sábado, 2 de noviembre de 2019

¿PUEDE HABER POESÍA DESPUÉS DE AUSCHWITZ?

La imagen puede contener: calzado

Inés Marful

Paradoja viene del latín para/doxos, aquello que contradice una opinión previamente asumida. Hoy quiero reparar en dos. Una de ellas real. La segunda sólo aparente.
1/ La primera tiene que ver con Heidegger y Van Gogh y bien podría plantearse con esta sencilla pregunta: ¿cómo conciliar la compasión de Heidegger, su honda piedad con toda conciencia que se extingue, con su complicidad con el nazismo? ¿Cómo procesar con una mínima sintaxis que el filósofo del Ser no hubiera retrocedido espantado ante la patencia clamorosa del exterminio?¿Cómo entender la ceguera selectiva de un filósofo que, secundando la fobia encarnizada de Hitler, se atrevió a prohibir a su anciano maestro judío, Edmund Husserl, visitar la biblioteca universitaria?
Hace apenas dos años, en Madrid, en la exposición “Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos”, pudimos ver el zapato de un niño; el calcetín, conmovedoramente miserable, estaba cuidadosamente depositado en su interior. Los sicarios del Reich le habían dicho que se los quitase para ir a la “ducha”… Imagino a ese niño más allá de lo que las palabras pueden decir de lo abominable de su muerte. Y me pregunto, entonces, qué pensaría Heidegger ante ese mismo zapato después de haber escrito páginas gloriosas sobre los zapatos viejos del campesino, de Van Gogh. Escuchemos al filósofo hablar de ellos: “La humedad y el barro han impreso su huella sobre el cuero. Bajo las suelas se despliega la soledad del camino cuando muere la tarde. En el zapato tiembla la llamada prudente de la tierra, su silenciosa ofrenda de trigo maduro.”
La historia no regresa, pero podemos olvidar, al menos por un momento, que Heidegger no ha visto ese zapato. Ponerle ese zapato de niño, con su calcetín dentro, ante la vista. La mirada de Heidegger. Su dolor. Su repulsa. Imaginar, entonces, que Heidegger escribe: “Una confianza pueril ha hecho que el niño se quite los zapatos para ir a la ducha. En su mente la puntual alegría de recibir un chorro de agua tibia sobre la clavícula etérea, sobre el vientre, hinchado por el hambre, sobre los ojos oscuros en cuya umbría se dibuja un bosque que la luz del otoño atraviesa con calma, como si todo en la tierra renaciera desnudo en la fugaz turbulencia de sus ojos. En el zapato tiembla la llamada prudente del amor, su silenciosa ofrenda de trigo maduro.”
2/ La segunda tiene que ver con Theodor W. Adorno, admirable apóstol de la dialéctica negativa. ¿Cómo no entender el enérgico alegato de un filósofo judío contra el exterminio: “No puede haber poesía después de Auschwitz”, proclama Adorno. Y sigue: ”Hitler ha impuesto a los hombres en estado de no-libertad un nuevo imperativo categórico: orientar su pensamiento y su acción de tal modo que Auschwitz no se repita, que no ocurra nada parecido. Este imperativo es tan reacio a su fundamentación como otrora el dato del kantiano. Tratarlo discursivamente sería un crimen: en él puede sentirse corporalmente el momento adicional de lo ético.”
Günter Grass, molesto ante la tajante afirmación de Adorno, dijo que prohibir la poesía después de Autswitz era como prohibir a los pájaros cantar. Se equivocaba Grass. Lo que, a mi humilde entender, decretaba Adorno no era otra cosa que la imposibilidad de la poesía para alojar en sí la representación verbal de lo irrepresentable. Naturalmente que puede haber poesía, pero ningún poema será capaz de llegar con palabras hasta los últimos límites del espanto. ¿Por qué? Por qué el Holocausto es, por definición, lo indecible, lo irrepresentable, lo que rehúsa cualquier material significante que pueda acercarse siquiera a los zapatos de un niño, los calcetines dentro, cuidadosamente depositados para poder recogerlos a la vuelta. Dócilmente esperando cruzar el umbral de un barracón.
Poco después, la ducha que le dará la muerte.
P.D. Lo mismo pienso del "holocausto español".
FOTO: Zapatos viejos de Van Gogh
Y sigo rogándoos que firméis contra el boicot del Ayuntamiento de Oviedo a nuestro proyecto sobre las fosas de la ignominia franquista:
 
             DdA, XV/4326           

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