Félix Población
La utilización política de las víctimas del terrorismo está presente en la argumentación de la derecha española desde hace tiempo. Fue especialmente significativa y bochornosa con motivo de los mayores atentados que sufrió este país en marzo de 2.004, en vísperas de unas elecciones.
Las falacias del Gobierno del Partido Popular, presidido por Aznar el de las Azores, influyeron sin duda para que el Partido Popular perdiera aquellos comicios y protagonizara, en la siguiente legislatura, una tan enrabietada como ofuscada oposición que le costó una segunda derrota en las urnas al cabo de la misma.
A pesar de esos precedentes, la derecha española -ahora con el refuerzo y la influencia de la extrema derecha- no parece haber aprendido aquellas lecciones. Estando estos meses ante un hecho trágico para el país como el sobrevenido a causa de la pandemia del coronavirus, con todos los Gobiernos de las naciones democráticas y sus respectivos partidos de oposición haciendo causa común para enfrentarse a la muerte de miles de personas, nuestras derechas utilizan a las victimas como objetivo fundamental para desgastar a un Gobierno que apenas llevaba dos meses de gestión cuando empezó todo esto.
Por un lado, el presidente del Partido Popular ha tenido la desfachatez de decir que lo que está ocurriendo "no es una guerra, sino una debacle, porque han muerto más personas por coronavirus que soldados aliados en el desembarco de Normadía". Busquen otra frase semejante en cualquier otro líder de la oposición de Europa y no encontrarán tamaño dislate.
La señora Beltrán, la tercera del PP, no se quedó atrás siguiendo con las comparativas desfachatadas: "España es Corea del Norte", dijo la susodicha. Y qué les parece la observación del diputado tontolaba González Teruel criticado al presidente del Gobierno por haberse cortado el pelo, "algo que el resto de los españoles no se puede hacer".
La señora Beltrán, la tercera del PP, no se quedó atrás siguiendo con las comparativas desfachatadas: "España es Corea del Norte", dijo la susodicha. Y qué les parece la observación del diputado tontolaba González Teruel criticado al presidente del Gobierno por haberse cortado el pelo, "algo que el resto de los españoles no se puede hacer".
Para colmar este malventurado retablo esperpéntico faltaba, claro está, la voz de la extrema derecha, que ayer -a cuenta de una sujeta cuyo nombre me van a permitir que eluda en evitación del vómito- excretó un discurso leído y unas réplicas leídas igualmente nauseabundas que por su estilo y formas recuerdan las de otros de sus compañeros, con la posibilidad de que en Vox haya un mismo equipo de redacción para tales menesteres.
En esta ocasión, por parte del vicepresidente segundo, sí hubo la respuesta que merecía tal retahíla de soflamas e infamias, responsabilizando al Gobierno de la muerte de 16.000 ancianos en las residencias y geriátricos.
Que en el actual contexto esa sujeta haya aprovechado la ocasión para criticar la eutanasia que el Gobierno quiere regular, es algo que debería hacernos reconsiderar el hecho de que gente así haya logrado casi cuatro millones de votos en las pasadas elecciones. "Ustedes ni siquiera son fascistas -dijo Iglesias-, son simplemente parásitos".
Deberían los parásitos, por lo tanto, ir a menos en las urnas para que no vuelvan a corromper con su lenguaje de odio las libertades, tal como ocurrió en el pasado. Si esto no fuera así y la ultraderecha siguiera contagiando a la derecha con su jerga incivil, crecerán mis posibilidades de exiliarme por hastío en Portugal, país al que cada vez admiro más.
Bien sé, en efecto, querido Jacint, que ese exilio no me permitirá -recordando a Cavafis- que halle otra tierra ni otro mar, pues la ciudad irá siempre conmigo y volveré a las mismas calles, y en los mismos suburbios llegará mi vejez, y en la misma casa encaneceré, pues la ciudad es siempre la misma. Pero mi admirado poeta ha de comprender que necesite escuchar otra lengua que tenga como fin entenderse y convivir.
Deberían los parásitos, por lo tanto, ir a menos en las urnas para que no vuelvan a corromper con su lenguaje de odio las libertades, tal como ocurrió en el pasado. Si esto no fuera así y la ultraderecha siguiera contagiando a la derecha con su jerga incivil, crecerán mis posibilidades de exiliarme por hastío en Portugal, país al que cada vez admiro más.
Bien sé, en efecto, querido Jacint, que ese exilio no me permitirá -recordando a Cavafis- que halle otra tierra ni otro mar, pues la ciudad irá siempre conmigo y volveré a las mismas calles, y en los mismos suburbios llegará mi vejez, y en la misma casa encaneceré, pues la ciudad es siempre la misma. Pero mi admirado poeta ha de comprender que necesite escuchar otra lengua que tenga como fin entenderse y convivir.
DdA, XVI/4482
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