miércoles, 25 de marzo de 2020

¡CÚANTO OSCURECEN LA VIDA LOS ILUMINADOS!

El momento actual, en el que están ocurriendo cosas antes nunca vistas en la historia de la humanidad, es propicio para ellos, porque ellos ya lo sabían todo y están en posesión de todas las posibles respuestas

Fulgencio Argüelles

La vida es un laberinto, pero los iluminados conocen la salida. Lo decía el escritor argentino Narosky. El tiempo de las guerras y de las pestes es bien propicio para los iluminados. La literatura dio buena cuenta de ello. Ellos son la luz que nos alumbra en la oscuridad y nos aleja de la mentira. Poseen el don divino del cálculo de la hora propicia. Son los sabios de la oportunidad. Por eso insisten en que se actuó tarde, o demasiado pronto, que no se llegó a tiempo, que ellos ya lo sabían, que lo habían anunciado, que todo estaba ya visto y previsto. Saben, además, de ciencia, de medicina, de ingeniería, de organización social, de regulación del transporte o de comercio internacional. Saben de todo, porque están iluminados. Y se ofenden por la persistente y universal ineptitud de los administradores públicos, a quienes consideran negligentes de profesión. Se cabrean con los ministros, según ellos faltos de dignidad y titulación. Los dirigentes, dicen, no tienen conciencia y se levantan cada día pensando cómo perjudicarnos. Pregonan una y otra vez la estupidez de todos los expertos. El momento actual, en el que están ocurriendo cosas antes nunca vistas en la historia de la humanidad, es propicio para ellos, porque ellos ya lo sabían todo y están en posesión de todas las posibles respuestas. Tienen la suerte de ser los iluminados. Mientras otros empujan ellos analizan la conveniencia o no del empuje. Mientras otros se juegan la vida ellos buscan culpables mirándose al ombligo. Para ellos las recomendaciones y las leyes y las normas nunca son las correctas, porque nadie consultó con ellos, que son los iluminados. El pueblo recorre el campo de batalla intentando localizar y salvar a los heridos. Ellos esperan la noche para desvalijar a los muertos. Así ha sido siempre y lo sigue siendo. Es la historia de los iluminados. ¡Qué poco nos alumbra esa luz! ¡Cuánto nos oscurece la vida!

DdA, XVI/4445

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