lunes, 6 de abril de 2020

VISIBILIZAR Y DIGNIFICAR LO ESENCIAL SEGÚN DECRETO



Ana Cuevas

Durante esta "virulenta" (y perdonen el chascarrillo) crisis que estamos atravesando, algunas personas anónimas, trabajadores de oficios humildes, los últimos de la fila en cuestiones de derechos, los más explotados y peor pagados, han adquirido una dimensión inimaginable.
De una invisibilidad displicente, con la que una gran masa social observa estas actividades, hemos pasado a un reconocimiento agradecido por aquellas personas que limpian nuestros hospitales, barren nuestras calles o nos cobran en el súper, por poner algún ejemplo.
Por supuesto que mi corazón está junto a todos los compañeros y compañeras sanitarios y personal laboral que se está dejando la piel en puro hueso por salvar vidas sin recursos necesarios, exponiendo con frecuencia la propia o comprometiendo la de sus seres queridos.
En esta historia hay muchos héroes y heroínas que no ganan cifras estratosféricas jugando al fútbol o que no se  forran especulando con dinero ficticio en los templos bursátiles.
Sin embargo, ni el futbolista, ni el cantante de moda, ni el pirata financiero representan actividades esenciales para vencer a una pandemia. Ellos y todo su glamour son totalmente prescindibles.
En cuanto a la parte que me toca, tengo la obligación de poner en relieve el excelente trabajo de las plantillas de limpieza sanitaria. Sin apenas formación, considerándonos de manera irresponsable "personal de bajo riesgo", las limpiadoras y limpiadores de las subcontratas nos hemos entregado a combatir el virus a puerta gayola conscientes de nuestra importancia en ello.
Durante décadas, los servicios de limpieza sanitarias se han privatizado y, paulatinamente han caído en manos de grandes empresas afines al poder político de turno. Evidentemente, ninguna de estas corporaciones piensa perder dinero en este business. Y con la complicidad, o la burricie, de las consejerías correlativas los presupuestos eran cada vez más exiguos, tan temerarios que no garantizaban el número de trabajadores imprescindibles.
La consecuencia lógica fue una reducción brutal de plantillas y un aumento surrealista de las cargas de trabajo.
Las condiciones de los trabajadores se han ido deteriorando pero lo que más deterioro ha sufrido es la limpieza de nuestros centros sanitarios. El listón de exigencia se rebajó ostensiblemente y si no se produjo una crisis higiénica fue porque las plantillas asumieron sobre sus costillas la responsabilidad de mantener unos mínimos que no comprometieran la salud de los pacientes. A menudo a costa de la nuestra.
Ahora que la sociedad empieza a comprender que la limpieza sanitaria es "un servicio esencial" para la seguridad pública, quizás haya llegado el momento de replantearse la privatización de este gremio. ¿Qué sentido tiene que esté en manos de unos bucaneros que solo quieren hacer negocio con la salud?
Agradecemos entrañablemente todas las muestras de afecto que estamos recibiendo. Lo hacemos por profesionalidad pero sobre todo por principios.
Aunque siempre estuvimos ahí: limpiando el quirófano donde le operaron a usted o a un familiar, desinfectando las zonas oncológicas, intentando que nadie pague por nuestra precariedad en falta de personal. Como  ahora.
Hoy recibimos ese abrazo de la gente y queremos devolverlo con toda nuestra fuerza. Pero cuando esto acabe, que lo hará. Sería justo que se dignificaran todos esas actividades esenciales que marca el decreto, como la nuestra. Esa sería la mejor recompensa.
Mientras tanto, como decía el jotero: "Nadie le teme a la Fiera.." Porque entre todos nos la vamos a cargar. Aunque sea mocho en ristre.
Un abrazo colectivo.

DdA, XVI/4457

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