
Es de recordar que del total de 59 generales de brigada en 1936, 42 se
mantuvieron fieles a la segunda República y 17 se sublevaron contra
ella, sin que nuestra democracia borbónica haya tenido en cuenta hasta
la fecha un homenaje de reconocimiento a los primeros por su compromiso
con la legalidad constitucional, a la que algunos defendieron con su
vida. Súmense a estos, muchos otros militares de alta graduación como el teniente coronel José Gallego Aragüés, del que aquí se habla, el mismo que declaró ante el consejo de guerra que lo condenó a muerte lo que sigue y por lo que merece memoria, honor y reconocimiento:
"El 19 de julio de 1936 el español solo tenía una representación: la de los poderes de la República a los que he tributado toda fidelidad...De rebelión no podéis acusarme, en mi conciencia no cruza la más leve sombra de esa responsabilidad; yo no soy ése...Me siento un combatiente que, rezumando devoción a España, ha sido vencido y es prisionero de guerra en vuestras manos, dictad sentencia...”
"El 19 de julio de 1936 el español solo tenía una representación: la de los poderes de la República a los que he tributado toda fidelidad...De rebelión no podéis acusarme, en mi conciencia no cruza la más leve sombra de esa responsabilidad; yo no soy ése...Me siento un combatiente que, rezumando devoción a España, ha sido vencido y es prisionero de guerra en vuestras manos, dictad sentencia...”
José
Gállego Aragüés nació en Aragüés del Puerto, Huesca, en 1893, y como
otros oficiales españoles de la época se formó en la Academia de
Infantería de Toledo. En 1913 se incorporó al Regimiento de Infantería
Galicia nº 19 en Larache (Marruecos). Ascendido al grado de Teniente
formó parte de la Policía Indígena integrada en el Grupo de Regulares
n.º 4 hasta 1917. Tras el Desastre de Annual fue ascendido a Capitán. En
1924 fue destinado al Regimiento de Infantería «Saboya» n.º 6 de
Madrid. Durante la
sublevación militar de 1936 se encontraba de permiso en Gijón, de donde
era oriunda su mujer. Se puso a las órdenes del Comité de Guerra, y se
le asignó la comandancia militar de Gijón. Logró tomar los cuarteles de
Zapadores y Simancas de Gijón, acabando con toda resistencia el día 21
de agosto.
Al día siguiente, Gállego ya se había
integrado en la Comandancia del Frente Occidental, para detener el
avance de las columnas gallegas en la zona de La Espina.El
comunista Juan Ambou, al frente del Departamento de Guerra del Consejo
Provincial del Frente Popular destacó su lealtad a la legalidad
republicana así como sus dotes de mando: “Al comandante Gállego le
preocupaba cómo había de conducirse la guerra. Describía la función del
cabo en relación con los soldados de su escuadra, humana, política, muy
inteligente. Gállego escribió como organizar a los grupos y las columnas
mientras no se llegara a la militarización regular, e instrucciones
tácticas para el combate para uso de los jefes de grupo y columna:
ocupar el objetivo con la debida protección y apoyo; mantener el enlace
con los grupos o columnas de los costados y retaguardia; impedir que las
retiradas se convirtieran en desbandadas; condenar los rumores acerca
de la supuesta inferioridad del enemigo, y lo que pueda ir en detrimento
de la moral del combatiente republicano.
Fue destinado a Santander, donde
convirtió a las milicias en tropas regulares. En febrero de 1937, las
fuerzas republicanas lanzaron una ofensiva para cerrar el pasillo
Grado-Oviedo y tomar la capital asturiana. Gállego, ya teniente coronel,
se incorporó a la ofensiva al mando de la brigada de Santander.
Avanzada la contienda ostentaría el mando de la 2.ª División
santanderina, y posteriormente del XVI Cuerpo de Ejército. En julio de
1937 sería nombrado jefe del Estado Mayor del Ejército de Euzkadi.
Julián Zugazagoitia, tal y como recogen
Gutiérrez y Gudín cuentan de él: “Apasionado por su oficio, le atribuía
un sentido profundo que no era frecuente. Su concepción de la guerra
chocaba con la de sus superiores y la de sus subalternos. Con orgullo
español, se afirmaba en una lealtad profunda, que se sentía interpretada
en los discursos de Azaña. Su personalidad estaba como desterrada por
las carreras improvisadas, no gustaba de ser confundido con los que, de
una a otra exigencia, hicieron mercancía del oficio y papel de renta de
la lealtad. Quienes trabajaron a su lado, compartiendo los riesgos de
los combates y las pausas de los intermedios, no olvidan su recuerdo ni
sus lecciones de moral.”
Ante el avance rebelde y el fin
inevitable del Frente Norte, Gállego tuvo oportunidad de abandonar
Santander en los buques de guerra del puerto, pero no lo hizo. Al
contrario, trató de retirarse a Asturias con sus hombres, cayendo
prisionero de las fascistas Navarros en Cabuérniga el 1 de septiembre de
1937. Tras pasar por la Prisión Provincial de Santander, se le trasladó
a la de Bilbao. Su cautiverio duró 8 meses. En la declaración ante
consejo de guerra en Santander en noviembre de 1937, publicada en La
Nueva España el 1 de diciembre de 2002 Gállego afirmó:
—“...No haber pertenecido
jamás a ninguna agrupación sindical ni política..he puesto freno a
cualquier brutalidad estúpida de las que en la guerra se producen..me
prometí servir esa redención justa de sus afanes para las masas
proletarias..España no se ha apartado un momento de mi juicio a la que
he servido con la mejor eficacia..la lealtad es de rango muy superior a
la traición y he prestado con toda generosidad y devoción, sin ninguna
clase de reserva la lealtad de mis servicios a la República...El 19 de
julio de 1936 el español solo tenía una representación: la de los
poderes de la República a los que he tributado toda fidelidad...De
rebelión no podéis acusarme, en mi conciencia no cruza la más leve
sombra de esa responsabilidad; yo no soy ése.. Me siento un combatiente
que, rezumando devoción a España, ha sido vencido y es prisionero de
guerra en vuestras manos, dictad sentencia..”
Fue condenado a muerte por dos consejos
de guerra, y fusilado el 28 de mayo de 1938, en el cementerio bilbaíno
de Vistalegre. Decía Juan Ambou: “Durante su cautiverio conservó
alta su moral, y lo que es más importante: mantuvo hasta los últimos
momentos una lealtad intachable al régimen republicano y a la nación”.
Documentación: Wikipedia. Historia Desterrada. La Nueva España (Javier Rodríguez Muñoz)
DdA, XV/4264
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