“No quiero homenajes, sólo hubiera deseado que el pueblo de Fuentesaúco
supiera de quién partió aquella canallada”, dijo hace unos años la hija menor del maestro republicano Bernardo Pérez Manteca,
también maestra, cuando recibió la Medalla del Trabajo, sin aludir entonces al asesinato de su padre y dos hermanos durante la guerra.
Félix
Población
Puede que
alguno de esos jóvenes alumnos que aparecen en la fotografía superior todavía
esté entre nosotros y sea uno de los ancianos con los que me crucé paseando por
la localidad zamorana de Fuentesaúco, adonde fui en busca del ámbito
territorial de residencia en el que Bernardo Pérez Manteca desarrolló su
magisterio. Lamento no haber dado con esa memoria oral, tan valiosa cuando
sobre lo vivido se ha pretendido imponer la niebla del olvido o la mordaza del
silencio. Hubiera sido sin duda valioso el remoto recuerdo que ese lugareño me
pudiera haber dado de quien acaso le enseñara a leer y escribir, y quizá no
haya tenido ya oportunidad después de avanzar más allá en sus estudios.
Después haber visto por segunda vez no hace mucho el film La lengua de
las mariposas, dirigido por el fallecido cineasta José Luis
Cuerda sobre el libro de mismo título del escritor gallego Manuel Rivas,
es muy tentador establecer una más que verosímil similitud entre las
personalidades de Bernardo Pérez y el maestro que tan bien interpreta Fernando
Fernán Gómez, ambos pertenecientes a aquella generación del magisterio
republicano empeñada en rescatar a nuestra país de la ignorancia y el atraso
seculares. Ambos tuvieron el mismo final –como muchos otros, al ser la
profesión más dura y significativamente penalizada por los vencedores- y esta
es la somera historia del primero de ellos, al que acompañaron sus dos hijos
-también maestros- en el paredón de fusilamiento:
Todo podría empezar con el silencio y la emoción con los que la hija de
Bernardo, también maestra, recibió en Madrid hace casi doce años la medalla al
Mérito en el Trabajo. En la persona de Covadonga Pérez Sánchez (Valdescorriel,
1916), la distinción rendía homenaje a una larga trayectoria profesional en la
docencia, desde que la iniciara en la provincias de Álava, Palencia y Zamora
hasta que dirigió en Madrid un centro escolar, en el que puso fin a su carrera
en 1983. En el acto oficial aludido, Covadonga apenas pronunció unas
pocas y muy discretas palabras en memoria de su padre y sus dos hermanos, aludiendo también a sus hijas, todos
maestros, sin que le pareciera oportuna la más mínima referencia a la muerte
violenta de los primeros durante la Guerra de España.
De los treinta maestros asesinados en la provincia de Zamora por el franquismo,
tres pertenecieron a la familia de Covadonga. Bernardo Pérez Manteca (1885) fue
fusilado por las tropas sublevadas en la tapia del cementerio de San Atilano de
la capital el 18 de agosto de 1936, en una saca junto a cinco detenidos.
Su hijo Arquímedes Pérez Sánchez, de 26 años, será ejecutado el 20 de
agosto junto a doce compañeros, coincidiendo sus muertes con el ignominioso
fusilamiento del poeta Federico García Lorca en Granada. Al otro hermano de
Covadonga, Arístides, de 23 años de edad, lo asesinaron los facciosos con nueve
detenidos más el 12 de septiembre en las tapias del cementerio de Toro.
Según recogió en su día el diario La Opinión/El Correo de Zamora,
Covadonga, que tenía entonces veinte años de edad, hizo todo lo posible
por salvar a los tres. En primer lugar, cuando los detuvieron en el pueblo y
los trasladaron a la cárcel de Alaejos (Valladolid). Les dijeron en esa ocasión
que la vida de su padre y sus hermanos valía 5.000 pesetas. "Se me puede
olvidar dónde acabo de dejar algo, pero aquello no", aclaraba Covadonga en
el citado periódico, por si su avanzada edad dejaba alguna duda acerca de la
veracidad de sus recuerdos. Al hermano menor, según su relato, "lo dejaron
salir de la cárcel para ir a coger el dinero a casa. No disponía de la cantidad
suficiente y el secretario del Juzgado le prestó un poco para completar la
cantidad. Se lo dimos y "ellos" los llevaron a Villamayor de Campos.
Allí nos encontramos, en casa de mi tía, ¡qué felices!".
Eso ocurrió a finales de julio, pero la alegría familiar fue demasiado efímera: "A las
once de la noche, íbamos a cenar ya, aparecen los de la Guardia Civil y se
llevan al "pequeño", al "mayor" y a mi padre". Solo quedó en libertad la propia Covadonga, que
fue detenida y encarcelada más tarde, el 4 de agosto, a la salida de la
casa del presidente de la Diputación Provincial, amigo de la familia,
adonde había ido para interceder por los detenidos y evitar el peor de los
desenlaces. Covadonga será puesta en libertad el 24 agosto.
