martes, 5 de febrero de 2019

NICOLÁS MADURO Y EL JEFE DEL ESTADO ESPAÑOL




Félix Población

No estoy dispuesto a ver en su integridad la entrevista que el domingo emitió La Sexta, correspondiente al programa Salvados. Me bastó escuchar la parte final para advertir que el otrora agudo reportero Jordi Évole, uno de los profesionales que durante años mantuvo una cierta bandera de integridad e independencia crítica, de entre todos los que trabajan en los canales de televisión públicos y privados, ya sólo ejerce de mosca cojonera para conversar con el presidente de la República Bolivariana de Venezuela.

Con Nicolás Maduro, llamado por todos los poderes a ser derrocado por un golpe de Estado sui generis dirigido por el emperador Trump, sí se atreve Évole a plantear lo que mi estimado Carlos Sánchez Mato expone con claridad directa y meridiana en su cuenta de Twitter, pero le faltan narices para hacer lo propio con nuestro Jefe del Estado. Recordamos al periodista catalán interrogando con mansedumbre al rey emérito de España a propósito de la presencia en el estudio de un radiofonista deportivo, amigo de Juan Carlos I, y no creemos que ni entonces se hubiera atrevido ni se atreverá con su hijo a plantear la posibilidad de convocar a la ciudadanía para elegir democráticamente al Jefe del Estado. 

Es más, esa entrevista sería imposible si se establecieran las mismas condiciones que las previstas con Nicolás Maduro. Vivimos en una nación donde los Jefes de Estado apenas dan interviús, como ocurría con Franco, porque quizá no estén hechos para esas menudencias. Y si las dan, el resultado tiene muchas posibilidades de ser el de aquella lastimosa conversación que sostuvo Juan Carlos I con un Jesús Hermida puesto a sus pies, con la "d" de majestad tan pronunciada que sonaba a servil.

El Jefe del Estado del que disponemos lo es por razones de descendencia y como herencia al perecer incuestionable del último de los dictadores de Europa, que lo fue gracias a sus colegas nazi-fascistas, derrotados en la Segunda Guerra Mundial. Me abochorna hasta el asco que sea el gobierno socialista de este país el que acaba de declarar a un opositor golpista presidente interino de Venezuela. Puede suponer, por parte del gobierno de una nación que sufrió hasta cuatro guerras civiles -con una última no tan distante y en extremo cruel-, su contribución a que allí también la haya. 

Évole fracasó el domingo con su entrevista al no poder lograr el diálogo telefónico sorpresa entre el presidente Maduro y el autoproclamado presidente interino reconocido por el reino de España, Guaidó se llama, que no respondió a la llamada. Ahí hubieran estado los titulares del lunes.  Ojalá ese fracaso periodístico no sea también un indicio del fracaso político de lo que hasta el Papa proclama en Roma (diálogo entre las partes en conflicto) y que podría derivar en una nueva tragedia nacional propiciada por otro emperador usaco.


¿Y LA MILITANCIA DEL PSOE, QUÉ DICE?
Alejandro Álvarez 

Como estoy seguro de que la mayoría de las personas tienen un cierto sentido humano y humanitario, también estoy convencido de que se opondrían a la intervención que se está produciendo en Venezuela si supieran las impresentables razones que mueven esa intervención. Por eso sigo subiendo, con no demasiada esperanza, artículos y reportajes que clarifican las vergonzosas razones que están detrás de esa intervención, una de las cuales, la principal, es el ansia de rapiña. ¿Servirá para algo este empeño mío? Sinceramente creo que para casi nada, excepto para algo, que no es poco, que si sitúa en el plano de la conciencia: poder decir que yo no comparto esa barbarie y me opongo a ella, es decir, que ni soy partícipe de su codicia ni comulgo con su barbarie (la de Trump, Bolsonaro, Sánchez, Macron, etc). Por cierto, Sánchez está alcanzando la misma «gloria» que Aznar y yo quiero dejar clara aquí no sólo mi infinita distancia con esa «gloria», sino también mi infinito rechazo a esa sumisión a un macaco intelectual como Trump, aun más necio que Bush (¿Será posible?). Puedo imaginar la vergüenza que deben sentir ahora muchos y muchas militantes del PSOE (y también de sus votantes) al comprobar cómo a la primera oportunidad (la primera) que se presenta para mantener un mínimo de dignidad en política internacional, hace lo mismo que hizo Aznar: agachar la cerviz ante ante el señor del Imperio, aunque sea un macaco. ¡Qué desolación!.

                     DdA, XV/4.079                  

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