Alejandro Álvarez
Justo después de las elecciones generales se produjeron hechos y
declaraciones que indicaban con bastante claridad que el pacto
PSOE/UNIDAS PODEMOS no iba a ser posible (¿o quizás deberíamos decir
“no iba a ser permitido”?). Enseguida, los poderes económicos, por boca
de Ana Patricia Botín, dijeron públicamente que no era conveniente un
pacto del PSOE con Unidad Podemos y que sí era aconsejable un pacto de
Sánchez con Rivera.
Si la presidenta del Banco Santander se atrevió a
decirlo públicamente, podemos imaginar lo que le dijeron “fuera de
micrófonos” a Pedro Sánchez de forma directa y a través de “pagados”
como Felipe González, el vocero de las eléctricas que también hizo
públicas declaraciones en la línea de la señora Botín. La prueba de que
la orden de dinamitar ese posible acuerdo había sido dada fue el
comportamiento de los medios de comunicación cuyos dueños son bancos y
grandes empresarios. Tales medios, desde el minuto uno postelectoral,
pusieron en marcha la máquina que iba a impedir el acuerdo con Unidas
Podemos y, al tiempo, iba a facilitar a Sánchez el desenganche del
mismo. Lo hicieron con los instrumentos de siempre: por un lado,
desacreditando a Unidas Podemos mediante la repetición machacona de
mentiras, medias verdades o manipulaciones que transmitieran una imagen
negativa de ese fuerza (“radicalismo”, “en trance de desaparición”,
“pérdida de fuerza”, etc.); por otro, demonizando a su cabeza visible,
presentando la legítima pretensión de su fuerza política de llegar a un
gobierno de coalición como un empeño de egoísmo personal (“busca
sillones”, etc.), acusándolo de exigir “ser vicepresidente” en el
gobierno, algo que sabemos que es falso (como confirmó Pedro Sánchez);
además, los medios trataban de inocular en la mente de los ciudadanos la
idea de que Pablo Iglesias era “inflexible”, se situaba en “posiciones
maximalistas”, “no cedía”, etc., preparando así lo que Sánchez
necesitaba para la ruptura decretada de antemano: hacer culpable
Iglesias, favoreciendo así el evidente empeño del “régimen” de que
Unidas Podemos llegue, si no a desaparecer, lo cual es difícil porque
hay mucha gente que no cae en la trampa, sí al menos a disminuir su
fuerza para dejarlo sin capacidad para influir en la política del país.
Con esa premisa, todo el proceso de negociación fue solo un paripé cuyo final era previsible pues Sánchez (¿forzado por el poder económico? ¿Por propia convicción?) estuvo buscando la disculpa para justificar la ruptura de la negociación. Desde hace dos meses usaba el discurso del socio preferente pero su oferta consistía siempre (variaciones de la misma propuesta) en dejarlo fuera del gobierno o en que aceptase que entraran quienes decidiera él, Pedro Sánchez, y no Unidas Podemos, algo que nunca sucede en un gobierno de coalición, como demuestran los múltiples casos de gobiernos de coalición en Europa o en las comunidades autónomas y ayuntamientos en España. El PSOE quería decidir, contra toda lógica, el modelo de apoyo, cuando es el partido que apoya quien elige si el apoyo es desde fuera (porque no quiere responsabilizarse de “todas” las decisiones del gobierno) o participando en él (lo que le obliga a más concesiones, como ha hecho Unidas Podemos).
Con esa premisa, todo el proceso de negociación fue solo un paripé cuyo final era previsible pues Sánchez (¿forzado por el poder económico? ¿Por propia convicción?) estuvo buscando la disculpa para justificar la ruptura de la negociación. Desde hace dos meses usaba el discurso del socio preferente pero su oferta consistía siempre (variaciones de la misma propuesta) en dejarlo fuera del gobierno o en que aceptase que entraran quienes decidiera él, Pedro Sánchez, y no Unidas Podemos, algo que nunca sucede en un gobierno de coalición, como demuestran los múltiples casos de gobiernos de coalición en Europa o en las comunidades autónomas y ayuntamientos en España. El PSOE quería decidir, contra toda lógica, el modelo de apoyo, cuando es el partido que apoya quien elige si el apoyo es desde fuera (porque no quiere responsabilizarse de “todas” las decisiones del gobierno) o participando en él (lo que le obliga a más concesiones, como ha hecho Unidas Podemos).
