viernes, 11 de octubre de 2019

"EL MONO AZUL", CONTRA MIGUEL DE UNAMUNO POR SU APOYO AL GOLPE MILITAR*

Waldo Frank, Ehrenburg, Henri Barbusse y Paul Nizan en el 
Congreso de Escritores en Defensa de la Cultura

Félix Población

El primer número de la revista El Mono Azul se publicó el 27 de agosto de 1936, un mes y pico después del inicio de la guerra incivil. Se trataba de una publicación de orientación comunista, auspiciada por una asociación civil creada al inicio del conflicto, la  Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura,  cuyo ámbito de difusión y lectura eran los frentes de batalla. Su cabecera obedece a la prenda que vestían los milicianos y en su contenido había tanto páginas de instrucción militar como secciones de literatura y política.  Se llegaron a editar 47 números desde esa fecha hasta febrero de 1939, con periodicidad irregular, de los que solo los diez primeros constaban de ocho páginas, que finalmente quedaron reducidas a una sola, impresa y difundida con el diario vespertino La Voz en Madrid.

La revista tuvo entre sus colaboradores a reconocidos escritores y poetas, entre los que cabe mencionar a Arturo Cuadrado, Miguel Hernández, Lorenzo Varela, Antonio Aparicio, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, José Bergamín, Luis Cernuda, Antonio Machado, Ramón J. Sender, Eduardo Ugarte y María Zambrano. También, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, André Malraux y John Dos Passos, entre los autores extranjeros. Como responsables de la publicación aparecen en el primer número los nombres de María Teresa León, José Bergamín, Rafael Dieste, Lorenzo Varela, Rafael Alberti, Antonio Luna, Arturo Souto y Vicente Salas Viu, aunque son sobre todo Teresa León y Rafael Alberti los que asumen un mayor papel en la coordinación de la revista. El poeta gaditano publicó en El Mono su Romancero General de la Guerra Civil Española, que luego se editará durante su exilio en Buenos Aires en 1944. También tenía Alberti en la revista una sección titulada A Paseo, en la que se criticaba con dureza a aquellos otros escritores e intelectuales que no comulgaban con el gobierno del Frente Popular, al que la Alianza prestó entusiasta adhesión con un manifiesto publicado en el diario El Sol el 26 de julio de 1936.


Podría haber sido esa sección la más idónea para publicar el primero de los artículos que contra Unamuno se imprimió en la revista como consecuencia del apoyo de este a los generales sublevados contra el gobierno constitucional, pero como ese artículo no lo firmó el poeta gaditano sino el escritor Armando Bazán, la breve crítica apareció como artículo de opinión sin sección propia en el primer número de la revista. Don Miguel había sido cesado  por el presidente Manuel Azaña un mes antes, el 23 de julio, como rector vitalicio de la Universidad de Salamanca "por haberse sumado de modo público a la facción armada y por falta de lealtad a la República".

Bazán afirma en la primeras líneas de su artículo que Unamuno estaba disparando sus fuegos desde la trinchera enemiga y que "la voz que muchos creían excelsa se ha puesto a tono con la del ebrio Queipo de Llano, con la de Mola y la del patriota Franco, que nos envía cábilas para civilizarnos". El firmante sostiene a continuación que después de haber mantenido en el más completo engaño a todo el mundo del pensamiento, "Unamuno nos ha descubierto la mezquindad de su espíritu. Tenía dotes excepcionales, dotes verdaderamente geniales de gran impostor. Se hacía considerar como un cristiano inmaculado, como un abanderado de la libertad, como un pionero del perfeccionamiento humano. Y su juego no fallaba nunca- Este hombre -prosigue-, maculado por el vicio de un orgullo satánico, de un egocentrismo feroz, paseaba ante el mundo una albeante testa de apostol venerable".

Según el articulista, don Miguel usaba desde hacía tiempo trucos de malabarista y "el marxismo nos enseñaba a gritos que la obra de Unamuno estaba toda ella alimentada de sangre reaccionaria". La voz y el pensamiento del escritor vasco representaban, a juicio de Bazán, "una España decadente y moribunda que en sus espasmos de muerte desgarraría la entraña de la joven España que trae una aurora nueva para el mundo en la frente. No hemos tenidos que esperar  mucho tiempo -concluye el artículo-  para ver con nuestros propios ojos el hundimiento de Unamuno en medio de un mundo de generales, de obispos y terratenientes".


