Ana Cuevas
Ortega
Smith es un cobarde. Es no sería tan grave si, además, no fuera un
mentiroso capaz de vomitar su basura interna sobre la memoria de trece
víctimas del fascismo. Miente porque quiere y porque puede. Porque
aunque los archivos históricos y las propias sentencias contradicen sus
perversas falacias, vivimos en Españistán, la tierra donde difamar e
injuriar siempre les sale gratis a los mismos.
Los
anti-demócratas como Smith y su coro de sombras se valen de las
instituciones y de la libertad de expresión que tanto denostan para
esparcir su odio y sus patrañas. Y tienen campo abonado en una
ciudadanía cabreada porque nadie atiende sus auténticos problemas.
Jalean a sus entrañas pero lo que no les cuentan es que, dándoles el
voto, también se convertirán en sus víctimas. Apaleados y cornudos, que
diría mi abuela.
La derecha de este país se ha calzado su
traje de chulapo y se está viniendo arriba derrochando en alardes de
burricie manifiesta. Que la verdad y el buen juicio no supongan un
obstáculo en sus planes. Hay nivel.
En la Comunidad de Madrid,
por ejemplo, están que lo petan con esos dos personajes de polichinela
que son el alcalde y la señora presidenta.
Almeida,
entrevistado por unos niños en un programa televisivo, ha creado algunos
traumas infantiles al argumentar que era prioritario reconstruir Notre
Dame a salvar el Amazonas. Se quedaron "to" locas las criaturicas.
"Pero..- le contestó un pequeño visiblemente contrito- el Amazonas es el pulmón del mundo, lo necesitamos para respirar."
A
lo que el flamante alcalde respondió- "El Amazonas está muy lejos y
Notre Dame en Europa. Nosotros somos europeos desde hace treinta años.
Es un símbolo que debemos rescatar".
Vale. Procuren recordar
la belleza de Notre Dame cuando los efectos del cambio climático se
trague la bendita catedral y a tres cuartas partes de la humanidad de
una tacada.
Y esa presidenta de sonrisa hierática y expresión
ausente que muestra su preocupación porque ahora a los rojos nos de por
quemar iglesias y conventos. Mire usted, mis intenciones son mucho
peores. Tengo el abominable deseo de retirar cualquier ayuda o
subvención a todas las religiones y cobrarles impuestos. Cerrarles el
grifo y cobrar el IBI. ¡Eso sí que haría arder la Conferencia
episcopal!.
Y mientras tanto, los mismos descerebrados y
violentos ultraderechistas que intentan boicotear la película de
Amenabar (Mientras dure la guerra) soltando gritos de exaltación del
franquismo en las salas donde ha sido estrenada, custodian la tumba de
Paquito.
En las últimas horas se especula con la posibilidad
de sacarlo del Valle volando con un helicóptero para evitar a las hordas
franquistas que se van a congregar allí. Y digo yo, ¿no sería más
lógico detener a los alborotadores? ¿Aplicarles la ley con la misma
dureza que se aplica a los separatistas?
¿Es que alguien tiene dudas de que estos tíos son golpistas?
Yo
soy española y, por ende, amante del esperpento. Se especula con la
posibilidad de que las recientes riadas podrían haber afectado a la
tumba del dictador y que, ¡abracadabra!, cuando se levante la losa no se
encuentre ni rastro del amigo.
Sería un broche de oro que al
final, la mojama del tipo que ha matado más españoles en toda nuestra
cruenta historia, acabara en las cloacas enredado entre toallitas
higiénicas y truños tan podridos como su negra alma.
Un poco de justicia poética en nombre de nuestras trece rosas. Nuestros trece versos.
DdA, XV/4299
No hay comentarios:
Publicar un comentario