La placa con los nombres de las ocho mujeres republicanas fusiladas por el franquismo en Gijón fue colocada en el verano de 2017 en una de las zonas verdes de la plaza de Europa, frente el museo del pintor Nicanor Piñole, vecino de la misma. Hace un par de días, el vandalismo sectario de quienes condenan la memoria democrática de este país pretendió eliminar esa referencia, ubicada en el corazón de la ciudad para que nunca más una dictadura acabe con los derechos y libertades conquistados con la segunda República española.
La historiadora Enriqueta Ortega, impulsora de la colocación de la
primera placa que recordaba a las mujeres represaliadas durante la
guerra civil y la dictadura, dio la voz de alarma al ver que la tierra
de la base estaba removida, «en un claro intento de arancarla que ha
afectado a su estabilidad», como denuncian desde el grupo municipal de
Podemos-Equo. Desde aquí, aparte de condenar este atenado contra la memoria de las ocho mujeres asesinadas, solo nos cabe reiterar lo escrito hace dos años, cuando se decidió la instalación de ese hito memorialista. Porque esa memoria siempre ha de prevalecer por más que pretendan combatirla con acciones como esta, definitoria del tipo de individuos que las ejecutan.
Félix Población
A propuesta de grupo municipal Xixón sí puede,
el Ayuntamiento de la ciudad ha decidido colocar una lápida de homenaje
y recuerdo a las ocho mujeres republicanas que fueron fusiladas por el
franquismo, tal como consta en el libro de la historiadora María
Enriqueta Ortega Valcárcel La represión franquista en Asturias. Ejecutados y fallecidos en la prisión de El Coto (1937-1949).
Han tenido que pasar casi cuarenta años desde la Constitución de 1978 y
más de veinte desde la publicación del citado libro (1994), para que el
Ayuntamiento gijonés -tanto tiempo gobernado por el Partido Socialista-
homenajeara, entre otras víctimas, a quienes formaron parte de sus
filas.
La
lápida tendrá su emplazamiento en las inmediaciones del actual Museo
Nicanor Piñole, sede en el pasado de la escula Asilo Pola, por haber
sido una de las mujeres fusiladas directora de ese centro durante la
guerra. Se trata de Eladia García Palacios, maestra de profesión, integrante
de
la Asociación de Trabajadores de la Enseñanza de la UGT y afiliada a la
Agrupación Socialista (AS) de Gijón desde 1933. A partir del
21 de julio de 1936 ejerció como cocinera en la UGT, pasando a
colaborar a después con la delegación de Instrucción Pública del Comité
de Guerra
en la requisa de edificios religiosos para la organización de grupos
escolares. En septiembre de ese año se hizo cargo del orfanato de niñas
de la Fundación Pola y fue directora del Patronato San José. Formó parte
de la última Comisión Ejecutiva de la AS de Gijón como secretaria
femenina.
A
la caída de Asturias en 1937, con la entrada de las tropas facciosas en
Gijón en el mes de octubre, fue condenada a muerte en uno de los
primeros consejos de guerra celebrados en el salón de actos del
Instituto Jovellanos, donde muchos años después asistimos sus alumnos a
los ejercicios espirituales nacional-católicos y a las pelis de El Gordo
y El Flaco. Se la acusó de haber expulsado a las monjas del Asilo Pola,
de realizar una labor perniciosa y criminal con las niñas, familiarizándolas con las ideas de libertad y emancipación, al tiempo que escarnecía a las autoridades y órdenes religiosas. También, de inculcar
el odio al fascismo, efectuar lecturas diarias de formas asquerosas y
llevar a las niñas a actos políticos en que ella actuaba. Eladia había organizado las expediciones de niños que fueron evacuados a la URSS, fue colaboradora del diario socialista Avance que dirigía javier Bueno y gozaba -segun la sentencia- de gran ascendiente en el Frente Popular,
además de tener amistad con la familia de Belarmino Tomás. Fue
ejecutada el 29 de diciembre de 1937, mientras que a su hermana Aurora,
de 38 años y sastra de profesión, se le conmutó la pena capital por la
de reclusión perpétua.