 
Quien se va a extender más en sus críticas y lo hará de un modo mucho más incisivo en la misma publicación será el escritor nacido en Kiev (actual Ucrania) Ilyá Ehrenburg (1891-1967), que tuvo un papel muy activo en el Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura celebrado en París, Barcelona y Valencia en 1937 y que había escrito precisamente con Armando Bazán un libro sobre Unamuno y el marxismo, publicado por la editorial Pueyo. Ehrenburg se había encariñado con España a raíz de su primer viaje en 1931, sobre cuya experiencia escribió España. República de trabajadores. Volvería a nuestro país a finales de septiembre de 1937 como corresponsal del diario Izvestia, un mes más tarde de que se publicara su carta abierta a Miguel de Unamuno en el diario Pravda. El Mono Azul la dio a conocer en su número 4, fechado
el 14 de septiembre, sin que se sepa si don Miguel tuvo noticia del artículo -podría haber sido así, aunque fuera de oídas- antes de que, como rector vitalicio repuesto por el general Franco, se enfrentara al general Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre con su bien conocido discurso del "venceréis pero no convenceréis", admirablemente escenificado por Alejandro Amenábar en su film Mientras dure la guerra, actualmente en cartelera*.


Ehrenburg inicia su carta dirigiéndose a Miguel de Unamuno como profesor de Universidad, ex revolucionario y ex poeta, así como colaborador del general Mola, y le plantea su misiva como una charla entre escritor y escritor. A continuación se refiere a su estancia hace cinco años, con motivo de su primer viaje por el país, en un pueblo de la depauperada y atrasada comarca de Sanabria (Zamora), en donde fue testigo de los campesinos "martirizados por el hambre". Allí leyó Ehrenbug, en el libro de firmas de un restaurante turístico que había al lado del lago, un texto de don Miguel glosando la belleza imponente del paisaje, lo que le da motivo para reprochar a don Miguel que no hubiese reparado antes "en los ojos de las mujeres que apretaban contra su pecho a los hijos medios muertos de hambre y en los campesinos que comían algarrobas y cortezas".

A continuación, Ehrenburg reprocha al destinatario de su misiva que escribiera artículos profundamente estéticos en los periódicos de gran tirada, citando como ejemplo una investigación filológica de cien renglones sobre la palabra "hambre", las diferencias entre el apetito del hombre del Sur y el del Norte, o cómo el hambre descrita por Hamsum difiere del hambre descrita por Quevedo. "Se lavaba usted las manos: no quería estar ni con los hambrientos ni con los que les alimentaban con el plomo de las balas", afirma Ehrenburg. 

Creo que el resto de la carta merece su transcripción literal, sobre todo si se considera que algo de su contenido podría haberle llegado  a Unamuno en Salamanca, antes de su histórica alocución en el paraninfo de la Universidad  y casi al tiempo que se sucedían en aquella ciudad los asesinatos por parte de los militares sublevados de sus mejores amigos, el pastor protestante Atilano Coco y el alcalde republicano Casto Prieto Carrasco:


