Jaime Richart
Una vez más en España se está
librando una lucha de clases sin llegar (todavía) a su forma más grave que es
la guerra civil. Las dos formaciones políticas que integran el gobierno están
en franca minoría en diversos aspectos respecto a sus, cada día que pasa, más
enemigos que adversarios dispuestos a todo. Una situación institucional, la del
gobierno, que está gravemente debilitada por tres datos. Uno son las
diferencias internas ideológicas relacionadas con la moderación y la
radicalidad, entre las dos formaciones que integran el gobierno. El otro es la
irrupción de una pandemia apenas un mes después de constituirse gobierno,
cuando todavía no había siquiera aterrizado su presidente en la Moncloa. Y el
tercero, las delicadas circunstancias que rodean a esa pandemia, que han de
ocasionar un atroz desgaste a la mejor voluntad, de éste y de cualquier
gobierno.
Todo ello, cada vez de manera
más persistente, evoca esas escenas de animales en actitud depredadora tan
abundantes ahora en la Red: una manada de hienas acosando hasta su muerte a un
león herido, tres o cuatro leones mareando hasta agotarle y después devorarle a
un cocodrilo... Situaciones similares que conectan, incluso visualmente, con
las siguientes circunstancias: una parte gruesa del funcionariado de la
Administración del Estado, casi la totalidad de los medios de comunicación
oficialistas, la banca, la ceoe, la
alta magistratura, la patronal, los mandos de la guardia civil y los mandos de
las distintas policías autonómicas y locales... si no están a favor descaradamente
de los partidos de la derecha y de la ultraderecha, tampoco parecen estar a
favor de quienes componen este gobierno, o de la parte del mismo más bizarra.
Pero, y esto es lo más grave, es que tampoco parecen dispuestos a secundar el espíritu reformador
que más de media España venía esperando desde 1978.
No nos engañemos. España está
condenada, no a ser gobernada, sino a ser trajinada toda su historia por sus
efectivos y permanentes propietarios. Antes por los señores feudales, luego por
la burguesía, siempre por los caciques y ahora por los franquistas que son los
que retienen sus privilegios vía genética y sus propiedades vía ideológica. El
máximo exponente de esa prevalencia son dos diputados marqueses en el
parlamento español. El uno vegeta en las filas de la extrema derecha, y la otra
en las de la derecha oficial que cada vez se funde más con la radicalidad que
hasta ayer distinguía a los dos partidos.
En todo caso, no hay tregua. Lo
dijeron nada más ser investido presidente de gobierno el actual: “os vamos a
freír a querellas y denuncias”, más o menos se les oyó decir… Y acabarán por
abatir, sino a tiros sí por agotamiento de la estrategia que un ejército de
ladrones, de tramposos, de engañadores y de necios ha de producir en todo aquél
que con la voluntad de superar los fantasmas del franquismo presentes desde el
primer día de la Constitución, intente situar a España en otro peldaño más
cerca de Europa y aminorar la endémica injusticia que reina en ella entre los
que lo tienen todo y los que carecen de todo. Cuando en Europa apenas se nota,
en España la lucha de clases continúa…
DdA, XVI/4512
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