En la provincia de Ciudad Real hubo 2.795 fusilamientos, la mayor
proporción de víctimas de la dictadura de todo el país.
Félix
Población
La provincia de
Ciudad Real fue una de las más castigadas por la represión franquista después
de la guerra. También fue una de las que con más retraso se puso a investigar y
sacar a la luz pública la memoria de ese trágico episodio de su reciente
historia. Así era hasta hace algo más de un año en que, después de una década
de trabajo como fruto de una iniciativa del Centro Internacional de Estudios de
Memoria y Derechos Humanos de la Universidad a Distancia (UNED), fue presentado
el libro Para hacerte saber mil cosas nuevas. Ciudad Real 1939.
Se trata de una
investigación muy exhaustiva de casi mil páginas en la que se ha puesto nombre
a 3.910 víctimas mortales de la violencia ejercida por los vencedores de la
Guerra Civil en esa provincia, la segunda -después de Toledo- en la que fue
mayor el número de muertos durante la posguerra, muy por encima de la represión
(1.850) que se registró durante el conflicto armado. Más de un millar de
personas, en su mayoría familiares de los represaliados, asistieron en su día
al acto de presentación del libro que tuvo lugar en el paraninfo de la
Universidad de Castilla-La Mancha con la presencia del editor, Luis F. Pizarro,
y quienes han colaborado en la obra: Julián López García, María del Carmen
García Alonso, Jorge Moreno Andrés, Alfonso Villalta Luna y Tomás Escudero
Ballesteros.
Según López
García, catedrático de Antropología Social en la UNED, este trabajo ha
permitido a sus autores -aparte de sacar sobre todo de la incivilidad a varios
miles de ciudadanos- identificar cómo la represión se cebó sobre todo en los
tres grupos profesionales más ideologizados: los ferroviarios de Alcázar de San
Juan, los mineros de Puertollano y los jornaleros repartidos por toda la
provincia. Gracias al libro también se han podido cuantificar los porcentajes
por ideología más altos entre los represaliados, con los socialistas y
sindicalistas de la UGT (60 por ciento) muy por encima de los anarquistas (20
por ciento) y los comunistas (15 por ciento).
El título de la
investigación responde al contenido de una de las cientos de cartas y
documentos de varia naturaleza que los investigadores manejaron para su
pormenorizado y excelente trabajo. En ella le dice una mujer joven de Puerto
Lápice a su marido, preso en Alcázar de San Juan, que le quiere contar miles de
cosas nuevas, entre ellas el desembarco de las tropas norteamericanas en Europa
durante la segunda Guerra Mundial. Toda una esperanza de liberación para el
cautivo. La misiva no llegó a su destino. Estaba en el expediente que
acabó con la remitente en la cárcel en la que fallecería. A propósito de las
cartas y demás mensajes enviadas por las víctimas a sus familiares, Julián
López García, coordinador del libro, responde con una elocuente cita del
profesor François Marcot (Vivir a muerte. La última carta de los fusilados,
Francia, 1941-42) a la pregunta sobre el derecho a utilizar esa
documentación: tenemos el derecho y el deber de la fraternidad humana, porque
estas cartas se dirigen a nosotros.
Uno de los
aspectos más destacables de esta memoria de la represión franquista en Ciudad
Real es el centenar de pequeñas biografías que se rescatan del olvido, y que
los autores han querido que sean las más representativas de todos aquellos que
perdieron la vida por su defensa de la República. Se trata de experiencias
cargadas no solo de un sufrimiento y angustia incuestionables, sino también de
dignidad. Muchas de ellas discurrieron en el partido judicial de Almodóvar del
Campo, que incluye la localidad de Puertollano, el partido más afectado -después
del partido de Alcázar de San Juan (686)- por la violencia de los vencedores de
la Guerra de España, con un total de 650 víctimas mortales.
Hay testimonios
emocionales muy ilustrativos de la huella que la represión dejó en los
familiares de las víctimas, como el que cuenta Vicenta Ruiz, vecina de
Valdepeñas. La hermana de su madre, cuyo padre había sido ejecutado, acudió al
lugar del fusilamiento para recoger su cadáver. Al no encontrarlo, se llevó
unas piedras manchadas de sangre que ocultó en secreto en el fondo de un baúl.
Solo cuando esa mujer iba a morir, ya anciana, se lo dijo a su hermana.
"Las piedras de cuando mataron a Ángel" fueron desde ese día en el
bolso del delantal de la abuela de Vicenta.
