La
desigualdad crece y cada vez es más difícil que alguien nacido en la
clase baja pueda ser otra cosa que clase baja. Lo de no dejar a nadie en
la cuneta, que pregonan algunos sedicentes socialdemócratas que en
realidad son conservadores compasivos (lo digo por la parte del PSOE que
prefiere el PP a Sánchez), consiste en que los de abajo no pasen hambre y
no sean analfabetos. Y ya.
Enrique del Teso
La Voz de Asturias
Quienes se consideran a sí mismos
de derechas andan refalfiaos. Tienen tres partidos para elegir y los
tres les gustan. Todos los de derechas simpatizan con PP y C’s. Si hablan cinco minutos, dirán que lo de Vox
no es para tanto, pero si hablan diez ya admiten cuánto simpatizan con
esos muchachotes. Un banquete de buenas opciones. A los votantes de
derechas les pasa como a los entrenadores del Madrid y el Barça: tienen
tanto bueno donde elegir, que no saben a quién poner de titular. Los
votantes de izquierdas, en cambio, andan ayunos. Tienen dos opciones y
ninguna les gusta. No les gusta el PSOE
porque no es de fiar y a la hora de la verdad se derechiza y no se
atreve. Y no les gusta Podemos porque no da la talla. Pero las derechas
pueden perder. Ahora sus partidos solo gustan a los que dicen ser de
derechas y solo dicen ser de derechas los que son muy de derechas. Y
esos no son suficientes. Gregor Samsa un día descubrió con horror que
los demás no oían sus palabras como palabras, sino como el silbido
estridente y amplificado de un insecto. PP y C’s tanto imitaron a Vox
que para quienes no son muy de derechas sus palabras ya no se oyen como
palabras sino como alaridos cavernarios (manos manchadas de sangre,
felonías, traiciones, víctimas humilladas, patrias en peligro). Pero la
izquierda también puede perder. Sus votantes prefieren pasar hambre que
comer cualquier cosa y, como esos votantes son de pico muy delicado y
cualquier cosa es cualquier cosa para ellos, y como los líderes
izquierdistas la verdad es que son cualquier cosa, pues a los votantes
izquierdistas igual les da por no ir a votar o ir a votar graciosadas
(me callo). Así que pueden perder.
Las derechas están jugando al juego de la silla,
todo el rato corriendo nerviosos a la espera de que suene el silbato y,
para no ser el que se quede sin silla, están llenando de ruido de
desecho la vida pública. Y no solo porque se están disputando la silla.
Es que tienen que distraernos de lo que de verdad deberíamos ver y oír.
Casado dijo que va a bajar el salario mínimo. Luego dijo que eso era un
infundio (o un fake, como dicen en Aravaca), que él no había
dicho eso. Pero no era un infundio por dos razones. La primera,
sencillamente porque sí lo dijo y lo oímos todos. Y la segunda, porque
llevan oponiéndose a la subida del salario mínimo desde que se empezó a
hablar del tema. Lo dijo y no fue un lapsus. Casado y Rivera truenan
todos los días contra esos 900 euros. En Andalucía están quitando los
impuestos a las herencias millonarias y bajando los impuestos a los
ricos. Y sus propuestas son claras: bajar los impuestos a los ricos y
bajar el salario a los que menos cobran.
Pero hay más. También quieren privatizar la
enseñanza, es decir, entregársela a la Iglesia pagándola el Estado. Sonó
muy facha que Bolsonaro abriera una campaña para denunciar a los
profesores que dijeran cosas marxistas en clase (para Bolsonaro es
marxista no ir a misa). Aquí dice Casado que la Alta Inspección debe
castigar a quien adoctrine en clase. Es lo mismo y casi con las mismas
palabras. Y es el truco de imputar a los demás el vicio propio. Quieren
financiar la enseñanza privada y retirar fondos de la pública, porque la
privada está en manos de la Iglesia y quieren su adoctrinamiento. Ese
traslado de la condición propia al rival alcanza niveles grotescos
cuando habla la jerarquía eclesiástica en persona y no a través de sus
enviados (políticos) en la tierra. Se refiere a la enseñanza pública
como estatalizante y totalitaria y a la privada concertada como la
enseñanza libre. Qué gracia. Es la pública la que tiene obligación legal
de neutralidad ideológica y la privada la que tiene derecho legal de
tener un «ideario» (ideología monda y lironda). No son los
independentistas los más voraces de adoctrinamiento escolar.
