Pablo Álvarez
Acababa de recoger mi maleta y me encaminaba hacia la salida del
aeropuerto, cuando uno de los dos guardias civiles que estaban apostados en el
último control me hizo el gesto de que me dirigiera hacia ellos, o eso creí yo,
acostumbrado como estaba a que mis "pintas" fueran un imán para los
agentes de la autoridad. Cuando llegué a su altura y vi que el guardia civil me
ordenaba, sin apenas mirarme, continuar el camino hacia la puerta, me di cuenta
de mi error: esta vez no era yo el sujeto sospechoso, sino la persona que había
retirado su maleta de la cinta transportadora, una maleta color plata, cubierta
de pegatinas, justo a la vez que yo. La persona en cuestión, un hombre de
color, no muy alto, algo entrado en kilos, fue hacia ellos, esbozando una
sonrisa, con la documentación en la mano. Se notaba que ya estaba acostumbrado
a aquellos trances.
Desde una distancia prudencial pude escuchar como les contaba que había
venido a España a pinchar y que aquella maleta tan llamativa estaba llena de
discos.
A pesar de sus explicaciones lo introdujeron en una sala, donde supongo,
evidentemente eso ya no pude verlo, comprobaron el contenido de aquella maleta.
Ni yo, un indocumentado en la materia, ni aquellos guardias civiles, le
habíamos reconocido, aquel hombre era Carl Cox, un DJ bastante famoso. De todos
los pasajeros de aquel vuelo, él fue el único que tuvo que someterse a aquel
control. ¿Protocolo? ¿Casualidad? Puede ser, aunque me cuesta mucho creer en
las casualidades. El caso es que aquel día me di cuenta de que mis piercings y
mis tatuajes, en la balanza de la sospecha, habían pesado menos que el color de
piel de aquel hombre.
Sí, en nuestra sociedad, ser varón y blanco es un privilegio. España no es
racista pero..., si eres negro, gitano, asiático o latino, inmediatamente, sin
saber nada más de tus circunstancias, vas a ser juzgado severamente. Te
tratarán de delincuente, te acusarán de robar bancos, coches, trabajos y
subsidios. Serás señalado como un parásito, un vago, un vividor. Todo, desde tu
olor corporal, hasta tus hábitos gastronómicos, será cuestionado. Aguantarás
comentarios despectivos, burlas y chanzas de todo tipo y cuando quieras
rebelarte ante el escarnio, lo menos que escucharás es eso de "si no estás
a gusto, lárgate a tu país". Eso si eres un hombre, como seas una mujer,
añádele a todo ello una buena dosis de machismo.
Esta violencia institucional y social, muchas veces soterrada, en el país
de las oportunidades, en la primera potencia mundial, el país de las armas, el
Ku kus Klan y la pena de muerte, pasa a ser violencia física. En EEUU, ser
negro o latino es un delito y a los delincuentes, ya sea de forma legal o por
las bravas, ya sea en la silla eléctrica o en plena calle, se les ajusticia.
El racismo, da igual en España que en EEUU, te niega hasta el aire que
respiras. Y eso es lo que le hicieron a George Floyd, un hombre al que
asesinaron por el simple hecho de ser negro. Ahora, las protestas y disturbios
que ha generado este crimen, los medios las catalogan como violencia. De la
violencia racial, de la que te ahoga por existir, no dicen nada. No son
racistas, pero...
DdA, XVI/4515
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