Félix Población
Suelo
leer casi todos los días uno de los periódicos que creo están ahora mismo a la
cabeza del periodismo nacional. Se trata del diario La Vanguardia, que durante
la dictadura se llamó La Vanguardia española y que ahora cuenta con un plantel
de articulistas muy interesante y variado.
Entre ellos está Antoni Puigverd,
que en la edición de hoy nos habla del odio con equidistancia (La deserción), a partir de la encuesta en la que el 85 por ciento de los españoles
considera que la actitud de algunos políticos puede poner en peligro la
democracia.
Digo con equidistancia porque, sin entrar en las
consideraciones que establece el articulista sobre el reparto de odios en la
Guerra Incivil –no entra Puigverd en el que solo corresponde a los vencedores
fusilando y encarcelando a los vencidos al paso alegre de la paz-, pareciera que el 85 por ciento de los ciudadanos estimara que el odio está
repartido también en este caso entre las izquierdas y las derechas. O sea,
entre los políticos que forman parte de un gobierno democrático y quienes lo apoyan, y los
político de la oposición, formada por una derecha trina.
Eso no es así, como
bien demuestran las hemerotecas, porque hasta ahora el discurso del odio solo
ha estado presente en una parte de esa
derecha (Partido Popular y Vox), como también podrá constatarse en el libro de
sesiones. Los partidos en el gobierno no han dejado de tenderle la mano al primero de los partidos para que evite ser una excepción en la derecha europea con su miserable actitud de servirse de una tragedia nacional para atacar y desestabilizar al gobierno.
Como además esa estrategia ya la siguió el Partido Popular en 2004, durante
el primer gobierno de Rodríguez Zapatero tras los atentados del 11-M, me parece
que Puigverd -al no tener tampoco en cuenta esto último- ha extremado su equidistancia sobre los odios vigentes por partir de una equidistancia inasumible acerca de la Guerra Incivil. Ni en febrero de 1936, ni en los comicios del 14 de marzo de 2004, ni en los del pasado mes de diciembre ha sabido perder la derecha española. Ya va siendo hora de que aprenda, ¿no?
Siempre que aflora un equidistante del tipo que comento, recuerdo a quien nunca tuvo esa debilidad y su compromiso se mantuvo incólume hasta el triste final de sus días en el exilio. No hace mucho se descubrió un artículo de Antonio Machado publicado en el diario El Sol el 9 de febrero de 1937, que el poeta dedicó a Madrid, en honor a la defensa que la ciudad hizo de la segunda República contra el fascismo: "Como supremo resorte
de combate -escribió-, el amor a una causa es mucho más fuerte que el odio a los
adversarios a ella. He aquí la gran lección que el frente de combate dicta a la
retaguardia. Es la lección de Madrid, que todos debemos aprender. Y si
preguntáis: ¿Es que esos hombres heroicos, que a tan crueles enemigos combaten,
no dudan de la victoria? Yo no vacilaría en contestaros: Lo propio del heroísmo
no es la seguridad del triunfo, sino la ferviente aspiración a merecerlo".
DdA, XVI/4522
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