana, entre los que
obviamente está España. Mucho rezo y devoción, por supuesto.
Entre la inviolabilidad
permanente del bisnieto de un rey ladrón, al que la justicia suiza investiga
por un posible delito de blanqueo de capitales y fraude a la
Hacienda Pública, y las soflamas ultraterrenales del exprimado
Cañizares y el exministro Fernández, pareciera que estuviéramos asistiendo
a una recreación histórica de la esperpéntica e isabelina corte de los milagros
valleinclaniana, con sor Patrocinio y el padre Claret entre los papeles
estelares.
Todo ocurre, además, durante la resaca de uno
de una verdadera tragedia nacional, con miles de fallecidos abandonados a su
suerte en residencias y geriátricos a
consecuencia de la pandemia, y cuando toda la atención de nuestros gobernantes,
políticos y monseñores debería estar centrada en preservar al país de un
posible rebrote de la enfermedad, tal como parece está ocurriendo en China,
foco inicial de la misma.
Un diario suizo, Luzerner Zeitung, hizo hace unos días un diagnóstico oscuro de la monarquía española. Tras asegurar que Felipe VI no tiene capacidad para reconducir los efectos de los escándalos de su padre, afirma que el rey emérito está dejando sin respiración a la corona, como si la enfermedad que la afectara fuera efecto del virus que lleva su nombre.
DdA, XVI/4530
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