Alejandro Álvarez
El acuerdo que acaban de anunciar Sánchez e Iglesias pone de
manifiesto las mentiras que había usado el candidato del PSOE para
negarse a un acuerdo con Unidas Podemos tras las elecciones del 28 de
abril. Antes aludía a que los dos grupos "no sumaban" y, por tanto, no
era posible (ahora suman menos pero sí es posible); tras las elecciones
europeas, con Sánchez crecido, Iglesias era un escollo insalvable
(ahora no plantea ningún veto); en julio las diferencias sobre temas de
estado, como el asunto de Cataluña, eran demasiado grandes (ahora es
posible aceptar lo que antes era imposible); en septiembre Sánchez no
podría dormir con ministros de Unidas Podemos en el gobierno (hoy lucía
una gran sonrisa de satisfacción por el acuerdo); etc.
Todas
esas mentiras no eran más que disculpas para ir a nuevas elecciones, una
decisión que los estrategas de Sánchez (Iván Redondo, sobre todo)
habían tomado justo después de las elecciones europeas, según han
manifestado algunos periodistas muy bien informados, pues tales
estrategas estaban convencidos de que una repeticion electoral situaría
al PSOE en torno a los 145-150 diputados y debilitaría sustancialmente a
Unidos Podemos, un objetivo político bien conocido en el PSOE, que
siempre quiso anular a cualquier fuerza política a su izquierda, como
hizo González con la IU de Anguita. Para ese objetivo, si Felipe usó a
Nueva izquierda, Pedro Sánchez pretendió hacer lo mismo y con el mismo
objetivo con el partido de Errejón, del que se pretendía que sustituyera
a Podemos y fuera una fuerza subsidiaria del PSOE, utilizable cuando
fuera necesario.
Por otra parte, en ese momento seguramente
pensaron que una parte del voto de Ciudadanos, enrocado en la negación y
con pactos con la extrema derecha, iría a parar al PSOE, lo que fue
otro elemento que los convenció de que se produciría ese aumento
electoral sustantivo.
Pero todos los cálculos y objetivos de
Redondo y los estrategas del PSOE fracasaron estrepitosamente, dándoles
una lección de humildad y obligándoles a aceptar ese pacto lógico que
estuvieron negando durante seis meses. Ni el PSOE ganó escaños, ni hubo
cambio de votos de C,s al partido socialista sino a VOX (lo que supuso
otro estrepitoso fracaso que los hace culpables de que en el Parlamento
haya 52 diputados de extrema derecha), ni Errejón desplazó a Pablo
Iglesias ni Unidas Podemos se debilitó como Redondo y Sánchez llegaron a
creer, quizá por un exceso de vanidad propia y de desprecio hacia el
electorado de izquierda que no vota al PSOE, un desprecio que no
comparte una parte de los y las votantes del partido socialista, como se
puso de manifiesto en la celebración delante de la sede del PSOE.
Estos fracasos son las verdaderas razones que explican el cambio
radical de Pedro Sánchez y la ejecutiva del PSOE. Bienvenido sea, pero
hay que lamentar que esa estrategia electoralista irresponsable y
fallida haya sido la causante de que ahora la unión de UP-POSE sume 10
diputados menos y que la extrema derecha tenga 28 diputados más, algo
que debe preocuparnos, no solo por esa suma en sí (muy inquietante),
sino por el efecto de arrastre en discurso y posición política de las
otras derechas.
Lo sucedido demuestra que el PSOE solo acepta
acercarse a la izquierda y pactar con ella si esta tiene fuerza para
imponérselo. Esperemos que tanto para los votantes como para las
direcciones políticas lo sucedido constituya una lección para el futuro.
DdA, XV/4337
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