Y quieren privatizar la sanidad, es decir, poner
nuestra salud en el mercado. ¿Saben por qué sube el precio de las
naranjas cuando escasean? Porque la escasez hace aumentar un poco la
ansiedad por conseguirlas y ese plus de ansiedad es detectado por el
ánimo de lucro de los dueños de la naranjas y suben el precio hasta
donde llegue la ansiedad del consumidor. ¿Se imaginan hasta dónde puede
llegar la ansiedad y correspondiente ánimo de lucro por curar la
apendicitis de su hija? Recordémoslo cuando oigamos eso de privatizar la
sanidad. Jesús Aguirre, Consejero de Salud andaluz, representó el
estereotipo casposo de gracioso con salero con el que se caricaturiza a
Andalucía y dice que la sanidad pública está «más tiesa que la mojama» y
que no va a tener a los pacientes con cataratas chocando con las
puertas (sic). Bertín Osborne debía estar doblado de risa en su casa, que es toda suya.
Y quieren privatizar nuestra vejez. Ya había dicho Felipe González
que las pensiones públicas se salvarían si la gente trabajaba hasta los
setenta y se hacía planes privados. Es decir, que las pensiones
públicas se salvarían si no se pagaban. Vox lo está pregonando y sacando
pecho. Entre las derechas hay discusiones sobre quién es más patriota
en Cataluña o sobre quién tiene más banderas. Pero no discuten de
cuestiones económicas y sociales. Ahí son iguales. Menos impuestos para
los ricos, menos salario mínimo, menos protección social y privatización
de servicios, es decir, entrega de lo básico al lucro.
Llevan años quitando derechos, renta y futuro. La
desigualdad crece y cada vez es más difícil que alguien nacido en la
clase baja pueda ser otra cosa que clase baja. Lo de no dejar a nadie en
la cuneta, que pregonan algunos sedicentes socialdemócratas que en
realidad son conservadores compasivos (lo digo por la parte del PSOE que
prefiere el PP a Sánchez) consiste en que los de abajo no pasen hambre y
no sean analfabetos. Y ya. La igualdad de oportunidades destruye
empleo, según parece. Pero lo que hay que recordar es cómo se consiguió
todo esto que nos están quitando y que ahora nuestras derechas quieren
rematar a cara descubierta. Me refiero a todo esto de tener derecho a
vacaciones; a trabajar ocho horas; a que los salarios no sean de
subsistencia; que el bienestar sea un derecho, pero no porque seamos
unos malcriados como dice el liberalismo, sino porque es la justa
participación en la riqueza nacional; que todos tengamos la misma
protección sanitaria y que la educación a la que todos pueden acceder
sea la máxima que se puede permitir el país. Todo esto no se consiguió
con mayorías políticas favorables, ni con debates, ni con consensos.
Todo esto se consiguió pelando. Las oligarquía nunca cedieron nada de
buen rollo. Siempre hubo que arrancarlo luchando. Según épocas y
situaciones, esas luchas fueron guerras o fueron huelgas o
manifestaciones o acampadas o movilizaciones sindicales. Ahora no hay
una Unión Soviética a la que temer. La tecnología permite que los ritmos
del dinero y el mercado desborden los períodos políticos en los que se
puede ejercer cualquier control popular. La misma tecnología hace que
los mercados sean inmateriales e inmediatos en cualquier parte. Por eso
los ricos quieren quitar lo que habían cedido.
Un jardín se forma trabajando la tierra. Y
desaparece si no se sigue trabajando la tierra. Las cotas de justicia
social que se alcanzaron luchando se perderán sin lucha, igual que se
pierde un jardín descuidado. Los espacios son diferentes y, en buena
medida supranacionales. La ultraderecha se organiza, capta recursos y
crea discursos a escala internacional. El liberalismo lo lleva haciendo
tiempo. La socialdemocracia debería hacerlo. Y la izquierda alternativa
también. Y una parte de ese discurso tiene que ir teñido de lucha y de
confrontación. No creo que sean tiempos de huelgas y no bastan las
manifestaciones. Los sindicatos y movimientos sociales tendrán que
aprender las luchas que correspondan a los tiempos y a crear olas
internacionales o no serán nada. La lucha feminista está dando buenos
ejemplos de avances con luchas adecuadas a los tiempos y haciendo un
frente internacional. Por ahí va la cosa. Las políticas serán la
consecuencia de pelear. Lo que necesitó más que política no se mantendrá
solo con política.
DdA, XV/4139
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