
David M. Rivas
Me
llama la atención la beligerancia de algunos medios y algunos partidos
por la política del gobierno de Sánchez hacia Cuba y, concretamente,
hacia la visita del rey a la isla. Si España, con una política
internacional desastrosa desde siempre, ha mantenido algo de coherencia
históricamente es su relación con Cuba. Tras la independencia de Cuba,
el mayor desgarro de la España contemporánea exceptuando la guerra
civil, siempre Madrid lo tuvo claro. La monarquía alfonsina, el directorio
de Primo de Rivera, la república, la dictadura de Franco, la monarquía
parlamentaria, todos los regímenes cuidaron la relación con Cuba. Cuando
Castro entró en La Habana, procuradores fascistas lo aclamaron en las
Cortes. En 1960 Castro tensó la cuerda y tildó a España como la
dictadura más cruel de Europa. Franco ordenó no romper las relaciones
bajo ningún concepto. Cuando llegó el bloqueo norteamericano sólo tres
gobiernos se negaron: Madrid, Moscú y Ottawa. La primera vez que estuve
en Cuba ví cómo, en el castillo del Morro, sólo dos banderas estaban en
uso para saludar a los barcos entrantes: la española y la canadiense.
Pasó desapercibido, pero Cuba decretó tres días de luto por la muerte de
Franco, en agradecimiento por esa política antibloqueo. Suárez renovó
los acuerdos con Cuba, lo mismo que Calvo-Sotelo y González. Aznar fue
el único que rompió la tradición, dejando a las empresas españolas en
pelota y perdiendo la exclusiva de productos cubanos, en beneficio de
Francia. Rodríguez Zapatero dio marcha atrás y Rajoy siguió la misma
política. Monárquicos, republicanos, fascistas, conservadores,
socialistas… Cuba no es un país más en el mundo. Cuba es “nuestra Cuba”
en el mundo referencial colectivo de los españoles. El que no lo vea, no
sólo anda mal ideológicamente, es que es, sencillamente, idiota.
DdA, XV/4339
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