jueves, 23 de abril de 2020

ORICIOS CONTRA EL CORONAVIRUS

Lazarillo

Los que tenemos una cierta edad y nos criamos junto al cantábrico gijonés, sabemos lo muy impregnada que está nuestra memoria de aquella mar y sus frutos. Entre ellos, a duro la palada, estaban los oricios (erizos) que se mercaban en mis tiempos más jóvenes al pie de una camioneta, con ocasión de las grandes mareas invernales. Hasta el vehículo, estacionado en el Campo Valdés, acudía presuroso el personal ante la certidumbre de que si no se andaba listo, el género se agotaba en cuestión de horas. Pocos sabores pueden competir en mi niñez con el de los equinoideos. Por su conocimiento como pescador de las tablas de mareas, mi padre siempre tenía noticia adelantada de esa venta callejera  y mi madre solía servirlos como aperitivo excepcional, una vez hervidos, antes de la comida de mediodía. Poco importaba que las púas del manjar humearan y quemaran en mis manos, de tanta como era la ansiedad por abrirlo y disfrutar de su interior con delectación.  El oricio es puro mar, decía Julio Camba:  "No hay marisco que sintetice el mar de un modo tan perfecto como el erizo: al primero que uno se toma, la boca no se le hace simplemente agua: se le hace agua de mar, con todos los olores y los sabores marinos. Y después de tomarse quince o veinte docenas -porque el tomar este marisco no es comer ni beber, sino respirar en pleno océano-, la más fina langosta le sabrá a uno a galápago y las mejores almejas a neumáticos de automóvil. Ahora, además de estas cualidades, otras parecen asomar a las de este exquisito fruto de mar contra el virus que nos acosa, según escribe David M. Rivas:




Los oricios entren en danza na pandemia. Nun vamos dicir los bonos oriciófagos eso de “yá te lo dicía yo”, pero igual. Un grupu científicos arxentinos, col aval del Conseyu Nacional d’Investigaciones Científiques y Técniques, ta faciendo l’estudiu “Desendolcu de producción pa la terapia de covid-19 como droga antiviral y acompangante, cardioprotectora y antioxidante”. Nun busquen una curación y muncho menos una vacuna, sinón un especificu pa los efeutos del virus, de manera de fortalecer les resistencies y defendese meyor de la carga viral. Vaya, que lo que siempres se dixo: los oricios son bonos pal gripe y pa los catarros. Tradicionalmente dicíase que yera pol yodo. El yodo ye na costa asturiana un remediu pa tóo. Asigún estos científicos, paez ser que les güévares del oriciu tienen una molécula con potencialidá antiviral y antimicrobiana mui interesante escontra esta situación. A ver si la situación relativamente meyor d’Asturies va tener dalguna desplicación, riba tóo na población más mayor, de la mía parriba, que los comimos, testualmente, a palaes.

DdA, XVI/4474

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