Ayer, domingo, una vez declarado el estado de alerta que confinará durante dos semanas a los españoles en sus domicilios, la Casa Real nos comunica que Felipe VI renuncia a la herencia de su padre y deja al rey emérito sin la asignación que cobra de todos nosotros. La noticia tiene lugar una vez sabido por un diario inglés que el actual Jefe del Estado es el segundo beneficiario de la fundación a través de la cual Juan Carlos I percibió 100 millones de dólares de la dictadura saudí.
Felipe VI sabía desde marzo del año pasado que su padre disponía de una estructura
offshore, pero no tomó ninguna medida al respecto, sin duda porque todavía no se
había hecho pública la información del diario británico The Telegraph, que
ahora sí ha obligado a Felipe VI a tomar esa decisión con la intención de atajar
en los posible el creciente desprestigio de la institución a la que representa.
Sin
remontarnos más allá en la historia de la dinastía, desde su bisabuelo Alfonso XIII que se fue de España en
abril de 1931 con una bolsa de 85 millones de pesetas, pasando por su hijo Juan
de Borbón, que también tuvo cuentas en Suiza, la corona de los Borbones es una
enfermedad para este país, y la decisión de Felipe VI ayer ha pretendido
erradicar un mal cuya re-instauración corrió a cargo de un dictador cuyo régimen fue condenado por la Unión Europea a la que pertenece nuestro país.
Por eso, más que renunciar a la
herencia de su padre (algo que jurídicamente no es posible) y eliminar la generosa asignación que Juan Carlos I recibe de los españoles -a los que una vez más se les viene encima una nueva crisis económica derivada de la crisis sanitaria-, el Jefe del Estado debería haber tomado ayer una decisión más acertada. Lo habría agradecido la mayoría de la
población de un país en estado de alarma, más sensibilizado que nunca ante el incierto y grave porvenir socio-económico que se le avecina. Felipe VI debería haber renunciando a la herencia y al virus de la corona de España.
LOS BORBONES EN SU SALSA
El rey se aparta de su padre. Es que resulta que el gran héroe de la transición es un tipo corrupto de la más baja estofa. ¿Y a alguien le llama la atención? La dinastía esta siempre hizo lo mismo. Felipe V, el padre de todos, entregó las minas a Francia a cambio de la corona y de buenos ingresos. También regaló Menorca a cambio de que los ingleses le dieran dinero y no intervinieran más. Fernando VII y su padre, Carlos IV, pugnaron para ver quién le sacaba más dinero a Napoleón. El felón de Fernando VII, criminal patológico, compró una flota a Rusia podrida que nunca llegó a puerto. Pero, eso sí, él y su amante se forraron. Isabel II, su marido y sus amantes, curas unos y seglares otros, se marchó al exilio con el tesoro del reino. Alfonso XII poco pudo porque murió muy joven pero su viuda, Cristina, se forró con las minas del Rif. Alfonso XIII, aquel chulito madrileño, envió a la muerte a miles de jóvenes para salvar sus negocios en Marruecos. Se fue a Roma, al amparo de Mussolini, en 1931 y no por rey, sino por ladrón, como bien dijo Valle-Inclán. Allí amasó fortuna, la que el llamado Juan III, el rey que rabió, guardó bien en Suiza. Juan Carlos I el Campechano, el heredero de Franco, un rey de dudosa legitimidad según la tradición, se forró con el dinero de los déspotas árabes. Felipe VI intenta salvar la corona pero mal pinta la cosa. Yo, es una sensación, no un conocimiento, pienso que don Felipe no está pringado, pero viene de la peor dinastía de Europa. Y si algo tiene la monarquía de interesante es su línea familiar, sagrada decían en la edad media. Pues eso.
LOS BORBONES EN SU SALSA
David M. Rivas
DdA, XVI/4436
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