Si republico esta carta de mi estimado colega Paco Lobatón, no es sólo por la autenticidad y sentimiento que expresa en su carta Rosario, la madre del periodista, sino porque somos muchos los españoles de la generación de Paco que nos identificamos con lo que cuenta la firmante, entre los que se cuenta este Lazarillo, hijo del destierro. De esas historias de sobrevivencia a lo largo de dos décadas queda mucho por leer y saber, por eso es de agradecer a Lobatón que nos participe esa conmovedora página de su memoria sentimental. Mi gratitud por ello:
Paco Lobatón
Mi
madre, Rosario, y su presencia perenne se han reavivado hoy con el
hallazgo de una carta suya fechada en agosto de 1957. Por entonces ya
criaba a nueve de los diez hijos que alumbraría casi sin pausa y sin una
queja, que yo recuerde. La carta, sin embargo, revela hasta qué punto
llegó a sentirse atribulada como para tomar la decisión de escribirla
sin el consentimiento de su esposo- cosa impensable en aquellos tiempos-
y, a continuación, remitirla a la máxima autoridad del
Servicio Nacional de Cereales en el que trabajaba nuestro padre.
Después de más de una década ejerciendo como Jefe de Almacén en Silos de
casi toda Andalucía había participado, sin éxito, en un concurso para
conseguir su traslado a Jerez donde estaba la residencia familiar. Mi
madre debió percibir una oscura maniobra en aquella eliminación, pero se
abstuvo de pedir explicaciones y optó por redactar una súplica salida
directamente del corazón: El resultado adverso nos prodiga un hondísimo
pesar, desvanece nuestras ilusiones y provoca en desequilibrio familiar
en todos los órdenes. Y enfatiza más adelante: Pero si es grande esta
adversidad, no menor es la parte moral y educativa de los hijos sin la
presencia de su padre. ¿Sois padre? ¡No os faltará entonces un corazón
que comprenda mi desventura ! En la penúltima línea esboza la esperanza
en una resolución favorable a la vez que se disculpa : Perdonad si fui
demasiado expresiva, he dejado hablar mi corazón tan dolido. Rosario no
vio atendida su demanda. Ni siquiera hay constancia de que la leyera el
destinatario de aquella , D. Luis Cuní, por entonces Secretario General
del S.N.T. Con el silencio administrativo por toda respuesta, el
Servicio mantuvo alejado de su mujer y de sus diez hijos a nuestro
padre, Pedro, una década más. El 1 de Junio de 1967 la Secretaría
General tuvo a bien acceder a la petición de traslado al Silo del Puerto
de Santa María.
Una historia de supervivencia que evoco hoy sin otro ánimo que el de rendir homenaje en la figura de mi madre Rosario a todas las madres que han sido y son el soporte de nuestras vidas.
Una historia de supervivencia que evoco hoy sin otro ánimo que el de rendir homenaje en la figura de mi madre Rosario a todas las madres que han sido y son el soporte de nuestras vidas.
DdA, XV/4160
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