Bernardo Pérez Manteca había nacido en Zamora en 1885 y estudiado en el
seminario, aunque no llegó a ordenarse como sacerdote. Casado con Aurora
Sánchez, tuvo tres hijos: Arquímedes, (1910), Arístides (1913) y Covadonga
(1916). Bernardo ejerció el magisterio en varias localidades zamoranas y
salmantinas, y también en Asturias, hasta que en 1930 fue trasladado a Fuentesaúco.
Fue aquí donde fundó el Partido Republicano Radical Socialista, el 26 de
febrero de 1932 -según documentación aportada por Eduardo Martín, del Foro por
la Memoria de Zamora-, partido del que fue secretario hasta su disolución. En
1933 se integró en Izquierda Republicana como la mayoría de sus compañeros de
militancia.
Destaca ese mismo año Bernardo por ser nombrado secretario de la Asociación
Provincial de Magisterio, que agrupaba a docentes de todas las tendencias. Su
prestigio profesional hizo que se ganara la confianza de las autoridades docentes,
hasta el punto de que el político y jurista Ángel Galarza Gago promovió su
candidatura como director de las escuelas graduadas de niños ante el
director general de Primera Enseñanza, Rodolfo Llopis, siendo ministros de
Instrucción Pública Marcelino Domingo y Fernando de los Ríos. El
propio Bernardo había sostenido correspondencia con el líder del republicanismo
progresista zamorano (Galarza), solicitando ayuda para la asociación de
magisterio a fin de convocar en Fuentesaúco cursillos de perfeccionamiento para
maestros de las escuelas nacionales en marzo de 1933. La amistad o relación con
Galarza era garantía segura de que serías fichado en la agenda de la represión,
como de hecho ocurrió. También formó parte Pérez Manteca de los
tribunales de oposiciones para el acceso al grado profesional.
Tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, el
maestro de Fuentesaúco se integró en una gestora municipal como representante
de Izquierda Republicana, sustituyendo a la corporación republicana
conservadora elegida en 1931. Fue nombrado también representante del
Ayuntamiento en el Consejo Local de Primera Enseñanza, en sustitución de
Santiago de Dios Corral. Durante los cuatro meses que ejerció como concejal
desarrolló una intensa actividad, promoviendo mejoras de material e
instalaciones en las escuelas del pueblo, pero también intervino en ámbitos no
educativos, impulsando medidas como una rebaja del precio del pan, que generó
inevitablemente un conflicto con los panaderos de la localidad. Propulsó
asimismo la adopción de acuerdos contra los abusos de la empresa suministradora
de energía eléctrica.
Según ese expediente, el párroco de la localidad, José Fidalgo Rodrigo, el maestro "trabajó en la escuela en la enseñanza de Gramática y demás asignaturas con mucho interés, pero, como hombre funesto que era, revelaba las ideas políticas que profesaba en la explicación de las asignaturas y venía a resultar que su enseñanza era perniciosa. También indica el cura que "su conducta social es pésima, lo mismo en la localidad que fuera, dando conferencias extremistas y fomentando todo género de pasiones". Respecto a su conducta particular sostiene que tanto en el orden moral como el religioso, "observó mala conducta, llegando a tirar, según dicen los niños de su escuela, el santo crucifijo, sin recatarse en hablar mal de la religión y traer a la biblioteca escolar libros obscenos e inmorales. Políticamente, como militante en los partidos de izquierda, trabajó por su triunfo.
La experiencia vital para la esposa de Bernardo y su hija fue a partir de la
muerte de su marido e hijos muy dura durante la posguerra. "Vivíamos de
la limosna, y de lo que nos quería dar una tía que nos recogió hasta que me
puse a trabajar y cogimos una casita. Transcurridos quince años de los
fusilamientos, a mi madre la llamaron porque iban a trasladar los cadáveres de
mi padre y mi hermano para llevarlos al osario. Los reconocí perfectamente, las
ropas, los zapatos, todo. Hasta vi el tiro que entró por la nuca de mi hermano
y le salió por la frente".
Siguiendo la tradición familiar, la hija de Bernardo acabó sus estudios de
magisterio, se casó con su novio de toda la vida -también maestro- y ejerció la
profesión largos años. Sobre la cabecera de su cama, en su casa de Madrid,
tenía el crucifijo que según declaración del cura párroco de Fuentesaúco en el
expediente de depuración de Bernardo había tirado éste, al decir de algunos
alumnos, algo que Covadonga siempre negó. "No quiero homenajes -dijo
entonces a la periodista de El País-, sólo hubiera deseado que el
pueblo de Fuentesaúco supiera de quién partió aquella canallada". No quiso
decir entonces el nombre del responsable: "No, no lo diré, porque tiene
hijos, y los hijos no son culpables de las canalladas de los padres.
¿Entendido?". María Covadonga Pérez nunca regresó a su pueblo: "No
puedo recordar aquello. Me ahogo".
*Artículo publicado en el número de marzo de 2021 de El viejo topo
DdA, XVII/4783
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