martes, 27 de agosto de 2019

GIJÓN Y CÁCERES: HACER MEMORIA O NO HACERLA DE LOS LUGARES DE LA MEMORIA


Félix Población

La noticia la publicó el diario El Comercio en su edición de ayer: El Ayuntamiento de Gijón tiene previsto recuperar en breve, una vez desalojados por las urnas los gobiernos de la derecha, nuevos espacios expositivos relacionados con la memoria democrática. Se trata del gran refugio antiaéreo de Cimavilla y las casamatas del cerro de Santa Catalina en ese mismo barrio, origen de la ciudad. 

El primero dispone de una red de túneles de algo más de 500 metros cuadrados de espacio, con capacidad para unas 1.200 personas. Este era solo uno de los 193 refugios antiaéreos con los que contaba Gijón, bombardeada durante la guerra por la aviación de la Legión Cóndor y desde el mar por el crucero Almirante Cervera. Las casamatas datan de 1904 y fueron construidas para defender con la artillería la bahía de San Lorenzo. Hasta ahora eran utilizadas como almacén para los servicios municipales. Ha sido la asociación vecinal Cimavilla la que ha insistido durante veinte años para que se reconviertas los 620 metros cuadrados de las casamatas en ámbitos museísticos. 

En el acuerdo de gobierno  suscrito por el PSOE e Izquierda Unida se tiene previsto instalar allí un Aula de Memoria, al tiempo que otras dedicadas a la la investigación, difusión y reconocimiento de las víctimas de la guerra civil y la dictadura franquista. Así se expondrán por fin los carteles de los bombardeos facciosos, con los daños y víctimas que causaron en la ciudad desde agosto de 1936 a octubre del año siguiente en que la ciudad fue ocupada por las tropas golpistas. Esa cartelería permaneció guardada durante los últimos gobiernos municipales en un almacén, no fuera a ser que la verdad de la historia -que afectó por igual a todos los gijoneses sin distinción de ideologías- molestara a la ideología simpatizante con el viejo régimen.


Ignoro, a propósito de esta noticia, la suerte que le aguarda a la vieja cárcel de Cáceres, cerrada hace diez años y proyectada en su día por el alcalde republicano de la ciudad Antonio Canales, internado luego en una de sus celdas y fusilado por los sublevados durate la Guerra de España. Las asociaciones memorialistas instan a la Junta de Extremadura a que la antigua prisión sea declarada Bien de Interés Cultural y pueda ser habilitada como centro cultural y lugar de la memoria. 

Se trata de uno de los mayores referentes de la resistencia antifranquista, por detrás del penal de Burgos. Hasta esa cárcel llegaron políticos, intelectuales y una gran diversidad de republicanos procedentes de todo el país, que mantuvieron en su interior una intensa vida cultural e ideológica, en la que no fataban todo tipo debates de uno u otro carácter. Se contaron hasta 2.500 presos durante la dictadura franquista, cuando en principio el penal estaba previsto para 350. Su historia es otra de esas historias para las que contar con el escenario sería de suma utilidad para que su memoria no cayera en el olvido.

Es de recordar que en Extremadura ya se hizo la gran tropelía de derribar en 1998 -bajo la presidencia de Rodríguez Ibarra- la plaza de toros de Badajoz, lugar de la mayor de las masacres perpetradas por las tropas sublevadas en agosto de 1936 (La masacre de Badajoz y el vacío de la memoria, 83 años después). Los lugares de la memoria  que siguen en pie deberían servir para educar nuestra memoria democrática y no para lo contrario. Cada vez nos está haciendo más falta hacerlo.

PS. Después de más de veinte años de gobiernos del PSOE, Pedro Sánchez promete enseñar Memoria Histórica en los colegios. Hace un año prometió desalojar en doce meses los restos mortales del dictador de su santo sepulcro y seguimos esperando. 

                 DdA, XV/4259                     

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