lunes, 4 de febrero de 2019

LA NOVENA DE MAHLER EN LA MUSIKVEREIN POR LA JOVEN ORQUESTA NACIONAL DE HOLANDA (CON 17 MÚSICOS ESPAÑOLES)


Félix Población

Desconozco si el público habitual de la Musikverein acude con tanta antelación siempre a los conciertos que se ofrecen en la Gran Sala, pero lo cierto es que, a pesar del frío que se dejaba notar a la intemperie, una hora antes ya había bastante gente ante las puertas de acceso. Lo que sí es cierto es que la interpretación de la Joven Orquesta Nacional de Holanda, con la Novena Sinfonía de Gustav Mahler bajo la dirección de Gustavo Gimeno, fue largamante aplaudida al término del concierto (hora y media de duración). Es de recordar que esta sinfonía no llegó a estrenarse en vida del compositor sino después de su muerte, concretamente en el mes de junio de 1912. El hecho tuvo lugar en Viena, bajo la dirección de Bruno Walter. Con ella, más que el dolor ante la despedida de la vida, pretende expresar Mahler el entendimiento de su finitud.

Quienes hemos tenido la oportunidad de entrar por primera vez en tan prestigioso auditorio como la Musikverein, debemos deplorar que un mal programa de mano un tanto hortera y redactado sólo en alemán en letra diminuta se venda por 3,10 euros, que un botellín de agua mineral cueste 2,90 y que algunos funcionarios del interior se crean karajanes por su estiramiento en la atención y trato a cierto público o al menos al que creo representar, sin corbata ni pedigrí clasista.

Ciertamente, hay entre el espectador habitual de la Musikverein un público mayoritario digno del mayor de los respetos por su inconstestable y cualificada melomanía y concentrada atención en la escucha, como ese matrimonio de ancianos muy ancianos que a la salida del auditorio se abrigaban mutuamente después de haber asistido al enésimo concierto de sus vidas, llenas a no dudar de mucha pasión musical por la vivacidad jovial y expresiva de sus rostros.

A todos ellos, tanto a los de la élite circunspecta y estirada que deben creerse hijos todavía del viejo imperio como a los melómanos a la pata la llana y a corazón abierto, a todos los que para asistir a estos conciertos en una de las salas mas prestigiosas del mundo han tenido que pagar -como quien suscribe- entradas por valor de 65 euros y aún más, les convendría saber alguna información sobre los músicos a los que esa tarde han aplaudido desde sus asientos: 

Los jóvenes de la Orquesta Nacional de Holanda, país en el que también se da una incuestionable y rica cultura musical, viajaron a Viena en dos autobuses durante 16 horas, con cuatro medias noches y sendas lonchas de embutido por manutención, para regresar al día siguiente del concierto, a las seis de la mañana, con un menú no mucho mejor y otras tantas horas de viaje, previas a un segundo concierto en la localidad de Utrecht al día siguiente.  En Viena pudieron disponer de un almuerzo por 7,50 euros que los músicos debieron adelantar de su bolsillo.

Entre esos músicos están los siguientes estudiantes españoles que cursan sus estudios superiores en diversas ciudades de Holanda, desde hace años, y a los que quiero felicitar y mencionar expresamente por sus nombres, como no podía ser menos:    
                                     
Pablo Romanillos, Alberto Fernández, Guillem Serra, Noelia Giménez, Marc Belmonte, Fermín Aramendia,  Belén Pérez, Nicolás Martínez, Ángel Campos, Clara Pedregosa, Teresa Gamaza,  Manuel Muñoz, Alicia Población, Gema Molina, Beatriz Torres, María Peláez, Claudia Pérez

                                             
A todos ellos les deseo de verdad la mejor de las suertes en sus respectivas y a no dudar esforzadas carreras musicales, y -a ser posible- que su estudios y formación fuera de su país tengan en el porvenir un provechoso rendimiento profesional en España, donde tanta falta sigue haciendo una cultura musical que arraigue y crezca, a ser posible con mejores atenciones que las dispensadas por su país a toda una orquesta nacional holandesa en este viaje a Viena. 

                           DdA, XV/4.078                     

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