En ambos casos
hay que llegar a acuerdos evidentemente, aunque distintos si es apoyo
externo a un conjunto de medidas pero no a otras (caso Portugal) o es de
coalición (que exigen mayor grado de concreción y ajuste, como se da en
muchos países europeos). La decisión es discutible en el ámbito de la
fuerza política que decide o no apoyar y cómo hacerlo, pero es a ella a
quien le toca decidirlo (acertando o equivocándose). Consultar a los
suyos para saber si prefieren una cosa u otra debería verse como algo
natural y positivo democráticamente. En efecto, la decisión de la
fórmula de apoyo es decisión del partido que pretende investir
presidente a alguien de otro partido. Pero nunca el partido apoyado
puede pretender imponer al que lo apoya un modelo y menos aún (porque
raya el insulto) impedir que este consulte a sus bases para decidirlo.
Contra toda lógica, Sánchez usa esa consulta como disculpa para romper
la negociación, lo que denota la decisión estaba ya tomada y se acoge a
eso porque no encuentra mejor causa. Las propuestas del PSOE (la misma
con variantes) estaban diseñadas como un trágala y pretendían provocar
la ruptura por parte de Pablo Iglesias, que sería así el culpable. Pero
como este, ante la persistencia de la posición de Sánchez, no rompe
sino que consulta a sus bases, sin dar por rota la negociación, el
presidente interino opta por la ruptura con esa disculpa tan endeble. La
salida en tromba de ministros contra Unidas Podemos y contra Pablo
Iglesias, dejando cerrada cualquier puerta a la negociación, pone de
manifiesto que el PSOE estaba buscando la fórmula para romper y usó esa a
falta de otra mejor.
La estrategia de dinamitar la posibilidad de acuerdo PSOE/UNIDAS PODEMOS siempre se complementó con otra destinada a forzar a Ciudadanos a que llegase a pactar con el PSOE un acuerdo de gobierno, resucitando incluso el acuerdo de 2015, de claro perfil neoliberal, acuerdo gestado entonces para presentarlo como un trágala a Podemos, con la clara intención de culpabilizarlo de que no hubiera un gobierno de progreso. El discurso del PSOE, que ha salido en tromba, es ahora el mismo y ya dijo varias veces Sánchez que Unidas Podemos va a coincidir con VOX (burdo pero real). Es la misma estrategia que usó antaño González con Anguita: “Si no votas lo que yo diga y votas en contra, coincides con el PP y eso es hacer la pinza con la derecha”.
La estrategia de dinamitar la posibilidad de acuerdo PSOE/UNIDAS PODEMOS siempre se complementó con otra destinada a forzar a Ciudadanos a que llegase a pactar con el PSOE un acuerdo de gobierno, resucitando incluso el acuerdo de 2015, de claro perfil neoliberal, acuerdo gestado entonces para presentarlo como un trágala a Podemos, con la clara intención de culpabilizarlo de que no hubiera un gobierno de progreso. El discurso del PSOE, que ha salido en tromba, es ahora el mismo y ya dijo varias veces Sánchez que Unidas Podemos va a coincidir con VOX (burdo pero real). Es la misma estrategia que usó antaño González con Anguita: “Si no votas lo que yo diga y votas en contra, coincides con el PP y eso es hacer la pinza con la derecha”.
Nada nuevo, nada sorprendente, la cantinela está escrita y se repite. La
estrategia de los medios para forzar a Ciudadanos a un acuerdo que
impidiera la entrada de Unidas Podemos en el gobierno les llevó a
recordarle a Rivera que esa era su función. En esta línea, la
presentadora de la Cadena SER, en el programa más escuchado de la radio
en nuestro país, llegó a decir, en una tertulia en la que se hablaba de
la estrategia del partido de Rivera, que este se estaba equivocando pues
“Ciudadanos no ha nacido para esto”, que en aquel contexto casi
podríamos traducirlo por algo así como: “Rivera, tu partido ha nacido
para impedir que Podemos y la izquierda real llegue a gobernar, así que
no te equivoques”.
El tiempo dirá si Rivera va a poder aspirar a algo
más que a la función instrumental que le han dado los que lo auparon,
pero podemos sospechar que, si se convierte en díscolo por culpa de sus
ambiciones personales, pronto recibirá el castigo del poder económico.
Si Sánchez, obediente a quienes se oponen a que Unidas Podemos gobierne,
termina convocando elecciones es posible que gobierne la derecha, pero
si los resultados se repitieran seguramente tendríamos un gobierno
PSOE-CIUDADANOS, justificado con el discurso de la responsabilidad por
España por parte de Rivera y con el de la culpabilidad de Iglesias por
parte de Sánchez, con el objetivo de seguir debilitando a esa fuerza
política. Volver a una estabilidad que garantice las políticas
neoliberales (y los privilegios de los ricos) colmaría las aspiraciones
del poder económico y de PP, C,s y PSOE. El régimen del 78 saldría
ganando y los currantes perdiendo. ¿Pero de eso trata toda esta
escenificación teatral, no?
DdA, XV/4231
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