jueves, 26 de marzo de 2020

A TODA LA GENTE BUENA DE NUESTRA SANIDAD PÚBLICA

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Pablo Álvarez

Que mi madre haya sido profesional de la sanidad durante más de cuarenta años, se jubiló con 44 años cotizados en el sector, me ha ayudado mucho a conocer, respetar y valorar a todas y todos los profesionales que trabajan en él. Esa es la razón para que, lo que están haciendo estos días no me sorprenda nada. Cuando mi madre, cuya labor principal era hacer electroencefalogramas, volvía a casa al finalizar la jornada, nunca regresaba sola, siempre llevaba consigo alguna preocupación. Sí, a ella, al igual que a la inmensa mayoría de sus compañeras y compañeros, le preocupaban las y los pacientes. Le preocupaban tanto que, para disgusto mío, que siempre he sido un poco aprensivo, no había día en mi casa en el que no se hablara de hospitales y enfermedades. Mi padre dejaba el hierro en el trabajo, mi vecina los papeles en la oficina y el otro el carbón en la mina, pero mi madre no, mi madre traía a las y los pacientes con ella. Es lo que tiene trabajar con personas, los sentimientos no entienden de jornadas de 8 horas. Quienes trabajáis en el gremio o, quienes como yo, tenéis a familiares o amigxs trabajando en él, sabéis bien de lo que hablo.
Estos días, en los que nuestro país se ha convertido en un gigantesco hospital, las y los profesionales de la sanidad están de plena actualidad. Son muchas y muchos los profesionales de todos los sectores productivos los que están echando una mano en esta batalla, sería injusto no reconocerlo, pero en primera línea de fuego, luchando con todas sus fuerzas contra la muerte, batiéndose el cobre con los escasos medios que tienen, están las y los sanitarios.
Pero su profesionalidad va mucho más allá de lo que podemos ver, su trabajo tiene un precio fijado, escaso a mi entender, pero su humanidad tiene un valor incalculable. Hay quien asegura que las y los enfermos de Covid-19 están muriendo solos, no es cierto. Están aislados, sí, no tienen a sus familias con ellos, también es cierto, pero no están solos, siempre hay alguien a su lado.
Anoche, una enfermera de un hospital madrileño llamaba al programa radiofónico de Pepa Bueno, para contarle entre sollozos a las familias de las y los enfermos, que ella y sus compañeros y compañeras estaban ahí cogiéndoles la mano, acariciándoles la cara, dándoles todo el cariño del mundo, impidiendo que se sientan solos en un trance tan duro. Lloró ella, lloró Pepa Bueno, lloraron los tertulianos y lloré yo. A lágrima viva, sí. La gente buena nos hace llorar y sentirnos vivos.
¡¡¡GRACIAS, GRACIAS Y MIL VECES GRACIAS!!! ¡¡¡NO OS IMAGINÁIS LO MUCHO QUE OS QUEREMOS!!!

DdA, XVI/4446

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