Félix Población
Tengo
mucha curiosidad en saber el número exacto, si eso fuera posible, de las
personas mayores fallecidas en España como consecuencia del virus. Esa
curiosidad se extiende al resto de Europa, sobre todo, y al planeta en
general. Leímos en varias ocasiones que la enfermedad se ensañaba con los
ancianos y hasta que la edad media de fallecimientos se situaba en los 80 años.
Por las noticias que nos llegan tenemos constancia de que las muertes en
geriátricos y residencias para mayores
son numerosas tanto en España como en Francia e Italia. En Alemania, al parecer, no las contaban.
En nuestro país
se hablaba ayer de casi 10.000 fallecidos, a los que hay que añadir los que mueren en los hospitales procedentes de sus domicilios. Madrid (con casi la mitad del total), Cataluña y Castilla y León arrojan el mayor
número de muertes. Si se tiene en cuenta que hasta el día de ayer habían
perdido la vida un total de casi 17.000 enfermos, el porcentaje de personas
mayores de 65 años fallecidas podría darnos la idea de que estamos ante un
auténtico senecticidio, sobre todo en el caso de la Comunidad de Madrid, donde la mayoría de residencias son privadas.
Hace algunas
semanas varios medios de comunicación se hicieron eco de una información que
databa de hace siete u ocho años, cuando la actual presidenta del Banco Central
Europeo era presidenta del Fondo Monetario Internacional. La información ponía
en labios de la señora Lagarde esta frase: Los ancianos viven demasiado y es un riesgo para la economía
global. Tenemos que hacer algo, ¡y ya! Hace poco
más de una semana y no antes, con ocasión de los efectos que la pandemia está
teniendo sobre la senectud, nos llega el desmentido a través de un portavoz del
BCE, a requerimiento de la agencia Newtral.es.
Taro Aso, ministro japonés de Finanzas de 72 años de edad,
declaró en enero de 2013 que las personas mayores deben “darse prisa y morir”
para aliviar los gastos del Estado en su atención médica, algo especialmente
alarmante en una sociedad en la que el 25% de la población tiene más de 60 años.
Aso no se quedó ahí. Se refirió a los ancianos que ya no pueden alimentarse a
sí mismos como "gente de tubo". A los pocos días, Taro Aso tuvo que
rectificar, reconociendo que sus declaraciones habían sido
"inadecuadas" y adujo que estaba hablando solo de su preferencia
personal.
Cuando
sepamos la mortalidad causada entre nuestros mayores al final de la pandemia,
si es que la llegamos a saber a escala global con una mínima certidumbre,
podremos evaluar hasta qué punto la preferencia de un ministro de Finanzas
japonés o las palabras de la presidenta del FMI -desmentidas siete años después- se ajustaron a las
preferencias del virus por reducir los que Taro Aso denomina "gastos del Estado" ocasionados por nuestros
pensionistas.
DdA, XVI/4464
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