"Han pasado cinco años [desde 1931]. Lo más bajo de España: verdugos, herederos de los inquisidores, carlistas dementes, ladrones como March, han declarado la guerra al pueblo español. En Sanabria cayó en poder de los bandidos el general Caminero, leal al pueblo [Juan García y Gómez Caminero, 1871-1937]. Los malaventurados campesinos de Sanabria habían huido al monte. Con armas de caza bajaron contra las ametralladoras. ¿Qué hizo usted, poeta, enamorado de la tragedia española? De la cartera donde guardaba los honorarios de las elucubraciones poéticas sobre el hambre sacó usted, con la esplendidez de un verdadero hidalgo, cinco mil pesetas para los asesinos de su pueblo [se refiere a la donación que Unamuno hizo a la causa de los sublevados].
Dice usted: «Me indigna la crueldad de los bárbaros revolucionarios». Y lo escribe usted en la ciudad de Salamanca. De seguro pasea usted con frecuencia bajo los soportales de la Plaza Mayor. La plaza es preciosa y usted ha sido siempre un enamorado del estilo Renacimiento español. ¿No ha visto usted, paseando por la plaza, el cuerpo del diputado Manso [José Andrés y Manso (Salamanca, 1896-La Orbada, 1936), maestro, abogado y diputado, aseinado junto a Casto Priteo Carrasco), que los nuevos amigos de usted han ahorcado para defender la cultura de los bárbaros? Las columnas obreras han ocupado Pozoblanco. Han hecho doscientos prisioneros de la Guardia civil. No han dado muerte ni a uno solo de ellos. En Baena los blancos rociaron de bencina y quemaron vivos a diecinueve campesinos inermes. El diputado por Córdoba Antonio Jaén, que manda los obreros que sitian Córdoba, se ha dirigido por radio al que fué su amigo, el general Cascajo, que lucha ahora al lado de los rebeldes. «Si no te rindes serás responsable de la suerte de una ciudad tan querida, de miles de vidas humanas, de los monumentos artísticos de Córdoba»; éstas han sido las palabras de Jaén. Y Cascajo ha contestado: «Te aconsejo, Jaén, que no vengas hacia Córdoba, porque tengo en mis manos a dos hermanos tuyos.»
Usted, Unamuno, ha escrito mucho sobre la hidalguía española. Sí, yo me inclino reverente ante la hidalguía del pueblo español; pero no son los verdugos de Salamanca sus herederos, sino los trabajadores de Madrid, los pescadores de Málaga, los mineros de Oviedo.
Quiere usted mantener la tradición artística de España. También la mantienen los obreros, que han salvado del fuego centenares de cuadros y de imágenes de las iglesias que los fascistas habían convertido en fortalezas.
Estuve en Oviedo esta primavera. Ya en octubre de 1934 habían demostrado los amigos de usted cómo aprecian los monumentos de su patria. Habían colocado ametralladoras en el campanario de una catedral gótica. Ahora han convertido la Alhambra en una fortaleza. Su mecenas, el general Franco, ha declarado que está dispuesto a destruir media España con tal de vencer. El probo general, en su modestia, no quiere disgustarle. En realidad, está decidido a terminar con España entera con tal de derrotar a su pueblo.
Dice usted que el mísero y el analfabeto hablan con entusiasmo de Rusia. «No pueden saber lo que es Rusia, cuando no conocen ni su propio país.» Sí, tiene usted razón; en su país hay muchos analfabetos. ¿Y quién tiene la culpa de ello, sino los generales, los curas y los banqueros, que han reinado siglos y siglos en España? Cuando España ha despertado, cuando ha sentido deseos de saber, cuando el obrero ha tenido en sus manos un libro, cuando los campesinos han exigido escuelas, jesuitas y espadones se han decidido a ametrallar a su pueblo desde aviones italianos y alemanes. Cuando se tomó Tolosa, los blancos se apresuraron a sacar todos los libros de la biblioteca pública para quemarlos solemnemente en la Plaza Mayor. Donante generoso, sus cinco mil pesetas no son para escuelas, sino para hogueras. Pero esté usted tranquilo, que Dios se las devolverá centuplicadas. Sus ejercicios filosóficos sobre el hambre serán seguramente traducidos ahora al alemán.
Se sonríe usted del «mísero» campesino que habla de Moscú. De seguro que no sabe cómo viven las gentes en mi patria, no conoce sus ciudades ni sus ríos. Pero sabe una cosa, y es que en Moscú no hay más generales Franco, ni verdugos como los de Salamanca, ni escritores que puedan burlarse del hambre. Por esto repite con entusiasmo el nombre de Moscú. Y a España la conoce mejor que usted, Unamuno. Es posible que no se haya fijado en la línea de alguna colina. Pero sabe por sí mismo lo que es el hambre, lo que es la lucha y lo que es la dignidad.
De pronto se ha puesto usted a hablar con palabras vulgares, al alcance de todos. Ha dejado usted de razonar sobre raíces y sufijos. Bendice usted a los verdugos y afirma usted que están «defendiendo la cultura». En España estaba un colega de usted, el viejo escritor Pío Baroja. No era, ni mucho menos, un revolucionario. Como usted, no tenía simpatías por los marxistas. Cuando le pregunté por qué no había ido al Congreso de escritores para la defensa de la cultura, me contestó que no quería ocuparse de política. Ha caído en manos de los amigos de usted: querían que diera su bendición a los carlistas, asesinos de obreros. Pío Baroja ha contestado: «No.» ¿No ha enrojecido usted de vergüenza al oír esta contestación? Sus amigos han arrastrado a Pío Baroja por las calles. Le gritaban: ¡Perro! Querían fusilarle, ¿Verdad, Unamuno, que han defendido valientemente la cultura? [Se está refiriendo a la detención de Baroja por parte de los requetés el 23 de julio de 1936, cerca de su localidad natal, Vera de Bidasoa].

