Álvaro Noguera
Jaime Richart
De modo que, en lugar de considerar la longevidad un triunfo de la
sociedad, para quienes abrazan los principios y planteamientos de la economía
capitalista y para quienes los aplican o los siguen, pero también para quienes
se oponen débilmente a ellos, la longevidad es un lastre, un estorbo
insuperable para su objetivo que no es la felicidad de los más posibles, sino
el beneficio superlativo de unos pocos: el muro infranqueable de toda la vida.
En estas condiciones, hace más de una década, por la tendencia, empezó a
declararse como problema la longevidad. Y de pronto, sospechosamente, la
anunciada quiebra económica de la economía neoliberal coincide con una pandemia
variante de gripe en todo el mundo, causada a su vez por la sospecha de
manipulación genética de un virus en un Laboratorio.
En efecto. Una pandemia que estalla en esas extrañas condiciones,
a las que se añaden los siguientes hechos: el primero es que antes de que la
OMS declarase, los gobiernos de algunos países europeos ya habían tomado
medidas sanitarias como si se les hubiese alertado privadamente con antelación.
Por otro lado, el gobierno español, después del italiano, empieza adoptando
medidas muy severas de confinamiento. Pero lo primero que hacen los medios de
comunicación españoles, con el pretexto del deber de informar como noticia prime
time el coronavirus, es meter el miedo en el cuerpo a la población
confinada, que no va a hacer otra cosa que ver televisión, las veinticuatro
horas del día. Este comportamiento de los medios es lo que enciende mis
sospechas. Pues sabiendo como se sabe que el miedo produce un efecto depresivo
en el sistema inmunitario haciendo más propenso al organismo a la infección y
al contagio, los medios no tienen ninguna contención. O bien lo hacen así, de
acuerdo a consignas. Otro motivo para la sospecha. Sea como fuere, el bombardeo
mediático aseguraba la estampida de la audiencia temblorosa de todo el país, a
los Centros de Salud y hospitales al primer estornudo o la primera tos. Y eso
es lo que, unido a la drástica reducción presupuestaria de los recursos
sanitarios durante años, provoca el caos en dichos Centros y una mortandad a
lo largo de los días similar a la que causa el grito de ¡fuego! en un recinto
cerrado con una única y angosta Salida. El disparate no podía pasar
desapercibido a cualquiera que no fuese presa de un pánico. Parecía
inequívocamente deliberado. Pues antes de hacer el gobierno el primer
llamamiento a su responsabilidad a la ciudadanía, al que siguió casi
inmediatamente el Decreto del estado de Alarma y el confinamiento consiguiente,
resulta extraño que no advirtiese a los medios del peligro que había en no
combinar en lo posible información y prudencia, para evitar las consecuencias
del pánico que, como acabo de decir, son la disminución de las defensas y la
saturación de pacientes en los hospitales que no dieron abasto a la atención
médica que precisaban los ingresados.
Pero no lo hizo así el gobierno, o no se notó. Es más, la persistencia en la
exhibición del drama sigue tres meses después. Todo muy raro...
Y es partir de aquel momento cuando empiezo a recopilar información.
No acerca de lo ocurrido y de lo que estaba y sigue ocurriendo pues eso se
agota en minutos, sino sobre lo que se difundía y difunden en medios
extranjeros y en las Redes Sociales profesionales de todo tipo, de quienes a
priori no tenemos más motivos para desconfiar que de quienes se pronuncian
en nombre de los poderes instituidos. En todo caso sale a la luz una gavilla de
noticias, de datos concretos y de opiniones razonadas y bien construidas, al
margen del confuso aluvión de lo mismo difundido por los medios de comunicación
oficiales españoles, tanto privados como públicos. Informaciones y versiones de
médicos, de periodistas y de investigadores de distintos países del mundo que
detallan hechos omitidos por la ortodoxia informativa; datos que ponen en
evidencia el relato oficial de los gobiernos sobre el origen y las causas,
próximas y remotas, de esta real o presunta pandemia.
Así es como veo confirmadas y reforzadas mis sospechas iniciales.
Así es cómo empiezo a pensar en el complot. Y así es cómo se me ocurre que, con
mucha probabilidad, estemos ante un perverso programa de genocidio
"sostenido" de la población mundial, sin dejar huellas, pues es
imposible discernir la voluntad, la malicia y la intención que pueda haber a
través de semejante coartada; una estratagema que no podía ocurrírsele si no a
ese 1 por ciento que acapara la riqueza del mundo equivalente a la que suma el
99 por ciento restante, que detenta el poder omnímodo en el mundo mucho más
allá de la bagatela del poder político interior de cada país, y que está en
las sombras de la OMS cuyo sostenimiento depende al parecer de un 82 por ciento
de la aportación de capital privado, principalmente de la Industria
farmacéutica. Todo lo que se une a tres rasgos
muy marcados en la sociedad occidental
de estos tiempos que asimismo parecen terminales: la frenética busca del
dinero, la agonía de la moral tradicional, la decadencia de la ética civil
forjada en el pensamiento hegeliano y en la Declaración de los Derechos Humanos,
y una mentalidad generalizada proclive a toda la truculencia imaginable,
cometida o por cometer. Razón por la cual, al no sentirse concernidas, en
cierto modo estas generaciones ni siquiera piensan en la posible conspiración
de esos poderes ocultos, y menos en revolverse contra quienes pudieran haber
utilizado la pandemia con fines utilitarios de carácter económico, por un
lado, y con fines genocidas por brotes sucesivos de la misma pandemia
enquistada en la sociedad, por otro... Por de pronto, ya anuncia esos brotes
sucesivos la OMS…
DdA, XVI/4503
No hay comentarios:
Publicar un comentario