jueves, 11 de junio de 2020

LA CUP Y LOS INTERESES DE LA DERECHA


Vicente Bernaldo de Quirós

Cuando el GRAPO atentó en Madrid el 1 de octubre de 1975 y asesinó a cuatro policías nacionales, algún viejo conocido consideró que la lucha por la democracia había dado un salto cualitativo y se auguraba un éxito para los trabajadores la lucha armada de un colectivo terrorista que tomó su nombre del día en que le dio muerte a los cuatro agentes (Grupo Revolucionario Antifascista Primero de Octubre) se hicieron llamar aquellos pirados.
Me revolví contra aquel compañero que se alegraba por la acción del GRAPO y le pregunté qué aportaba a la lucha por la democracia el pistolerismo de unos tipos que no estaba muy claro qué era de verdad lo que pretendían.
A medida que pasaba el tiempo, se fue iluminando el panorama político y se descubrió que el GRAPO era un invento de un superpolicía franquista de los servicios secretos, Roberto Conesa, que junto a otros integrantes de las cloacas del Estado pretendían mantener los privilegios de la dictadura utilizando una suerte de policía patriótica (antes de Villarejo la guerra sucia tuvo insignes representantes) y tratar de descarrilar el final del régimen criminal de aquel señor de El Ferrol.
Durante unos cuantos antes, el GRAPO mantuvo en vilo a la sociedad española con sus actividades espectaculares que siempre favorecían a la derecha y en plena estrategia del terror, que culminó con los asesinatos de Atocha, secuestró a dos carcamales franquistas Antonio María de Oriol y Urquijo y al teniente general Emilio Villaescusa Quilis a los que, por supuesto, no tocó ni un pelo porque eran de los suyos.
El máximo responsable de esta banda armada era un tal Pío Moa, que fue delegado de Facultad en Ciencias de la Información y que pasó de ser un líder revolucionario a un pseudohistoriador que pretendió hacernos creer que la Historia era distinta a cómo había sido de verdad y que debía observarse bajo el prisma de la ultraderecha, ideología que profesa con entusiasmo.
Afortunadamente, la pesadilla del GRAPO ya es pasado, los intentos de la vieja policía patriótica se quedaron a medias, aunque es verdad que muchos de quienes torturaron a los demócratas siguieron como si nada y aquel joven que me trató de inocular la bondad de la lucha armada, hoy vota a Cudadanos y, pese a todos los reveses, la democracia va avanzando.
La relación de la vieja izquierda desnortada con los fantasmas del pasado, vuelve a mi memoria cuando escucho a algunos de los integrantes de la CUP (Candidatura de Unidad Popular) que tiene su ámbito de actuación en Cataluña y que siempre termina favoreciendo con su actitud los intereses de la derecha: mantuvo hasta el límite su apoyo a Carles Puigdemont contra viento y marea porque pensaba que con la derecha extrema catalana llegaría al nirvana; votó (casi) todas las prórrogas del estado de alarma en el mismo sentido que Vox y le devolvió al extremista Xavier García Albiol, la Alcaldía de Barcelona.
Este ha sido quizá el acto que hizo rebosar el vaso de la indignación. Cuando se pretendía continuar con el bastón de mando en manos de la izquierda y se planteó a Guanyem Badalona la alternancia en el sillón consistorial para que la estupidez del entonces alcalde socialista del municipio, que se emborrachó y se dio unas vueltecitas en su coche en tiempos de confinamiento, decidió romper la baraja y vía omisión entregarle al PP nuevamente el cargo de primer edil.
Uno empieza a pensar que los egos y las inconsciencias intelectuales de determinada izquierda son un peligro para los intereses de los trabajadores porque se lanzan a la piscina sin agua ni criterios ideológicos, solo dejándose llevar por sus odios africanos a los que piensan parecido. Pero esta situación es muy vieja. Ya la denunció el propio Lenin en un opúsculo que todavía muchos de estos izquierdistas no han leído. Ni siquiera han oído hablar de él.
DdA, XVI/4525

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