sábado, 1 de junio de 2019

DE ALTARES Y PEDESTALES: LOS LÍDERES

Sonia Rodríguez

A veces aparecen personas que destacan, o son distintas, o diferentes o rompen la norma. Se les observa con lupa, se le somete a crítica y examen continuo, se les reclama el máximo en cualquier tarea emprendida, no se les permite el error, la duda o el desfallecimiento; se les exige sin ninguna concesión, ser perfectos siempre, en todo y para todo y cualquier mínima equivocación o variación del camino que se les presupone marcado determina nuestro rechazo o su fin. No son ídolos, son personas con defectos y virtudes que se atreven a cambiar las cosas y a mostrar sus opciones, no tanto para acertar o errar ni porque crean poseer la verdad absoluta sino para mostrarnos que no siempre lo establecido es lo mejor o lo correcto y para animarnos a reconocernos a nosotr@s mismos y a que nos otorguemos nuestro propio valor añadido sin menoscabar la pluralidad de nuestro entorno. No son líderes por si mismos ni por decisión propia, lo son porque nosotr@s les subimos a un pedestal muy alto por la novedad, por curiosidad, por interés, por necesidad, por esperanza o por ilusión, según el caso. No valoramos ni interiorizamos, ni siquiera comprendemos lo que supone la irrupción de esas personas diferentes y avanzadas y lo que generan sus actos, su alcance y trascendencia. Y, entonces, con la misma facilidad que les subimos a ese altar, les bajamos o les tiramos con más facilidad aun y sin ningún miramiento y sin molestarnos en comprender tampoco, los motivos que nos llevan a ese linchamiento, y peor aún, sin darnos siquiera cuenta de que no son nuestros motivos, que no son propios, que no sabemos utilizar nuestra libertad de pensamiento ni de criterio y, más tremendo todavía, es que no queremos aprender a hacerlo porque pensar, ser crítico, analizar, valorar, decidir y asumir es vinculante, cansado y requiere de ejercicios continuos de responsabilidad, de honestidad, de sensatez y de valentía. Y porque hay opciones más cómodas y tranquilas como ser conformista y manipulable, o aceptar que es más fácil criminalizar la autenticidad (que evidencia una sociedad en la que impera lo estático, el engaño y la mentira) que trabajar para avanzar, crecer y ser parte activa de un tejido más igualitario, tolerante y verdaderamente libre y consensuado. Creo que un porcentaje muy elevado de esta sociedad no está preparado para los cambios que producen este tipo de personas y ese miedo que genera el cambio y el temor a enfrentar consecuencias es el motivo de que lo mismo que nos lleva a admirarles y encumbrarles, nos lleva a rechazarles y derrocarles.

                        DdA, XV/4188                      

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