Por esas y otras
similares incidencias de la intrahistoria popular sepultadas en el
miedo y en el silencio, Para hacerte saber mil cosas nuevas. Ciudad Real
1939 tuvo una gran acogida nada más publicarse la primera edición. Para
muchos familiares descendientes de las víctimas, el hecho de ver sus nombres
plasmados en el libro -aunque fuera más de cuarenta años después del
fallecimiento del dictador y ya fallecida la mayoría de los hijos de las
víctimas- supuso una cierta reparación por el mucho tiempo de difamación,
silencio y ocultamiento transcurrido. En el prólogo a esas casi mil páginas (Ciudad
Real, 1939 Posguerra y silencio), López García detalla que hubo en la
provincia un total de 2.795 fusilamientos (el mayor número de todo el país en
la posguerra en relación con la población, el 6 por ciento de los registrados
en toda España), 125 asesinatos extrajudiciales, 76 muertes por emboscada, 104
en campos de concentración, 13 por garrote vil y 3 por otras causas. La cifra
más altas, después de las ocasionadas por ejecuciones, es la de fallecidos en prisión:
766.
El dictador en Puertollano en 1940
Las condiciones de
internamiento en las cárceles fueron en extremo adversas para los presos, como
en todo el país, pero sobre todo en las de Ciudad Real y Almodóvar del Campo.
En esta última se encontraba un recluso llamado Fernando Lizarbe Estruch, un
joven que en compañía de un número indeterminado de compañeros de presidio
intentó fugarse la última noche del año 1939. El intento no cuajó, pues como
escribe Julián López "en la memoria de los más viejos de Almodóvar del
Campo está grabada una imagen imborrable del día siguiente, 1 de enero de
1940, y es el reguero de sangre que salía de la prisión del partido y que
desembocaba en la que ya entonces se llamaba Plaza de los Mártires", en
honor a las víctimas de los sublevados.
Siempre según la
información que se publica en el citado libro, la noche anterior habían sido
eliminados 24 de los presos que intentaron evadirse, 5 murieron después a
consecuencia de las heridas y palizas y 33 fueron fusilados a lo largo del mes
de enero. Se detalla el tipo de armas incautadas a las víctimas en su evasión
frustrada: una aguja costalera, una cuchilla engarzada en una vaina de bala, un
trozo de hoja de lata con filo y una barra de hierro cuadrada de unos 80
centímetros de largo por uno de grueso. Entre los que fueron eliminados la
noche del intento de fuga se encontraba Fernado Lizarbe Estruch, de 18 años de
edad, supuestamente por haberse enfrentado a los guardias. Quizá, como
consecuencia de ese intento de fuga, fue fusilado poco después el director de la
cárcel, José Calvo.
Lizarbe esperaba
sentencia por el proceso que se le seguía como consecuencia de haber escrito
una pintada en la localidad de Puertollano unos meses antes, justo cuando
acababa de cumplir esa edad. Fernando Lizarbe se dedicaba a la venta de
naranjas y entre la correspondencia dirigida a sus padres, que guarda su
sobrino nieto Fernando Lizarbe, en la se felicitaba por el sabor dulce y bueno
de las mandarinas, aludía al precio más barato de las naranjas, mostraba su
grata sorpresa porque su hermano menor Gorín (Gregorio) hubiera mejorado en sus
estudios escolares, y se preocupaba también de la cabra que estaba a
punto de criar, aconsejando por eso a sus progenitores que no la vendieran.
A Fernando lo
encerraron en la cárcel por haber escrito en un muro: Menos Franco y más pan
blanco. "Si alguien quiere comprobar el peligro de muchos presos así
marcados -leemos en el libro-, basta leer las cartas de Fernando y observar el
recordatorio fúnebre con el que sus padres dieron la noticia de su
muerte", sin especificar por supuesto en qué circunstancias, ni tampoco
por qué motivo había sido encarcelado. Para saber esto han tenido que pasar
ocho décadas, cuatro de las cuales discurrieron durante la democracia coronada.
Hasta 2011,
Francisco Franco fue alcalde de honor de Puertollano. En la sesión plenaria que
tuvo lugar para retirarle ese título 36 años después del fallecimiento del
dictador, el 24 de noviembre de ese año, no se contó con los votos favorables
del Partido Popular, que por entonces no estaba aliado como en la actualidad
con la extrema derecha neofranquista en ayuntamientos y gobiernos autónomos
como los de Andalucía, Murcia y Madrid.
*Artículo publicado hoy también en elsaltodiario.com
DdA, XV/4359
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