lunes, 13 de abril de 2020

LAS PREFERENCIAS DE TARO ASO, LAGARDE Y EL SENECTICIDIO

Félix Población
Tengo mucha curiosidad en saber el número exacto, si eso fuera posible, de las personas mayores fallecidas en España como consecuencia del virus. Esa curiosidad se extiende al resto de Europa, sobre todo, y al planeta en general. Leímos en varias ocasiones que la enfermedad se ensañaba con los ancianos y hasta que la edad media de fallecimientos se situaba en los 80 años. Por las noticias que nos llegan tenemos constancia de que las muertes en geriátricos y residencias para mayores  son numerosas tanto en España como en Francia e Italia. En Alemania, al parecer, no las contaban.
En nuestro país se hablaba ayer de casi 10.000 fallecidos, a los que hay que añadir los que mueren en los hospitales procedentes de sus domicilios. Madrid (con casi la mitad del total), Cataluña y Castilla y León arrojan el mayor número de muertes. Si se tiene en cuenta que hasta el día de ayer habían perdido la vida un total de casi 17.000 enfermos, el porcentaje de personas mayores de 65 años fallecidas podría darnos la idea de que estamos ante un auténtico senecticidio, sobre todo en el caso de la Comunidad de Madrid, donde la mayoría de residencias son privadas.
Hace algunas semanas varios medios de comunicación se hicieron eco de una información que databa de hace siete u ocho años, cuando la actual presidenta del Banco Central Europeo era presidenta del Fondo Monetario Internacional. La información ponía en labios de la señora Lagarde esta frase: Los ancianos viven demasiado y es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo, ¡y ya! Hace poco más de una semana y no antes, con ocasión de los efectos que la pandemia está teniendo sobre la senectud, nos llega el desmentido a través de un portavoz del BCE, a requerimiento de la agencia Newtral.es. 
Taro Aso, ministro japonés de Finanzas de 72 años de edad, declaró en enero de 2013 que las personas mayores deben “darse prisa y morir” para aliviar los gastos del Estado en su atención médica, algo especialmente alarmante en una sociedad en la que el 25% de la población tiene más de 60 años. Aso no se quedó ahí. Se refirió a los ancianos que ya no pueden alimentarse a sí mismos como "gente de tubo". A los pocos días, Taro Aso tuvo que rectificar, reconociendo que sus declaraciones habían sido "inadecuadas" y adujo que estaba hablando solo de su preferencia personal.
Cuando sepamos la mortalidad causada entre nuestros mayores al final de la pandemia, si es que la llegamos a saber a escala global con una mínima certidumbre, podremos evaluar hasta qué punto la preferencia de un ministro de Finanzas japonés o las palabras de la presidenta del FMI -desmentidas siete años después- se ajustaron a las preferencias del virus por reducir los que Taro Aso  denomina "gastos del Estado" ocasionados por nuestros pensionistas.
       DdA, XVI/4464       

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