Alejandro Álvarez
Desde que la IU de Anguita
sobrepasó los 2,5 millones de votos y estaba en situación de condicionar
el gobierno de González no se habían vivido momentos de nerviosismo en
la sala de mando del régimen. Pero en aquel momento la inquietud duró
bastante poco porque allí estaba Pujol, que, por un mísero 3%,
contribuyó a salvar la situación, devolviendo la tranquilidad a los
inquietos señores del poder.
Durante los últimos meses, sin
embargo, la intranquilidad volvió a la sala de mando donde se corta el
bacalao del poder y adquirió dimensiones desconocidas allí. Algo volvía a
perturbar, pero con más fuerza y durante más tiempo, su descanso y sus
siestas: un partido que se atrevía a cuestionar parte de sus privilegios
(y lo decía a voz en grito, ¡qué osadía!) pretendía con todo descaro
entrar en el gobierno de la nación entera y condicionarlo. El estado de
desasosiego les llevó a perder cualquier prudencia y, contra lo que esta
aconseja, salieron en tromba a la palestra para lanzar avisos a sus
hombres en la sala de máquinas (Sánchez, Casado, Rivera, Abascal) para
que no desviaran el rumbo que venía trazado desde el 77: primero Ana
Patricia Botín notificó que era conveniente un acuerdo entre PSOE y C,s;
luego, cuando Rivera (el hijo del IBEX35) desobedeció (¡uy, qué caro le
va a salir!), la CEOE dio instrucciones a Pedro Sánchez (verbalizadas
por Carmen Calvo) de que, si no había más remedio que meterlos,
descafeinase a los osados de UP y no los aceptase ni en ministerios de
Estado ni en Hacienda o Trabajo (en el meollo, vamos), y, para remachar,
el Círculo de Empresarios avisó de los graves peligros que implicaría
para la economía (léase sus intereses) la entrada de UP en el gobierno.
Conocido lo manifiesto y publicado no hay que esforzarse mucho para
deducir cómo y cuándo fueron las presiones más directas.
El que
tenía la mejor posición en la sala de máquinas, Pedro Sánchez, supo
desde el principio que tenía que obedecer las directrices que emanaban
de la sala de mando del régimen para mantener el rumbo que le dictaban.
Pero necesitaba simular un proceso de negociación con UP, simulación
necesaria para engañar a parte de los suyos y conseguir que no se
enfadaran los que habían gritado aquello de “con Rivera no”. Ese falso
proceso negociador duró varios meses: entre abril y mayo, silencio;
desde mayo a julio, dilación y propuestas trampa –“gobierno en
solitario”, “gobierno de cooperación”, “gobierno con personas del
entorno”, “escollo de Iglesias”, “gobierno de coalición” con sillas
vacías de contenido, etc.-. Todo ello para engañar a unos y tranquilizar
el nerviosismo de quienes tenían el mando (IBEX35, CEOE, etc.), a los
que informaba puntualmente (reuniones “secretas” luego conocidas) de que
sus consejos no caían en tierra baldía pues él, Sánchez, se había
olvidado ya de aquella consigna (“somos la izquierda”) destinada a
reconquistar la secretaría general contra Susana Díaz y escuchaba,
obediente, los consejos que le llegaban de la sala de mando. En
septiembre, una vez abortada la pretensión de Unidas Podemos y
convocadas elecciones, quienes dirigían el cotarro recuperaron el sueño
(“los empresarios ya pueden dormir tranquilos”, dijo el jefe de el
Círculo de Empresarios) y Sánchez se liberó de aquella desazón que no le
dejaría dormir si hubiera tenido ministros de Unidas Podemos en el
gobierno.
Ahora bien, ¿qué pasaría en las mentes y en los ánimos
de quienes no están dispuestos a dejar que sigan al timón los señores
del IBEX35, la CEOE o el Círculo Empresarial, si el 11N nos levantáramos
con un resultado que volviese a llenar de inquietud la sala de mando?
Si UP mantiene su posición y el tándem PSOE-C,s ya no suma –harto
previsible- se les “cortaría el vacilón” y la tranquilidad a Ana
Patricia Botín (IBEX), Antonio Garamendi (CEOE) y Jhon de Zilueta
(Círculo de Empresarios). Y estoy seguro de que varios millones de
españoles sentirían no poca satisfacción pensando que la noche anterior
esos tres y otros cuantos se la habrían pasado mordiéndose las uñas y
pensando en cómo justificar la siguiente jugada. Ciertamente ya la
tienen diseñada y fue verbalizada por González y Rajoy hace unos días:
la gran coalición PSOE-PP. Pero tener que llegar a eso no les gustaría
porque entonces el juego de la alternancia se acabaría y sería un
peligro que no quisieran correr porque las cartas quedarían muy al
descubierto y es un peligro que la ciudadanía las conozca.
¿A que resulta tentador ponerlos en esa situación? Pues a por ello.
DdA, XV/4302
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