viernes, 10 de abril de 2020

RECORDATORIO GIJONÉS: "¡TRABANCÓN, FARTÓN!"

Gijón, 1958

Goti del Sol

Era conocido por su apellido, Trabanco, en aquel Xixón de postguerra. Seguramente muy pocos de los que tuvieron trato con él supiesen cual era su nombre de pila. Tampoco se le conocía ocupación, más allá de pulular por chigres y cafés, siempre muy correctamente trajeado, poseedor de una gran capacidad para arrimarse a gente de posibles. Esa virtud le permitía alternar en los más afamados establecimientos de la ciudad a costa del peculio de los demás. En saraos, juergas y demás eventos, amén de las horas sagradas del vermú y los vinos de por la tarde, Trabanco siempre estaba presente, era un fijo de plantilla.

En aquel Viernes Santo nuestro personaje, al igual que un gran número de gijoneses, se preparó para asistir al desfile procesional del Santo Entierro. No se sabía de sus inclinaciones religiosas pero en aquellos tiempos resultaba muy conveniente hacerse visible en día tan señalado, mostrando fervor y dolor ante el paso del Crucificado. Nada mejor que buscar hueco entre el gentío que ocupaba la Calle Corrida, lugar emblemático para ver y ser visto. 

El desfile procesional discurría por los cánones habituales, fueron circulando los diferentes pasos acompañados por su cohorte de encapuchados ante el recogimiento de los espectadores. Y llegó el momento cumbre del día, la presencia de Jesús en un sarcófago de vidrio que dejaba ver su cadáver. Detrás la Banda de Música que interpretaba un ritmo cadencioso, permitiendo a los capirotes acompañarlo con el golpeo de los bordones en el asfalto. 

Nuestro hombre estaba contemplando el paso y sus encapuchados hasta que uno de ellos, siguiendo el ritmo de la música y desde el anonimato, al pasar junto a él, cantó varias veces un rotundo "Trabancón, fartón...Trabancón, fartón...Trabancón, fartón". A la estupefacción del aludido se acompañó la risa contenidoa de aquellos que le rodeaban, conocedores del nombre y cualidades del señalado. La solemnidad del momento no permitía intentar descubrir la condición del cantante, por lo que para siempre permaneció en el anonimato la identidad del letrista. Cuando de guaje me cruzaba con el protagonista de la chanza, no podía dejar de esbozar una sonrisa acordándome de ella.



 DdA, XVI/4461.

1 comentario:

franxa51 dijo...

Ja, ja, ja.Yo también recuerdo la anécdota y ayer se lo cantaba a la nieta

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