viernes, 16 de agosto de 2019

TERESA ALONSO: DE GUERNICA A LETONIA, POR AMOR

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 Tiene razón Ángel: no es para un post esa vida, sino para una charla larga, detenida, que nos permita escuchar todo lo que lleva dentro Teresa Alonso, esa mujer de 94 años cuya memoria se inició con la tragedia de Guernica en 1937 y discurrió por la URSS en guerra hasta la España de la dictadura en los años cincuenta. Vidas como la suya son muy ricas para enseñarnos a vivir y deberían ser una asignatura de vida para ilustración de los más jóvenes:

 Ángel Petisme

Los héroes no vuelan aunque muchos con sus obras y su ejemplo, nos permiten levantarnos unos centímetros del fango. Es el caso de Teresa Alonso, 94 años. En 1937, cuando se dirigía con una amiga a Gernika para comprar carne de caballo, contempló desde una colina el bombardeo y la ciudad en llamas. Fue evacuada a la URSS con 12 años; en el barco conoció a Ignacio, tres años más que ella, que sería su gran amor. Se dedicó a recoger cadáveres y apagar bombas incendiarias en el cerco de Leningrado, a 40º bajo cero. Allí un obús la estampó contra un muro y le produjo una lesión de espalda de la que aún se recupera tras decenas de operaciones. Consiguió escapar de la ciudad sitiada atravesando las montañas del Cáucaso, comiendo hierbas, sopas de suelas de zapato y correas de cuero.
En Georgia la intentaron violar, huyó. Fue adoptada por una familia armenia. Regresó a Moscú para buscar a Ignacio. Su amor de Eibar, que era piloto del ejército ruso, fue abatido en 1944, con apenas 20 años, en Letonia y se disparó en la sien cuando los colaboracionistas nazis iban a apresarle. Entonces enloqueció y fue internada con camisa de fuerza. "Todos los días venía a visitarme Vicente [Carrión], el teniente coronel más joven del Ejército ruso. Nos casamos y me quedé embarazada. Pero yo no estaba enamorada y él se buscó a otras. Volví a España con mi hija en 1956".
Vigilada por la policía y la CIA para sonsacarle información, trabajó de todo lo que pudo para pagarle el internado a su hija, durmiendo debajo de una escalera...
Me detengo aquí porque una vida tan larga e intensa como la suya no puede resumirse en un post. Ahora Teresa vive sola. Es mi vecina, nos separan apenas cuatro minutos de distancia. Es una anciana cariñosa, llena de amor y perdón. Le gusta abrazar y besar. (Los huérfanos de madre e hija sabemos lo que es eso). A las siete de la mañana ya está nadando un par de horas en una piscina cercana, por su lesión de espalda.
Sueña con ir a visitar la tumba de Ignacio, su gran amor, que está enterrado en el cementerio de Mustvee, al este de Letonia. Y los sueños de una mujer así, que ha sobrevivido a dos guerras y a todo el odio del mundo, hay que cumplirlos.


DdA, XV/4248

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