martes, 10 de marzo de 2020

INTOLERABLE ATAQUE AL FEMINISMO ABOLICIONISTA

Madrid
Barcelona

Félix Población

Tal como pudimos ver y escuchar ayer en la mediocre película emitida por La Dos sobre Clara Campoamor, la abolición de la prostitución firma parte de la historia del movimiento feminista desde sus orígenes, con la propia Clara Campoamor como protagonista.  

El pasado domingo, Día de la Mujer Trabajadora, no fue noticia -por el apagón informativo que observamos en la mayoría de los medios de comunicación- el acoso y agresión sufridas por un grupo de mujeres feministas que exhibió una gran pancarta en la que reivindicaba esa abolición, contraria al parecer a la oficialmente mostrada en la cabeza de la manifestación convocada por la Comisión del 8-M, habida cuenta la saña con la que fue atacada. 

La pancarta de las abolicionistas terminó por lo suelos, pisoteada y rota por quienes mostraron con su comportamiento un cerrilismo e intolerancia miserables. Tan grave asunto solo encontró acogimiento en el programa de Mejide, a primera hora de la tarde, en Cuatro, con la presencia de Lidia Falcón y una representante de la asamblea, que trató de justificar lo injustificable en un espacio público como es la calle. También intervino por teléfono una de las abolicionistas maltratadas, dando voz a los documentos visuales en donde constaban las incidencias. 

Algo similar a lo ocurrido en Madrid sucedió en la manifestación feminista de Barcelona, con una fotografía en verdad vomitiva de esa agresividad. Sin embargo, la noticia en la mayoría de los medios se centró en el abucheo y expulsión de la manifestación de las políticas de Ciudadanos por la connivencia de ese partido con la extrema derecha en determinados gobiernos autonómicos y municipales. 

Es de lamentar que programas como El Intermedio, habiendo dedicado un cierto tiempo ayer a la jornada feminista del pasado domingo, haya formado parte de ese apagón informativa sobre la noticia más grave que ha afectado al movimiento feminista en muchos años: que una pancarta reclamando algo tan esencial en el mismo como la abolición de la prostitución haya acabado por los suelos, pisoteada y rota, no por un grupo de sujetos ultramontanos o un comando de putos machistas con el seso en la bragueta, sino por quienes asisten a una masiva convocatoria feminista el Día de la Mujer Trabajadora. 


La imagen puede contener: una persona, exterior

Escrito lo anterior, Hernán Piniella comparte esta fotografía de don Modesto Montoto en la presa del Molín, Villamayor (Asturias), con un texto que no me resisto a insertar y que da fe de los valores que deben mover al feminismo, en consideración a la historia de opresión, subordinación y silencio de la mujer en nuestro país, marcada en las generaciones que nos precedieron por una guerra y una dictadura que echó abajo los derechos y libertades logradas durante la segunda República. Dice Piniella:  "Lavando la ropa con jabón de sebu de gochu y frotar sobre la tabla hasta que marche lo puerco río abajo, las niñas miran y aprenden, en el año 1915. Era aquello como una extensión de la escuela, un centro de formación profesional, donde los más pequeños iban aprendiendo el increíble esfuerzo que necesita el ser humano tan solo para sobrevivir. Nacer mujer hace poco más de cien años era interpretado casi como una maldición para las familias campesinas, necesitabanse brazos para trabajar en las duras e interminables jornadas de sol a sol.

El hombre mezquino en su pensar y su proceder, se quejaba amargamente si su mujer le paría hembras, como si aquellos brazos no fueran capaces de trabajar más y mejor que los de cualquier paisano, además de llevar la casa, criar los hijos y hacer más de lo imposible por mejorar la existencia del día a día. Ser mujer entonces, como que estaba mal visto, los mismos desgraciados que se apuraban a deshonrarlas, eran los que más se quejaban luego de que por culpa de ellas una familia podía perder hasta la honra, como si esta virtud residiera entre las piernas de ellas. La honra es otra cosa; es el esfuerzo, la educación y el amor que regalan a espuertas en hijos y nietos, y eso no se pierde ni se perderá nunca porque un faltosu te acorrale en una tenada.
La constante humillación sufrida por ellas a lo largo de siglos de historias infames, las engrandece aún más de lo importantes y auténticas heroínas que fueron. Luego ya, cuando la vida las convirtió en adorables güelitas, tan solo nos contaron las cosas buenas que les sucedieron, mientras que los desaires, los insultos y las vejaciones sufridas se lo rumiaron para dentro, para ellas solas.
Por eso, cuando camines por ahí, por nuestras calles, caminos y caleyes de Piloña, siempre que atisbes y veas una vieyina con su hermosa espalda doblada por el peso de una vida honrada, no serás nunca capaz de imaginar, ni mucho menos comprender la de esfuerzos y sacrificios que atesora su vida, protegida esta por un corazón inmenso que no se cansa de amar".

                DdA, XVI/4430           

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