
Lazarillo
Más de una vez me he declarado en esta modesta bitácora rendido
admirador del lince ibérico, especie que por fortuna se ha recuperado en
el sur de nuestro país, sin que esté libre del peligro de los
atropellamientos en las carreteras andaluzas. Acabo de leer en el diario
El Comercio que se podría estudiar la reintroducción en Asturias del
lince boreal o europeo, desaparecido en aquella región hace más un siglo,
esto es, cuando lo abuelos de muchos de nosotros aún tenían la
posibilidad de verlo por bosques y brañas. Para algunos, la
reintroducción permitiría controlar -según leo- a los depredadores del
urogallo y potenciar el turismo a través del avistamiento de ejemplares.
Para el Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fapas), sin
embargo, esa medida sería inaceptable. Esta asociación indicó que «el
lince boreal es el carnívoro más esquivo de Europa junto con el glotón».
«Su reintroducción debería estar avalada por una estrategia de
conservación de la biodiversidad que, en este momento, no existe en
Asturias». Para Fapas, el lince boreal es un depredador que depende de
la captura de presas silvestres para sobrevivir y que el corzo es su
presa principal, especie que ha acusado un importante descenso
poblacional por la enfermedad narices de corzo. De llorar la ausencia
del lince boreal de los bosques de Asturias, hemos pasado a llorar que
no se puede reintroducir porque no lo permite el descendente número de
corzos. Cuánto se llora por allí arriba.
DdA, XV/4134
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