miércoles, 9 de octubre de 2019

EL SUEÑO DEL PRIOR Y LA CULMINACIÓN DEL ESPERPENTO

Félix Población

No he tenido ni quiero tener la oportunidad de escuchar las razones por las que Santiago Cantera se ha declarado en rebeldía y amenaza con no acatar el fallo del Tribunal Supremo que permitirá la exhumación de los restos mortales del dictador. Me basta con la versión que da el periodista Jesús Bastante, que sobre la iglesia vaticana en España  se lo sabe casi todo por su especializada labor periodística a lo largo de muchos años.

Al prior del Valle de los Caídos, según aprecié en alguna ocasión, le caracteriza en exceso ese lenguaje melifluo y monocorde, perfilado en unos modales y fisonomía un tanto inquietantes y muy propias del viejo clero nacional-católico de sus añoranzas. Supongo que habrá sido don Santiago, falangista en su mocedad, quien ha redactado lo fundamental del escrito dirigido a la Sección Cuarta de lo Contencioso Administrativo del alto tribunal, exponiendo su oposición a que se levante la suspensión cautelar sobre la exhumación de lo que queda de su caudillo hasta que se resuelva el recurso planteado por la familia y varias fundaciones. Hace valer el abad Cantera que sin la precepotiva e insustituible autorización eclesiástica, esa exhumación  supondría la violación de un lugar sagrado, por lo que recurrirá al Tribunal Constitucional.

Escribo este artículo horas antes de que el Tribunal Supremo se pronuncie sobre las trabas puestas por don Santiago, cuya autorización también considera la familia del dictador preceptiva. Se desconoce la actitud que mantendrá el prior cuando se lleva a cabo el traslado de los restos de Franco al cementerio de El Pardo, según ha establecido el gobierno de la nación, pero en sus ensoñaciones es muy posible que el respetable prelado Cantera se vea haciendo resistencia a la Guardia Civil, encadenado a la gran losa que cubre los huesos de quien tanto mató con el consentimiento, la bendición y hasta la ayuda del clero, y al que la iglesia vaticana dispensó palio y preces en todas las iglesias de España, de la que lo hicieron cruzado mayor y Caudillo por la gracia de Dios.

No habrá tal escena como coherente colofón al gran esperpento soportado por la democracia española, con ese mausoleo al dictador en esa abadía durante más de cuatro décadas, pero sería la más encajable en el país en donde no por causalidad nació y arraigó ese género literario, tan vivo aún un siglo después.

PS. Ojo, que estamos más cerca del final esperpéntico del rior: En una carta dirigida a Carmen Calvo asegura que su "Abadía no autoriza el acceso a la Basílica (lugar de culto) con la finalidad de acceder a una 'res sacra' (sepultura).

                     DdA, XV/4300                

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