Además
de Eladia García Palacios, fueron pasadas por las armas en el
transcurso de la guerra: Ana Orejas, de 23 años, empleada de hogar,
afiliada al Partido Socialista y enfermera durante el conflicto armado.
Se la ejecutó el 9 de noviembre de 1937, junto a trece hombres, según
documenta Marcelino Laruelo Roa, que gracias al testimonio del fraile
que asistía a las víctimas especifica que eran cinco los disparos
ejecutados: dos en la cabeza y tres en el corazón.
Teresa
Santianes Giménez, hospitalizada desde el 5 de noviembre de 1937, fue
fusilada también con 23 años, junto a cuatro hombres, el 21 de
diciembre, pocas fechas antes de la noche de amor, noche de paz.
Anita
Vázquez Barrancúa, de 27 años, natural de Avilés, militante del Partido
Comunista y del Socorro Rojo Internacional, voluntaria en el frente de
combate en el Batallón Máximo Gorki. Se la ejecutó el 16 de enero de
1938, un día en el que, junto a su sangre, quedó sobre la nieve las de
otros veinte cadáveres de hombres.
Belarmina
Suárez Muñiz, de 29 años, soltera, natural de Bocines (concejo de
Gozón), acusada de ser militante de UGT y del Socorro Rojo
Internacional, jefa de la cárcel de mujeres de Luanco. Ejecutada un día
antes que la anterior.
Máxima
Vallinas Fernández, de 42 años, viuda, natural de Villaviciosa y vecina
de Ribadesella, fusilada el 25 de junio de 1938 junto a veinte hombres.
Un
caso muy especial fue el de Juana Álvarez Molina, sin más delito que el
de ser esposa de Luis Laruelo, obrero de la fábrica de sombreros de La
Calzada, que había huido a Francia y era buscado por los propietarios de
la industria -la potentada familia Paquet-, pues Laruelo pertenecía al
sindicato El Fieltro, de la CNT, y había sido miembro de comité de
control que se incautó y dirigió la producción de la fábrica durante la
guerra. Cuenta Marcelino Laruelo que Juana, de 40 años de edad y madre
de siete hijos -con lo mayores en el frente como milicianos y los
pequeños de muy corta edad-, se aferró con tal fuerza a la barra del
autocar que la trasladaba al lugar de ejecución en el cementerio de
Ceares, que tuvieron que cortarle la mano con una bayoneta.
La
última mujer fusilada en Gijón fue Estefanía Cueto Puertas, natural
de Nueva de Llanes, con 40 años de edad,
soltera.Era modista de profesión y vivía en Sotrondio.
Pertenecía al PCE y decían de ella que
había participado en la Revolución de
Octubre del 34 y que había conseguido huir
y exiliarse en Rusia, de donde regresó en
Febrero
de 1936, tras la victoria electoral del
Frente Popular.
También afirmaban los que la condenaron a
morir
que durante la guerra había sido una de las
principales dirigentes comunistas y que
había
desempeñado la dirección de talleres
de costura en Sotrondio, en Nueva y Posada
de Llanes,
y en Pola de Siero. El día de su ejecución
se contaron veinte cadáveres. Fue el 29 de agosto de 1939, cuatro meses
después de que el dictador proclamase el fin de la guerra y casí dos
años más tarde de que entraran en Gijón sus banderas victoriosas al paso alegre de la paz.
Muy de agradecer que la nueva alcaldesa de Gijón, Ana González, haya actuado con suma diligencia para reparar de inmediato ese atentado a la memoria democrática. Sugeriría que el arraigo de la placa memorial en la tierra de la Plaza de Europa, corazón de la ciudad, fuera más consistente, en evitación de sucesivas y probables tropelías contra el mismo, de igual e inequívoco signo.
DdA, XV/4242
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