Unamuno en la Plaza Mayor con los militares golpistas
 
Los escritores de España no van por vuestro camino. El poeta Antonio Machado, lírico y filósofo, digno heredero del gran Jorge Manrique, está con el pueblo y no con los verdugos. El filósofo Ortega y Gasset, que había vacilado mucho, ha vuelto la espalda a los bandidos en esta hora decisiva. Ramón Gómez de la Serna ha declarado que está dispuesto a luchar al lado del pueblo. El joven poeta Rafael Alberti, al que unos campesinos libraron de la horca de los «defensores de la cultura», lucha valientemente contra los de galones de oro. Los escritores se apartan de usted, y se ha quedado usted con los civiles, que en otro tiempo le llevaban a la cárcel y que ahora estrechan la mano del fascista Unamuno.
Decía usted antes: «No han hecho nuestros abuelos a España con la espada, sino con la palabra.» Defendía usted, su derecho a la neutralidad. Pero ha llegado un día en que ha entregado usted para espadas el dinero que le dieron las palabras. Yo soy también escritor; pero sé que los hombres conquistan la felicidad con palabras y con armas. No nos escondemos tras un razonamiento poético; hemos escogido nuestro lugar. Ya no hay en la lucha escritores «neutrales». El que no está con el pueblo, está contra él; el que habla hoy de arte puro pondrá mañana monedas en la mano ensangrentada de un general. El odio necesita alimento, como el amor. Su ejemplo, Unamuno, no se perderá.
Recomienda usted al presidente Azaña que ponga fin a su vida [era mucha la animadversión que Unamuno le tenía a don Manuel]. El presidente Azaña está en su puesto, como todo el pueblo español, como las muchachas de Barcelona, como los ancianos de Andalucía. No le diré a usted, Unamuno, que se suicide para corregir así una página de la historia literaria española. Se suicidó usted ya el día en que entró al servicio del general Mola. Se parece usted físicamente a Don Quijote y quiso hacer su papel: desterrado, sentado en La Rotonde [café de París en donde se reunía con otros exiliados durante la dictadura de Primo de Rivera], encaminaba usted a los chicos españoles a la lucha contra los generales y los jesuitas. Ahora matan a aquellos chicos con balas que permite comprar su dinero. No, no es usted un Don Quijote, ni siquiera un Sancho Panza [esto posiblemente fuera lo que más hiriera a don Miguel, autor de Vida de don Quijote y Sancho, a quien Antonio Machado calificó en un poema de donquijotesco]; es usted uno de aquellos viejos sin alma, enamorados de sí mismos, que sentados en su castillo veían cómo sus fieles servidores azotaban al malaventurado caballero".

*La película de Amenábar puede convertirse en la más taquillera sobre la Guerra de España, al coincidir su incuestionable calidad cinematográfica con la necesidad de conocimiento de nuestra memoria histórica, del que la sociedad española sigue estando huérfano, por aquello de un olvido de todos para todos, que decía Arzalluz en la purísima Transición. Hasta el pasado domingo, Mientras dure la guerra  llevaba recaudados 3,2 millones de euros, 1,3 millones del 4 al 6 de octubre. El segundo fin de semana aumentó un 8% la taquilla con respecto al anterior. Ha obtenido estos resultados coincidiendo con el estreno de un blockbuster multinacional como Joker, que ha liderado la taquilla este fin de semana (4,4 millones de euros). Hay mucha memoria histórica esperando ser contada con dignidad y calidad en nuestro cine. Sin ir más lejos, la vida y obra de Antonio Machado y su penosa fin de trayecto en su camino hacia el exilio y la muerte, entre miles de compatriotas. ¿Es que a ninguno de nuestros directores le seduce esta historia sobre uno de nuestros poetas mayores?".

*Artículo publicado hoy también en elsaltodiario.com

                  DdA, XV/4302              

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