Alicia Población Brel
El
D'A Film Festival que se iba a celebrar en Barcelona a principios de este mes
hubo de realizarse finalmente en formato online debido a las medidas contra el
COVID-19. La plataforma Filmin
fue la elegida para albergar las películas que iban a proyectarse. Entre ellas
la de Los lobos, de Samuel
Kishi Leopoes.
Kishi
nació en 1984, en Guadalajara, Jalisco, México. Director, editor y guionista ha
dirigido también su otro largometraje, Somos Mari Pepa (2013) además de
trabajar en varios cortos como el premiado Luces negras (2009). Con Los
lobos, su último trabajo, obtuvo el Gran Premio del Jurado en la sección Generation KPlus de la 70 edición
del Festival Internacional de Cine de Berlín.
La
película semi-autobiográfica cuenta la historia de una madre y sus dos hijos al
empezar una nueva vida tras cruzar de México a Albuquerque. La madre, teniendo
que trabajar duro muchas horas, pasa poco o nada de tiempo en casa y deja a sus
hijos solos con la única compañía de una grabadora. En ella se graba a sí misma
ciertas reglas y lecciones de inglés para que los niños vayan aprendiendo el
nuevo idioma y procuren no salir de casa. Al volver agotada del trabajo es ella
quien, mientras duermen, escucha las grabaciones que ellos han hecho para ser
de alguna manera partícipe también de sus juegos. Así la vida de los pequeños,
de 6 y 8 años, se desarrolla entre cuatro paredes de un piso pequeño, poco
limpio y prácticamente vacío.
Es
importante la perspectiva infantil desde donde se desarrolla la película.
Recuerda al film Florida Project de Sean Baker.
Describe el mundo de dos niños pequeños migrantes sin centrarse en lo que
indudablemente les rodea (violencia, drogadicción…). Porque los niños no ven
estos problemas, para ellos su máxima preocupación es que el tedio de la espera
hasta que vuelva su madre se haga lo más ameno posible entre dibujos y
fantasías.
En
la entrevista de El
País
Kishi cuenta que no es una película solo para adultos y que de hecho son los
niños quienes, cuando la ven, hacen las preguntas importantes. “Ellos preguntan
‘¿Por qué se fueron de casa?, ¿Qué pasa con sus padres?’, van a las preguntas
medulares y con ellas te hacen volver a cuando te planteaste por qué contar la
historia”. Los niños hacen el verdadero trabajo de empatía que Kishi busca con
este film.
Además, la historia no se centra en el viaje o el cruce de fronteras como se ha visto
en películas con temática similar, sino en el ‘qué pasa después, cuando ya has
llegado’. Cualquiera puede sentirse identificado de alguna manera. Todos somos
migrantes en el momento en el que nos movemos de un sitio a otro, aunque sea un
cambio de barrio o mudarse de ciudad.
Dentro
de la película, asimismo, puedes fijarte en pequeños detalles que hacen que esté
realmente bien hilada: la solidaridad entre vecinos, también migrantes, los
interrogantes infantiles al ver que hay paredes que pueden pintarse y otras que
no y el aprender a atarse los cordones como un verdadero acto de independencia.
Resiliencia es la palabra que se dibuja en la mente al terminar de ver el film. No deja un regusto amargo si no una puerta abierta a la esperanza.
*Artículo publicado en Aquí Madrid.
DdA, XVI/4493
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