Félix Población
En la sesión de control última, le volvió a tocar a María de la Cabeza disparar políticamente a la cabeza del
vicepresidente segundo del Gobierno con todo tipo de infamias, quizá con el vano
intento de hacerle perder la cabeza. Quienes no son demócratas, porque su credo
está anclado en el del viejo o viejos regímenes, no pueden ni saben hacerlo de otro modo.
El miércoles pasado repitió la señora Ruiz Solá lo perpetrado en la sesión parlamentaria de la
semana anterior, como seguramente tiene pautado para sucesivas intervenciones. Va a ser muy tedioso. El
redactor-jefe de soflamas y difamaciones de su partido le ha escrito un nuevo
libelo y doña María subió otra vez a la tribuna sin que el más mínimo
rictus de vergüenza turbara su cara dura, a pesar de dar voz a las más burdas infamias que jamás se han
escuchado en el Congreso de los Diputados en las últimas cuatro décadas.
De
acusar a Iglesias, en la anterior sesión, de cometer un genocidio con los miles ancianos fallecidos por
la pandemia en las residencias y geriátricos, ha pasado a difamarlo como distribuidor de morfina para acabar con nuestros mayores e inquirirle sobre sus planes para
liquidarlos físicamente.
No
se puede soportar tanta ignominia y tanta vileza encanallada, cuyo único fermento sólo puede proceder de ese añejo odio cainita que tantas veces llevó a este país a un duelo a garrotazos con muy
trágicas consecuencias. Cabe esperar que de entre los casi cuatro millones de
votos que obtuvo Vox en las urnas haya españoles que se abochornen de ese sucio
proceder, cuyo único norte y guía es la inquina guerracivilista, y reparen en el error de su elección. Sería demasiado preocupante que ocurriese lo contrario.
No encontré desmesura y sí una réplica argumental enérgica y razonada en las intervenciones del injuriado. Una nación que vivió casi cuarenta años bajo una dictadura criada a pechos del nazi-fascismo debe agradecerle a Pablo Iglesias sus controladas y contundentes respuestas. El fascismo ya tiene voz propia en el Parlamento de España y se sentiría muy a gusto si encontrara algún atisbo de miedo para hacerle frente, porque el miedo es el alimento que le hace medrar para acabar con la muerte de las libertades, según sabemos y nos conviene recordar siempre.
O al menos cada vez que María de la Cabeza hace uso de la miseria moral para enarbolar la fétida ranciedad del odio como única razón de su escaño. Como siga así, la limpieza del atril, que ahora se hace de modo preventivo contra el virus de la corona, va a seguir siendo necesaria contra el virus más maligno de nuestra historia.
*Artículo publicado también en La Última Hora.
DdA, XVI/4497
No hay comentarios:
Publicar un comentario